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La maestra Delfina se mueve

Carlos Ornelas

Carlos Ornelas

La semana pasada, la secretaria de Educación Pública, Delfina Gómez Álvarez, se reunió con representantes de los 15 nuevos gobernadores, unos de ellos, autoridades de educación local en funciones, otros, quienes, se supone, ocuparán pronto los cargos.

Fueron sesiones de trabajo intensas. La intención obvia: apoyar a los futuros dirigentes estatales de la educación a transitar rápido por la curva de aprendizaje. El mensaje principal fue contundente: no usen el dinero de la nómina educativa para otros fines. Algo que los gobernadores en funciones debieron haber escuchado como reclamo.

La maestra Delfina se hizo acompañar por la plana mayor que tiene que ver con la educación básica: la subsecretaria, Martha Velda Hernández Moreno; la nueva jefa de la Unidad del Sistema para la Carrera de las Maestras y los Maestros, Adela Piña Bernal, y la nomenclatura que administra el Sistema de Administración de la Nómina Educativa federalizada.

Aunque la administración de la nómina fue lo importante, la línea que tiró la Secretaría de Educación Pública a los funcionarios locales incluyó asuntos urgentes, como el regreso a clases presenciales y temas habituales como el derecho a la educación, inclusión de grupos sociales en desventaja y en situación de vulnerabilidad.

El mensaje de Adela Piña Bernal quizá fue el segundo en importancia. Le explicó al funcionariado presente que “el objetivo final de esta área es acabar con la corrupción y la venta de plazas, por lo que ahora se busca asegurar la contratación del personal con el perfil profesional que se necesita”.

Dicho mensaje puede entenderse como una crítica al pasado, no sólo al neoliberal, sino al reciente, cuando su predecesor fue el blanco de acusaciones. También puede ser un recado dirigido a las facciones del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación —ausentes hasta en la retórica de ese encuentro— de que se acabará con la basificación de interinos (que entraron por vías no reglamentarias).

A la maestra Delfina le tomó lo que va del año asentarse en la SEP. Pero parece decir que ahora sí, que ella ejercerá el poder dentro del sector. Con actos y discursos con autoridades locales persigue legitimar su hacer. Persevera en el simbolismo de ser maestra, de haber arrastrado el gis, de ser una de adentro y que conoce rutinas y procedimientos.

No obstante, no descansa sólo en lo simbólico, parece ser que ya encontró ciertos mecanismos que le permitirán tejer una tecnología del poder: centralizar más el pago de la nómina, afinar el Sistema de Información y Gestión Educativa y apuntalar la acción de la Usicamm en los estados. Además, sobre todo, obedecer al mando del presidente López Obrador.

Todos los secretarios de Educación Pública tienen la dificultad de manejar un organismo elefantiásico, lento y pasado, lidiar con los indomables líderes de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación —a quienes les vale quién esté en el gobierno— y tejer con mano fina con la facción mayoritaria del sindicato.

La maestra Delfina tiene dos desafíos extra. El primero es trasladar —que no descentralizar— parte del funcionariado y labores de la SEP a Puebla. No implica una mudanza de domicilio. Parece que la SEP sufrirá de esquizofrenia organizativa. Los mandos —no todos— en Puebla y la estructura operativa en la Ciudad de México. La secretaria tendrá que trasladarse con frecuencia entre las dos sedes.

El segundo es legal. A partir de denuncias de que cuando era presidenta municipal de Texcoco retenía el 10% del salario de trabajadores, el INE impuso una multa de 4.5 millones de pesos a Morena y Delfina Gómez enfrenta ahora una denuncia penal.

Sin embargo, la maestra Delfina persevera y hace política. Mas quién sabe si será suficiente para capturar más poder.

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