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Casas Refugio: México, un amparo para el pensamiento

Desde 1999, escritores amenazados en sus países han hallado cobijo y hogar en la colonia Condesa y en el Centro Histórico

Luis Carlos Sánchez | 28-05-2012

CIUDAD DE MÉXICO, 28 de mayo.- “No sé cómo te sientes querido amigo mío/ pero a mí la vida sigue mordiéndome con dientes de bestia”, escribe Xhevdet Bajraj (Kosovo, 1960) en su poema La bolsa de mandado. El escritor llegó a México por primera vez en 1999 y junto con el serbio Vladimir Arsenijevic fueron los primeros residentes de la Casa Refugio Citlaltépetl.

Ambos huían de la barbarie en los Balcanes: al kosovar le había tocado ser víctima de tortura y presenciar cómo el ejército serbio fusilaba a sus compatriotas albaneses.

Bajraj es ahora ciudadano de México, donde vive con su esposa y dos hijos. Es profesor y ocasionalmente publica lo que escribe. Lo hace en español.

La de Koulsy Lamko es una vida de exilio. Nació en Chad, pero huyendo de la guerra civil lo dejó por Burkina Faso en 1979, donde conoció a Thomas Sankara y se involucró con su movimiento social.

“Estuve como responsable de los estudiantes, con posturas políticas, tengo obras que están censuradas desde hace mucho tiempo en mi país, cuando salí no pude regresar durante 14 años”, recuerda.

También fue residente de la Casa Refugio mexicana, de 2003 a 2005. Antes estuvo en Ruanda, Francia y Holanda, hasta que decidió poner fin a su aventura y establecerse en México. Aquí fundó la Casa Refugio Hankili So África, hermana de la Citlaltépetl, pero dedicada especialmente a promover la cultura y la llamada diáspora africana, aunque también tiene espacio para una residencia de un año.

Desde su fundación, en enero de 1999, la Casa Refugio Citlaltépetl ha recibido a diez escritores amenazados o perseguidos en sus países de origen. A finales de junio próximo recibirá un nuevo huésped venido de Irán, pero aún es pronto para revelar su nombre, pues deben cumplirse ciertos trámites. La Ciudad de México, dice Philippe Olé-Laprune, director del espacio de refugio de la colonia Condesa, es la que tiene la presencia más fuerte y activa de las más de 30 urbes que ofrecen abrigo en todo el mundo. Pero no resulta fácil…

Una red mundial

Hay cierta desconfianza que obliga a la verificación a la hora de hablar de un refugiado. “No podemos saber nada antes”, dice Olé-Laprune. La llegada de un escritor perseguido mueve una maquinaria humanitaria mundial. Editores, escritores, traductores, luchadores sociales u organizaciones de derechos humanos trabajan para encontrar y dar seguimiento a las historias de barbarie que existen en países más bien cerrados al mundo.

El trabajo, explica, se hace conjuntamente con la oficina central del ICORN (International Cities of Refuge Network), con sede en Noruega, y el PEN CLUB mundial, que está en Londres. A través de una oficina especial llamada Escritores en la Cárcel, “se recibe la información y de ahí hay que rastrear y verificar, pues hay escritores que no son realmente escritores, gente de la que hay que cuidarse”.

Los mismos escritores aplican, a través de internet, previo llenado de una rigurosa solicitud. Cuando el caso ha sido intensamente verificado y “se trata de algo grave e importante, aunque no se puede saberlo siempre”, la postulación entra a una lista de espera y después se le propone un lugar de residencia en el mundo.

En la casa de Citlaltépetl numero 25, donde se puede dar residencia a dos personas a la vez, se quedan dos años, pero algunos se van antes. Se les puede recibir con su pareja y hasta hace poco también con niños. Además de contar con una beca –entregada a través del Fonca o el Conaculta– cada uno tiene un departamento de dos habitaciones, “cómodo pero tampoco muy lujoso”, con una sala comedor, cocineta, baño y un cuarto oficina.

En la Casa Refugio Hankili So África sólo se recibe un escritor por año, explica Lamko, quien se asegura de dejar en claro que “no es un espacio para que la gente llegue a generar formas de oposición a sus gobiernos”. Fundada apenas en mayo de 2010, la casa ubicada en la calle de Cuba, en el Centro Histórico, también ofrece espacio para dos residencias artísticas de tres meses, siempre a ciudadanos africanos que trabajan con un grupo interesado en su actividad.

Las dos casas funcionan como Asociación Civil y reciben apoyos de particulares. Sus sedes han sido entregadas por el Gobierno del Distrito Federal en comodato y ambas cuentan con un consejo administrativo. En el caso de la Citlaltépetl forman parte Álvaro Mutis, José Emilio Pacheco, Sergio Pitol, Ignacio Solares, Juan Villoro y José Areán, en calidad de tesorero, además de que pertenecieron a él los fallecidos Carlos Monsiváis y Augusto Monterroso.

“Nunca sabes cómo llegan”

A diferencia de otras ciudades miembros de ICORN, como las europeas, en la Ciudad de México se cuenta con casas destinadas especialmente a dar refugio, que se da a cambio de nada y que quiere funcionar “como una pista de aterrizaje” en la que los escritores puedan encontrar la paz que en sus países no existe.

“Nunca sabes cómo llegan –dice Olé-Laprune–, hay gente que llega muy tranquila, otros, como los primeros que llegaron de la guerra de los Balcanes, estaban extremadamente deprimidos y en mal estado mental, hasta físico. No puedes exigir nada, lo mejor es recibirlos y hablar con ellos sobre lo que quieren hacer, cómo se sienten, cómo ven las cosas”.

Algunos quieren escribir, hablar, conocer gente, viajar, “otros prefieren llevar una vida mucho más tranquila y retirada, concentrados en sus cosas”. Nunca será fácil y en las mentes de los escritores que llegan se da una mezcolanza de factores que les afectan: “están muy metidos todo el tiempo en su país, todos tienen hijos o familia que se quedan y efectivamente es difícil para un escritor, máxime para personas cuya vida se dedica a cosas de memoria, a redactar textos, es una vida de exiliado, de personas que traen un conflicto interno fuerte.

“Son gente compleja, gente que busca respuestas y buscan ubicarse frente al mundo y de repente llegan a un país y aquí nadie los conoce. En sus países eran escritores y tienen cierta fama, han publicado libros, la gente los respeta socialmente como el escritor, pero de repente llegan aquí y nadie los conoce, todo eso se mezcla”, agrega. Con todo ello hay ejemplos como el de Bajraj o Lamko que se han integrado completamente a México.

¿Y cómo trabaja contra el racismo en un país que según organizaciones sociales sigue siendo altamente racista?, se le pregunta al artista africano: “La discriminación es más de condición social en México. Cuando viví cinco años en Francia sentí una discriminación más fuerte que la que encuentro en México, aquí ser negro es ser parte de una discriminación positiva, en la calle la gente me saluda porque está esta parte del exotismo”, responde.

Ello tal vez sea producto de la historia de Méxicoc omo receptor de exiliados. “Somos una consecuencia de muchísimos ejemplos, de cómo esta ciudad se construyó con muchos exiliados. Somos la única ciudad que tiene un espacio dedicado a eso, en Europa se recibe al escritor refugiado en departamentos y el bibliotecario o la gente encargada de la cultura de la ciudad suele encargarse del escritor, nosotros decidimos hacer una cosa a la mexicana”, concluye Olé- Laprune.

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