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Aprende en Casa III

Carlos Ornelas

Carlos Ornelas

                Para mi hermana María Esther,
                normalista hasta el tuétano.
               
In memoriam

 

Pues la pandemia persevera, no hay curva plana, al contrario, crece el número de contagios y de muertes. Sin embargo, vastos segmentos sociales —aun en medio de la incertidumbre— porfían en continuar sus jornadas; la subsistencia obliga.

En el sistema escolar la normalidad ya no es normal. No obstante, en términos de símbolos, parece que autoridades y padres de familia esperan lo mismo de la educación a distancia que de la escuela presencial, aunque ésta esté en trance hacia un mundo nuevo e inseguro.

La Secretaría de Educación Pública puso en marcha el programa Aprende en Casa III, a partir de este lunes 11. No es la panacea, pero tampoco un paliativo menor. No es la maravilla que expresó el secretario de Educación Pública, Esteban Moctezuma, ni la caricatura que hacen los más escépticos. Tiene asideros en experiencias remotas —la telesecundaria, por ejemplo— y los dos Aprende en Casa precedentes.

Tanto los programas emergentes del año pasado, como el presente, operan con nuevos medios, pero quieren cumplir los mismos propósitos en un contexto espinoso. Tal vez padres de familia y maestros compartan esa visión y se empeñen en “alcanzar los aprendizajes esperados” y transcribir —hasta dónde se pueda— la experiencia del salón de clases. En los dichos del secretario Moctezuma no vislumbro un nuevo camino, sino machacar sobre el mismo discurso, aunque haya temas nuevos, como educación en la pandemia y capacitación para uso de herramientas digitales para el magisterio.

Al destacar la importancia del aprendizaje colaborativo con la participación de adultos más allá del grupo escolar (Excélsior, 11/01/2021), Esteban Moctezuma abre perspectivas para fijar nuevas metas acorde con los medios. “El medio es el mensaje”, pronosticó Marshall McLuhan. Pero parece que no se toma en cuenta.

Atención, no abogo por un modelo tecnocrático para la educación ni suplantar la tarea de los docentes. Me refiero a que no se percibe cómo el medio se incrusta en cualquier mensaje que transmite. No es lo mismo enseñar por televisión (para casi el 50% de la población, pobres en su mayoría), que el uso intenso de internet, WhatsApp, animaciones y otros artificios digitales para las clases medias.

Pese a que se dan esas diferencias entre medios y segmentos sociales que los utilizan, los aprendizajes esperados son los mismos para todos. No hay segmentación de contenidos, pero sí de los dispositivos de aprendizaje. Y si, como arguye McLuhan, el medio y el mensaje crean una relación simbiótica, las desigualdades se agrandan.

Infantes de clases medias urbanas —en escuelas públicas y privadas— con conectividad y acceso a redes, quizá aprovechen mejor las posibilidades. Lo mismo que sus docentes; incluso muchos de ellos, con imaginación, innovan en el camino. Mientras que una buena porción de los maestros que usan la televisión como medio principal nada más encargan tareas.

¡Qué bien que el secretario reconoció la labor y el profesionalismo de los enseñantes! Qué bueno que no se hayan afectado sus salarios y prestaciones y se les ofrezcan medios de capacitación para la emergencia. Pero está mal no avizorar (o negar) las deficiencias. La más conspicua: la desigualdad que se profundiza con Aprende en Casa. La equidad que proponen la Nueva Escuela Mexicana y la Cuarta Transformación queda mal parada.

La otra, pensar que la enseñanza con medios digitales es igual o puede ser igual a la presencial. Pienso que al reto de regresar a clases cuando los semáforos tengan el color adecuado y se cumplan los protocolos se añade el desafío de pensar nuevas cosas para una nueva realidad, la normalidad de la escuela presencial que conocimos hasta marzo de 2020 no regresará.

Los medios y su relación simbiótica con los mensajes persistirán más allá de la pandemia. La SEP no ve a Aprende en Casa III como el comienzo de una nueva realidad, sino como un intermedio en la escuela regular. ¡Error!

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