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Cuajimalpa, el gran volado

Adrián Rueda

Adrián Rueda

Capital político

Nadie que conozca los entretelones de la grilla en la CDMX podría negar que al diputado priista Adrián Rubalcava Suárez le bastaron sólo tres años para consolidarse como el cacique de Cuajimalpa, donde ya fue delegado y hoy es diputado.

Para lograr eso se conjugaron varios factores: el primero, que en 2012 su guía y mentor, René Bejarano, lo quiso vender en la negociación de candidaturas internas del PRD y, de última hora, Rubalcava aceptó la oferta del PRI para cambiar de piel.

Literalmente, al cuarto para las doce, cuando se vencía el plazo en el Instituto Electoral del DF para registrar candidatos, el Verde Ecologista lo hizo suyo. En realidad era una posición del tricolor, pero por estatutos no lo podía registrar directamente y utilizó al PVEM.

Además de la cantidad de recursos que los priistas le hicieron llegar a sus arcas, Rubalcava se colgó de la campaña de Enrique Peña Nieto, que en esos tiempos era muy popular en las encuestas. También aprovechó el desgaste y la división interna del PRD para ganar.

Populachero como es, pero con la perversidad aprendida en sus años de bejaranista, se apropió de la estructura amarilla y permeó entre algunos liderazgos del PAN que quedaron huérfanos, lo que le permitió imponer su ley.

Durante su mandato se convirtió en el nuevo rey de Cuajimalpa, al grado de que en 2015 impuso, por sus pantalones, a su compadre Miguel Ángel Salazar como delegado. Hizo diputada federal a la desconocida Paola Félix —hoy morena— y el llegó a la ALDF.

Claro que para ello contó con una errática campaña del perredista Luis Cházaro —impuesto por Los Chuchos— y con la complicidad del candidato panista, Camilo Campos, quien pactó con él, traicionando a los suspiritos azules.

De igual forma, Leonel Luna, entonces delegado y cacique vecino de Álvaro Obregón, cumplió su palabra de no meterse en Cuajimalpa, a pesar de que Teresa Robles, una posición suya, era candidata a diputada en un distrito compartido por ambas delegaciones.

Para este año, Rubalcava tiene planes de regresar, pero ahora como alcalde, y sus esperanzas estaban puestas en que no se concretara el Frente en la CDMX o que, si se hacía, Ricardo Monreal fuera el candidato.

Al final se hizo la alianza Por la CDMX al Frente, con Alejandra Barrales a la cabeza, y los problemas empezaron para el buen Adrián, pues ello significó que el PAN y el PRD, sus dos acérrimos rivales, irían unidos con el panista Gonzalo Espina como gallo.

Y ahí las cosas cambian, pues, según la aritmética, los azules quedaron muy cerca en 2015 a pesar de la traición de Campos y los perredistas aún conservan buenos números; unidos tienen todas las posibilidades de ganar.

Ante ese escenario, la esperanza de Rubalcava es que el PVEM se una al Frente en la CDMX —a nivel nacional va con el PRI— y que pidan Cuajimalpa. El tema está en el aire, pero, si no se da, es muy probable que su reinado acabe en julio.

CENTAVITOS… No me ayudes, comadre, deben estar diciendo los reporteros que cubren las actividades en San Lázaro, luego de que la diputada naranja Candelaria Ochoa exigiera al presidente de la Cámara baja, Édgar Romo, cancelar el clásico chacaleo, que son las entrevistas de pasillo con los legisladores. A gritos, la jalisciense exigió a la Mesa Directiva correr a los reporteros del salón de plenos, petición ridícula para un diputado, que se agrava cuando la hace una integrante de la Comisión Especial de Seguimiento contra Agresiones a Periodistas y Medios de Comunicación. No me ayudes, comadre.

 

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