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En defensa de la educación

Carlos Ornelas

Carlos Ornelas

Me atrevo a resumir en pocas palabras el libro de Paulo Freire, Pedagogía de la esperanza: un reencuentro con la pedagogía del oprimido: si vamos a afrontar faenas que tenemos por delante y que en apariencia son insuperables, la esperanza no es un lucimiento, sino una necesidad. El reto consiste en enfocar la esperanza de una manera realista. Los argumentos fáciles pueden ser tan azarosos como el puro abatimiento. Sin embargo, si en verdad queremos convencernos de que debemos cambiar, necesitamos aspirar a un futuro óptimo, no a continuar con la educación que tenemos. 

 Me parece que ésa es la esencia del desplegado que apareció en La Crónica de Hoy, el 20 de este mes que urge a la Secretaría de Educación Pública a frenar la embestida contra la educación mediante el proyecto de nuevos planes de estudio. Éstos, además de no tener antecedentes en la historia de la educación en México ni atadura en el mundo internacional, atentan contra el orden constitucional. 

 El proyecto que enarbola la SEP tampoco tiene precedentes en la propuesta de Andrés Manuel López Obrador, en su Proyecto de nación: 2018-2024 ni en el Plan Nacional de Desarrollo de este gobierno ni en el programa sectorial de educación. Parece más una ocurrencia que surge de la ideología comunalista, sin juicio previo ni razones pedagógicas de peso. 

 Como apunta el manifiesto en Defensa de la Educación: “El proceso educativo –la enseñanza y el aprendizaje– tendrá como escenario principal no la escuela, sino la ‘comunidad’ y que el conocimiento científico perderá su posición privilegiada de modo que aprender matemáticas o ciencias tendrá igual valor que aprender las creencias, las tradiciones, los rituales y las fiestas de la comunidad. 

 La educación emergerá del encuentro entre una esfera pública (la escuela) y otra privada (la comunidad)”. La educación es un bien común, mas no implica monopolio de la comunidad, menos aún para desmantelar un sistema institucional que tomó décadas construir, que funciona mal, con miles de deficiencias, pero marcha. Lo que propone la SEP acarreará más cargas para los maestros, se incrementará su angustia –agravada por la pandemia, el trabajo remoto y el regreso caótico a la enseñanza presencial. 

 En los nuevos programas educativos se dispone: 1) la escuela se integrará a la comunidad y trabajará con proyectos que vinculen a las dos instancias; 2) desaparecerán las asignaturas; 3) el maestro no evaluará a los alumnos con exámenes ni pondrá calificaciones; los alumnos se calificarán a sí mismos; 4) desaparecerán los grados y la escuela se organizará por fases; 5) los maestros no están obligados a seguir los planes de estudio oficiales, podrán transformarlos para ajustarlos al contexto. 

 Reproduzco el penúltimo párrafo del manifiesto ya que pone en evidencia el proyecto de desinstitucionalización y de violación al orden legal:  

“Queremos decir, finalmente, que este proyecto no respeta, sino atropella principios constitucionales básicos como el laicismo, la rectoría estatal de la educación, el carácter y el criterio nacional de la educación, la unidad de la nación, la disposición de promover el desarrollo continuo del proceso de enseñanza-aprendizaje, el fomento del amor a la patria, el criterio que establece que la educación se base en los avances del desarrollo científico y luche contra la ignorancia y sus efectos, las servidumbres, los fanatismos y los prejuicios”. 

 En suma, el proyecto de la SEP está más cerca del fanatismo y los perjuicios que de una educación para la democracia y la justicia. El panorama que se vislumbra con la Cuarta Transformación es sombrío. 

 Sin embargo, Freire conmina a los educadores a no perder la esperanza. Este manifiesto es también un llamado a la resistencia, a luchar por un futuro mejor. 

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