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Becas y maestros

Carlos Ornelas

Carlos Ornelas

Este 1º de diciembre, el presidente López Obrador organizó un acto simbólico al cumplir dos años como jefe de Estado. El ritual de un hombre solo y una silla vacía. Una alegoría al carisma que envuelve al Presidente de México. No sólo la cualidad de la institución presidencial, sino a la distinción personal.

López Obrador es un líder carismático, pero ineficaz en la obra de gobierno. No obstante, es hábil en el manejo de parábolas y reiteración de consejas que le generan aprobación popular; alrededor del 60%, según encuestas; el 71%, según sus propios datos. Pero no informó nada nuevo; fue una mañanera sin preguntas.

El Presidente porfía. Tiene claras sus prioridades y en cada mensaje refrenda sus propósitos y hasta creencias íntimas. Cuando habla de educación, por ejemplo, no habla de educación, se refiere a maestros y a programas que pueden redituarle ganancias electorales.

Además, aún en este tipo de ceremonias no abandona su retórica vindicativa; lo malo es herencia del pasado; lo bueno, lo que él hace por la patria. Machacó su frase contundente: “Se canceló la mal llamada reforma educativa”; también reiteró que se reinstaló a los maestros despedidos en el gobierno anterior. No mostró orgullo —aunque bien hubiera podido— porque basificó a cerca de 400 mil interinos, que entraron por los métodos anteriores a la reforma del gobierno de Peña Nieto.

De igual forma, conferenció sobre becas a investigadores, para posgrados y especialidades médicas. En campaña había prometido 100 nuevas universidades; informó de 140 creadas en sus dos primeros años. Proclamó que 51 mil comités escolares ya reciben de manera directa el presupuesto para el mantenimiento de planteles, que se crean escuelas para la formación de deportistas y maestros de educación física. Asimismo, presumió que no faltan libros de texto para la educación básica y media y que se trabaja en mejorar sus contenidos.

Esos avances materiales, aunque no todos sean verificables al 100%, significan algo de progreso, aun en medio de la pandemia, pero no implican que la educación que imparte el sistema educativo sea excelente (como reza la retórica), que los alumnos aprendan de mejor manera —ni siquiera en tiempos regulares— o que haya capacitación efectiva de los maestros.

Lo único que mencionó que pudiera decirse que concierne a la educación, es un agregado al currículo de la enseñanza básica, ya cargado de por sí: “Se incorporó a la enseñanza pública la nueva materia Vida Saludable”.

Intuyo que al alto funcionariado de la Secretaría de Educación Pública anda con el ánimo menguado; el presidente no ensalzó la Nueva Escuela Mexicana, el artificio que el secretario de Educación Pública, Esteban Moctezuma, intenta colocar en la agenda pública. Vamos, ni por accidente mencionó al Acuerdo Educativo Nacional que tanto presumen en la SEP.

En suma, el Presidente alardea que enterró a la “mal llamada”, pero no discurre sobre la que sería la “bien llamada” Reforma Educativa. ¡Quizá no tenga!

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