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Prioridades

Carlos Carranza

Carlos Carranza

A veces se pospone en la discusión lo que debería formar parte, en todo momento, de los temas que no podrían ser olvidados ni dejarlos en segundo plano. En un simple ejercicio en el que podamos enlistar lo que, a nuestro juicio, serían las mayores tareas del actual gobierno, es probable que existan un par de coincidencias: si bien todo lo referente a la salud es algo prioritario en esta época de feroz pandemia y que la crisis económica es un lastre que se necesita resolver, hay otros aspectos que se van perdiendo en el mar de las noticas y la confusión.

Quizá en este ejercicio haya alguien que no considere que la seguridad sea algo urgente. Me temo que ya hemos llegado al punto de mirar con indolencia todas las noticias que nos hablan de una violencia que es cada vez mayor: el número de asesinatos es una estadística que pasamos por alto gracias a que la agenda de información, y su posterior discusión, la impone el mismo gobierno diariamente. Que se hable de la prensa, de lo que sucede en otros lugares del mundo, de las terribles conspiraciones contra su pretendida transformación. Que se hable de López-Gatell —quien ya se ha convertido en un caballito de batalla que ha demostrado tener la capacidad de soportar toda crítica con esa sonrisita que se asemeja a la de López Obrador— y no del asesinato de Aranza Ramos o José Nicanor Araiza Dávila, dos personas que buscaban a sus familiares desaparecidos, es decir, lo que el Estado ha dejado para otra ocasión. Que se diga que el Ejército genera una sensación de seguridad, luego de convertirse en la principal fuente de mano de obra para el actual gobierno, es una conclusión burda cuando estamos frente al escenario de una militarización que, como sombra, va cubriendo al país. Ahora bien, si esto ocurre con un tema primordial, ¿qué sucede con muchos otros?

Otro tema que durante esta semana ha dado para la conversación, y que será vigente por tan sólo unos cuantos días, es lo que ha expresado Marx Arriaga, director de Materiales Educativos de la Secretaria de Educación Pública en una conferencia titulada Formación de docentes lectores en la escuela normal. Otro personaje que ha demostrado ser un funcionario leal a la agenda política del actual sexenio y que le ha valido la continua protección de las manos invisibles del poder. Es de llamar la atención la comodidad y firmeza con la que ofrece su ponencia bajo una estructura doctrinal que, para alguien que es responsable de los libros de texto, debería ser aún más preocupante que el tan sólo señalar lo que existe detrás de una frase.

Preocupados por construir un discurso que valide su imagen ante la historia, los cerebros del actual gobierno se valen de un lenguaje doctrinario que se arraiga cada vez más como una bandera política, la cual hace combustión gracias al populismo del que se están valiendo.

Es por eso que las palabras de Marx Arriaga adquieren un sentido que va más allá del placer de la lectura. En sus palabras, “la lectura no se generó exclusivamente para eso”, apunta a la dimensión de una lectura “utilitaria” para discernir la “realidad” y el “compromiso del lector” con este proceso. Tal vez esto podría no ser relevante y ser considerado como el paseíllo de un torero. Sin embargo, al sumarse a su apología con respecto a la modificación de los Libros de Textos de la SEP, sus garabatos retóricos quedan en la mesa para formular muchas más preguntas.

Que no se olviden aquellas otras palabras: “Mujeres, si en verdad buscan emanciparse de sus opresores y modificar este sistema machista que las rodea no esperen que su libertad llegue como un regalo, por favor lean aquellos libros, ahí están descritos los caminos para su revolución. Nuestro Presidente no las engaña…”. Claro, recuerda tanto al estilo de quien habita en Palacio Nacional.

Ellos marcan la agenda mediática. Antes de que se difumine esta discusión, va la última pregunta: ¿qué sucederá con los programas de lectura que dependen del presente gobierno?

Pero que tampoco se olvide: la violencia no la podrán ocultar con su retórica de salón de clases de los años setenta del siglo pasado.

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