Arturo Xicoténcatl

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El espejo de tinta

Warholm, rayo en las vallas

06 de Julio de 2021

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Encerrado en la eternidad del tiempo y de una coraza diamantina, el récord mundial de Kevin Young resistió 29 años a la acelerada progresión, la técnica y la tecnología de los grandes campeones de los 400 metros con vallas. El 6 de agosto de 1992, con un diapasón en la cabeza y doce alados pasos entre valla y valla, durante los Juegos Olímpicos de Barcelona 1992, en esfuerzo asombroso, destrozó el muro de los 47 segundos (46.78) y eclipsó la enorme figura mitológica de Edwin Moses, que había dejado el modelo de 13 zancadas isócronas y un 47.02 en Koblenz, en agosto de 1983. ¡Alégrate, lector y diletante del atletismo! En una época compleja de grandes dificultades sociales, políticas, económicas, de asechanzas contra los JO de Tokio, incluso con la permanente amenaza y mortífero covid-19, aparece otro héroe que ha hecho cimbrar, el jueves 1º de julio, el legendario Bislett Stadion, en Oslo, la antigua Cristianía, Noruega: Karsten Warholm, de tan sólo 25 años, voló, física y literalmente, las diez vallas y en su primera carrera de la temporada estampó la nueva plusmarca mundial de ¡46.70!

Ocho centésimas de segundo, una minúscula partícula de tiempo, significante y simbólica de la lucha permanente del hombre contra las circunstancias adversas, un arquetipo de superación. Un oasis refrescante en la atmósfera de la pandemia. La carrera atlética comunica alegría y emoción en el hombre. Es un mensaje de energía, salud, lucha.

Warholm, quien ataca los obstáculos con la pierna izquierda y lleva una frecuencia superior a las 13 zancadas en las últimas vallas, corrió en el carril 7 con tal rapidez que arrancó el grito de la multitud. Un récord mundial produce una corriente emocional con dos crestas: el canto de la victoria cuando el atleta cruza triunfante la línea de meta y una estentórea exclamación de unas tribunas exultantes cuando el público presencia la ruptura del récord mundial. Se mezcla la subjetividad que produce el éxito del atleta con la objetividad de la medición casi instantánea del tiempo. Si no se tuviese una valoración del tiempo —entre los griegos no existía el concepto de récord—, no seríamos capaces de darle dimensión exacta al esfuerzo muscular ni a la proeza atlético-deportiva. Decía Lord Kelvin: conozco lo que puedo medir.

Preludio y presagio de este acontecimiento fue cuando Karsten Warholm, doble campeón mundial en Londres 2017 (47.12) y en Doha 2019 (47.44), en la mágica pista de Letzigrund (29-08-2019), cronometró 46.92 para convertirse en el tercer hombre más rápido de la historia en una prueba en la que ganó a Rai Benjamin, de 23 años, de Estados Unidos (46.98). Además de Kevin Young (46.78), hay un cuarto hombre que ha corrido en menos de 47: el atleta qatarí Abderrahman Samba, 46.98, el 30 de junio de 2018 en París.

Warholm y Rai se enfrentan el viernes en Mónaco.

 

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