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Pandemia y regreso a clases

Carlos Ornelas

Carlos Ornelas

El covid-19 arroja más de un millón de muertos a escala planetaria y aquí nos acercamos a los 80 mil. La desesperación entre los infantes, cuyas familias cumplen con la cuarentena, es explicable. Siete meses de encierro hacen mella hasta en el más templado. Pero no son los únicos, los padres, los maestros y hasta las autoridades mismas recienten la larga espera.

“Ya vemos la luz al final de túnel”, dijo el presidente López Obrador hace cuatro meses. El fin de semana aseguró que ya vamos saliendo del hoyo. Pero la pandemia es persistente y hasta la fecha ha desmentido sus alocuciones optimistas.

Sin embargo, regresar a clases es una demanda reiterada de ciertos segmentos sociales, algunos por razones materiales urgentes, como los dueños de escuelas privadas que, entre la quiebra y la bancarrota, observan la migración de sus estudiantes al sector público.

Al parecer, la Secretaría de Educación Pública comienza a flaquear con la postura inicial de regresar a clases hasta que el semáforo de todo el país esté en verde.

El secretario Esteban Moctezuma dejó entrever que Campeche pudiera reanudar clases la próxima semana, aunque el subsecretario López-Gatell afirmó que aún es demasiado pronto para apresurar la reapertura de escuelas, aun en ese estado.

Aunque el secretario dejó la responsabilidad a estados y padres de familia, advirtió que considera, junto con la Secretaría de Salud, un protocolo para regresar a clases presenciales con el mayor cuidado. Por ejemplo, sanitización, cubrebocas, filtros y otras medidas más; la más importante: el regreso será gradual, la mitad de un grupo asistirá lunes y miércoles, y la otra mitad martes y jueves. Y los viernes, para los alumnos que requieran más atención o que por diversas causas no pudieron aprovechar el Aprende en Casa II.

Lo que apunta la SEP es que no habrá un retorno a las aulas como en la escuela que se nos fue; será una modalidad híbrida porque alguien se hará cargo de los niños que no irán a la escuela los días que no les toque o los días que sus familias no les permitan asistir.

Presumo que ciertas acciones de la educación a distancia se harán práctica común. No tanto en preescolar y primaria, pero sí a partir de la secundaria. Hay cierta construcción de conocimiento de Aprende en Casa II que no se desechará. Cavilo que muchos maestros aspirarán a seguir con el uso de las habilidades recién adquiridas. Aunque muchos otros suspiran por repatriarse a lo habitual.

Los niños son niños y, lo que más extrañan, es jugar con sus amiguitos. El sábado platiqué con mi nieta (vía internet, por supuesto) y cuando le pregunté que cómo iba me respondió con un mohín. “No me gusta la educación en casa”. Y me consta que sus padres se aplican, son profesionales responsables. Luego me dijo lo de los juegos, las amistades y sus maestras. Su padre, mi hijo, también me dijo que estaba extenuado.

Las autoridades de varios estados muestran escepticismo en cuanto al regreso pronto. En los territorios de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación la oposición a la educación a distancia es patente, pero tampoco quieren regresar sin las seguridad mínima para su gente. Si bien la dirigencia central del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación es circunspecta cuando se dirige al gobierno (Alfonso Cepeda Salas ha repetido hasta el hartazgo su apoyo al Presidente), los líderes de las secciones locales ponen frenos en sus estados. Pero quienes presionan por el retorno a la escuela presencial porfían en sus reclamos.

Con todo, a pesar de la cautela, es grande el riesgo de responder en positivo a las presiones, pues puede haber nuevos brotes. Más que luz al final del túnel, parece que el gobierno ve un espejismo, una imagen brillante que, por más que avanza hacia ella, sigue a la misma distancia.

Atención, al igual que muchos, deseo que la pandemia pase pronto, que lleguen las vacunas y que todos trabajemos para salir adelante, pero no me hago ilusiones, el gobierno no hace bien su tarea.

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