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Luto en la filosofía, muere Adolfo Sánchez Vázquez

Llegó con el exilio español que tanto enriqueció la cultura en México. El gran filósofo marxista, murió ayer a los 95 años

Luis Carlos Sánchez y Virginia Bautista | 09-07-2011

CIUDAD DE MÉXICO, 9 de julio.-  “El exiliado descubre con estupor primero, con dolor después, con cierta ironía más tarde, en el momento mismo en que objetivamente ha terminado su exilio, que el tiempo no ha pasado impunemente, y que tanto si vuelve como si no vuelve, jamás dejará de ser exiliado.”

Así definió Adolfo Sánchez Vázquez en su artículo Cuando el exilio permanece y dura. A manera de epílogo su experiencia de expulsado. El  escritor, traductor, profesor y filósofo, “uno de los más importantes del siglo XX” según Stefan Gandler, partió a otro exilio del que no volverá.

 A los 95 años el hombre que llegó a México, expulsado de su país, junto a una pléyade de hombres brillantes, murió ayer en la Ciudad de México. Perteneció a un reducto intelectual en el que se incluyó a Eduardo Nicol, José Gaos, María Zambrano y Joaquín Xirau (padre de Ramón Xirau), en este país, pero también José Ortega y Gasset en Argentina, que continuaron una vida de erudición, dedicada enteramente al pensamiento.

Sánchez Vázquez nació en Algeciras, Andalucía en España, en 1915. Desde muy pequeño, junto con su familia, se traslado a Málaga donde sintió especial predilección por la poesía. Fue tal vez  del gusto poético de donde mamó la posterior dedicación intelectual. Junto a Emilio Prados se propuso sus primeras reflexiones profundas, de manera más formal después iniciaría estudios de filosofía y letras en la Universidad Central de Madrid.

Es entonces cuando entra en contacto con Alberti, Sender o Neruda y participa en Octubre y Sur, en esta última como director. La guerra se aproximaba pero ya estaba escribiendo los poemas de El pulso ardiendo que no se publicaría sino hasta 1942, tres años después de su llegada a México como parte de los hombres radiantes del exilio español.

El poeta y filósofo catalán Ramón Xirau recuerda que su compañero de exilio y él tenían ideas distintas, pero que siempre fueron buenos amigos. “Hay un libro de él con un prólogo mío. Luego a los dos nos gustaba la poesía, sobre todo la de la Generación del 27 en España. Fue gran amigo en la facultad. Llegó muy joven a México y realizó toda su obra aquí, se enamoró del país. Su estética es su gran aportación”, agrega.

Profesor emérito por la Universidad Nacional Autónoma de México, en cuyo seno científico encontró cobijo y donde heredó en vida su biblioteca, Sánchez Vázquez produjo su obra en este país. Las ideas estéticas de Marx en 1965, La filosofía de la praxis en 1967, Estética y marxismo de 1970, Recuerdos y reflexiones del exilio de 1997, Poesía y De la estética de la recepción a una estética de la participación  son solamente algunos filos de su producción.

Las universidades de Puebla, Nuevo León y Guadalajara lo distinguieron con el grado Doctor Honoris Causa. Lo mismo hizo la máxima casa de estudios de Cadiz, la Complutense de Madrid y la Nacional de Educación a Distancia de Madrid. En 2002 también recibió el Premio Nacional de Filosofía, Historia y Ciencias Sociales.

Su definición de lo que debería ser la izquierda, su defensa de un marxismo libertario y sus ideas estéticas sobre el arte mexicano son algunas de las aportaciones de Sánchez Vázquez, afirman sus amigos y colegas Luis Villoro, Xirau y Gabriel Vargas Lozano.

“Es un ejemplo de lo mejor que tuvo el exilio español en México”, comenta Luis Villoro. “En lo personal, siempre fue un hombre generoso a favor de los mayores ideales de justicia y libertad. En la cátedra y en la acción fue representante de un tipo de marxismo libertario, en contra de toda dictadura. Escribió muchas obras que perduran. Su ausencia es irremplazable”.

Para Vargas Lozano, alumno, ayudante de cátedra y colaborador en algunas de las revistas que dirigió su maestro, Sánchez Vázquez fue “uno de los filósofos más importantes de Hispanoamérica, pues hizo una propuesta original, la Teoría de la praxis, y reflexionó sobre la estética, la ética y sobre un marxismo abierto, autocrítico”.

“Era una persona muy congruente con sus ideas. Fue parte de las fuerzas antifranquistas, lo que lo llevó al exilio a México, y aquí siguió apoyando a los movimientos estudiantiles y universitarios. Es una gran pérdida para el pensamiento progresista del mundo”, añade. Comenta que el maestro estaba dictando sus memorias a su hija Aurora Sánchez Rebolledo. “Ya llevaba unas 400 cuartillas, en las que narraba una vida increíble”.

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