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López-Gatell, el fusible que hay que cambiar

Adrián Rueda

Adrián Rueda

Capital político

 

 

En la comunidad médica del país hay indignación por el manejo que Hugo López-Gatell ha hecho del combate al covid-19. Los médicos no encuentran en ningún libro de medicina algún apartado que indique que para acabar con una pandemia, más que medicamentos se debe contar con una “fuerza moral” para derrotarla, por mucho que los seguidores de la 4-T aplaudan esa ocurrencia.

A pesar de sus tremendos yerros, los elogios de los chairos han hecho que Hugo —como lo llaman en Palacio Nacional— se maree en el tabique, incluso, se haya creído presidenciable. Claro que si un personaje frenara una pandemia, como la que desde hace casi un año azota al país, podría encumbrarse políticamente, en eso no se equivoca. Pero en su caso es todo lo contrario.

El problema de López-Gatell es que fuera de la 4-T, todo el mundo tiene claro que ha tomado decisiones que aumentaron el número de fallecidos, y es hora de que se vaya, de que no estorbe más. Sus dislates oratorios acerca del uso de cubrebocas —recomendado por la comunidad médica internacional para reducir los contagios­— generaron no sólo una gran confusión entre la población, sino además un enfrentamiento entre la población que defiende su uso y la que no.

López-Gatell ha afirmado que no está científicamente comprobado que eso ayude a disminuir los contagios, pero luego salió con un discurso cantinflesco de que sí es necesario, pero no, y a veces hasta él mismo lo porta.

También rechazó sistemáticamente la masificación de pruebas rápidas para detectar infectados y aislarlos, a fin de evitar la propagación de contagios. Ahora felicita a Claudia Sheinbaum por haber implementado miles de pruebas diarias en la CDMX.

El doctor se niega a que en el país se realicen esas pruebas, para evitar que el número real de contagios no se dé a conocer, pues causaría un gran daño a la imagen del gobierno, que siempre ha sostenido tener la pandemia bajo control.

Se ha negado a acatar las recomendaciones de la comunidad médica internacional para controlar el crecimiento del virus, incluso las que vienen de países que al aplicarlas salvaron millones de vidas. El doctor se convirtió en un patiño de la 4-T, y en un fusible que llegado el momento recibiría la descarga final y hasta ahí llegará.

Habrá quienes opinen que López-Gatell fue obligado a tomar decisiones que iban en contra de la ciencia para beneficiar a la política, pero en todo caso pudo haberse negado a acatar órdenes y renunciar, lo cual hubiera sido más ético.

Prefirió ganarse las simpatías del poder a costa de tantos muertos, pues los fríos números señalan que el costo de su falsa popularidad fue la pérdida de cientos de miles vidas humanas.

Es hora de que se vaya y, sobre todo, de que sea juzgado porque su irresponsabilidad impidió que miles de personas se pudieran salvar.

 

 CENTAVITOS

Claro que son buenas noticias que este mismo mes llegue a México el primer lote de vacunas contra el covid-19, pero de ahí a echar las campanas al vuelo hay mucha distancia. Primero porque las vacunas aún no están aquí; segundo porque sólo serán 230 mil y en el país hay 130 millones de habitantes, y tercero porque al tener que aplicarse dos dosis por paciente, en realidad serán 115 mil vacunas. Dicen que las primeras serán trabajadores del sector salud, pero ellos son casi un millón. O sea, sí hay motivos para festejar, pero de ninguna manera hay que mandar mensajes encontrados, pues mucha gente bajó la guardia y si encima de todo les dicen que ya no habrá problema…

 

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