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¿Y después de la consulta?

Armando Ríos Piter

Armando Ríos Piter

           Por una #SociedadHorizontal

 

Llegó el día de la consulta. Sin mucha convocatoria, los mexicanos nuevamente salieron a votar. Aún sin saber cuántos lo hicieron, fácilmente podríamos decir que pocos asistieron por interés propio. La mayoría participaron a partir de la movilización que los impulsores de la misma propiciaron.

La consulta no tuvo la resonancia que algunos pensaron en un principio. El presidente López Obrador insistió en varias de sus conferencias mañaneras que votaría en contra. Sin embargo, a lo largo de varios meses remarcó sus argumentos en contra de todos los expresidentes. En sendas ocasiones se manifestó crítico por la venta de paraestatales que hizo Salinas de Gortari, contra el Fobaproa de Zedillo. Fue duro en su crítica por la intervención de Fox en el proceso electoral y enfático contra la guerra de Calderón iniciada frente al narcotráfico; a Peña Nieto le recetó reiterados señalamientos por la corrupción vivida durante su sexenio.

No son pocos los mexicanos que se caldearon ante esos recuerdos. Si hubieran ido más allá, incluyendo a Gustavo Díaz Ordaz con la matanza del 68, a Echeverría con el Halconazo, a López Portillo y a De la Madrid con la crisis de los 80, seguramente ningún ciudadano se hubiera mantenido ajeno a la molestia y el enojo que desde hace décadas han producido nuestros gobiernos.

Antes de dedicarle demasiado tiempo a cada uno de esos capítulos de nuestra historia reciente, habría que preguntarse si frente a tantas decepciones, el problema que impera en nuestra vida nacional tiene que ver con un tema estructural o con simples coyunturas. Por encima de analizar los pros y los contras de cada sexenio y sus representantes, valdría la pena reflexionar si el problema que vivimos es derivado de fallas en nuestro sistema político o sólo se debe a malos manejos provocados por unos cuantos personajes.

Estoy convencido de que nuestro sistema político sufre desde hace décadas de un terrible colapso, mismo que se ha profundizado conforme los sexenios han transcurrido. Pienso que conforme se incrementaron las demandas sociales, el sistema posrevolucionario no logró darle viabilidad a la vida nacional. La alternancia democrática no logró solucionar esto. Cada gobernante, a su manera y conforme a sus capacidades —muchas o pocas— apenas logró parchar los crecientes problemas que se le presentaron.

Una vez dicho esto, resulta interesante revisar la apuesta que tomó el actual gobierno a partir de la consulta popular impulsada el pasado domingo. El gobierno de la 4T convocó a los mexicanos a votar porque se castigue a los expresidentes. Aun cuando la pregunta formulada por la Suprema Corte no tuvo una especificación temporal, el propio AMLO encuadró la consulta en torno al periodo que él mismo ha comprendido como “neoliberalismo”. De Salinas de Gortari a Peña Nieto.

Las preguntas que surgen antes de ver los resultados finales son: ¿La participación ciudadana alcanzará un 40% —unos 37 millones de votos— para ser vinculante? ¿Obtendrá el gobierno más de los 30 millones de votos que obtuvo Morena en 2018? Si no es así, habría que preguntarse si ¿logrará los 16 millones de votos que alcanzó el partido en el gobierno el pasado mes de junio de 2021? En caso de no lograrlo, vale la pena saber si por lo menos logró conseguir los 3 millones de votos que se requieren para realizar una consulta popular. Esto es importante, pues estas medidas servirán para saber qué tan trascendente fue la consulta para los seguidores de la 4T.

Más allá del resultado obtenido, es importante analizar la capacidad de movilización alcanzada por el partido en el gobierno por una sencilla razón. El próximo 2022 será la consulta sobre la “revocación de mandato”. No son pocos los que vieron este ejercicio como un laboratorio respecto a la manera en la que podrían darse las cosas el año que viene. Es importante que el gobierno evalúe su capacidad de movilización y convocatoria. Por su parte, la #SociedadHorizontal debe poner en la vitrina la situación actual de nuestro sistema político, más allá de los jaloneos que evidencia la propia coyuntura.

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