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La primavera del patriarca

Carlos Ornelas

Carlos Ornelas

Pido disculpas por la falta de originalidad en el título. Es obvio, aludo a la maravillosa obra de Gabriel García Márquez, El otoño del patriarca. Pero, mientras el Gabo novela la merma en la vida del libertador Simón Bolívar, quien veía a los liberados del yugo español como su prole, aquí refiero la ascendencia del presidente López Obrador, según la metáfora estacional.

Hoy, el Presidente, cual profeta armado, diría Maquiavelo, manda, ejerce el poder de forma personalísima y lo trata de envolver en un manto de prodigios. Acaba de ratificar su dominio sobre el Congreso y administrará sin arbitrio los fondos de los fideicomisos que expropió; doblegó a la Corte (le quitó lo suprema) y tendrá consulta popular, explota la verticalidad y disciplina de las fuerzas armadas para la administración gubernamental en detrimento de la alta burocracia que él designó.

Además, el Presidente —sólo él— administra los símbolos del poder, concentra la vocería de su gobierno, tira línea cada mañana y condena a un adversario, real o imaginario, persona o institución. Dicta su superioridad moral sobre los demás. Parece que no tiene colaboradores, sino obedientes ordenanzas en quienes no confía y quienes no escucha. Está convencido de su sabiduría patriarcal. Gobierna por intuición.

Tiene seguidores, unos fanáticos, otros convenencieros y otros sumisos. En tanto, la oposición partidista no pinta, es frágil y carece de imaginación política. En fin, parecería que tiene a México a sus pies.

No obstante, se avecina un verano caliente que traerá la canícula a su patriarcado. La pandemia y la crisis económica no ceden, aunque él lo niegue, la desesperación social por el encierro crece. Las protestas por la falta de medicinas —la más grave, contra el cáncer infantil—, por el desprecio a la causa de las mujeres, el desdoro con que permite el saqueo de las arcas públicas con las tomas de casetas de peaje y la corrupción en sus propias filas.

Aprende en casa II es un buen paliativo, pero no un bálsamo milagroso; las familias comienzan a verle más fallas que beneficios y proliferan reclamos de ciertos segmentos sociales por la reapertura de las escuelas.

Pero la temperatura más alta se siente en casa. La contienda por el liderazgo de Morena presagia divisiones que pueden llegar a la ruptura de cara a las elecciones del 2021. El fondo de los pleitos entre personalidades es la lucha descarnada por prerrogativas y candidaturas.

Empero, como escribió Pepe Buendía Hegewisch el domingo en este nuestro Excélsior, con otra evocación a García Márquez, la oposición no tiene quien le escriba. La flacura de los partidos opositores tiene dos consecuencias. Una, favorece la política patriarcal, AMLO todavía puede meter orden en Morena y él decidir las candidaturas importantes.

La otra abre la puerta a la rebeldía civil desorganizada, pero con una ideología que compite con el Presidente por símbolos religiosos. Fuego de derecha en el verano. Frenaaa quiere arrebatarle a López Obrador la imagen de la virgen de Guadalupe y resucita la consigna de viva Cristo Rey. Aunque Frenaaa y el Presidente coinciden en su arrebato contra el Estado secular, el rechazo al aborto y la educación laica. Pero ésta subsistirá, tiene muchos defensores, aún dentro del bloque dominante.

Otras asociaciones civiles también participan en la contestación, pero aún les falta organización y la prensa autónoma mantiene su crítica. Hay resistencia.

Pienso que, con todo y la presión que ponga en las mañaneras y el dominio que tiene sobre la mayoría en el Congreso, el Presidente no logrará el cambio constitucional para estar en la boleta de 2021. Será difícil que rompa el bloque opositor en el Senado, no le dará la mayoría calificada. Pero insistirá en ello.

El parteaguas podrá llegar —o no— el primer domingo de junio de 2021. Si Morena ratifica su mayoría en la Cámara de Diputados pospondrá el arribo otoñal. Sin embargo, el sexenio no es eterno y algún día comenzará el otoño del patriarca

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