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¿Hay futuro?

Víctor Alejandro Espinoza

Víctor Alejandro Espinoza

Termina 2010; según los especialistas, el año más violeto en décadas. La violencia como el referente cotidiano de una ciudadanía espantada y deprimida. Nunca como hoy, los mexicanos nos sentimos en un remolino que nos traga y donde no vemos una salida. Pero además, los relatos de víctimas y las notas de los medios de comunicación dan cuenta de una crueldad inaudita. Ante ello y para no sucumbir, el voltear a otro lado, que las noticas se escurran, pasen de frente; la insensibilidad como único recurso para sobrevivir. ¿A donde hemos llegado? ¿A donde nos han conducido? ¿Hay responsables?

Ha sido un aluvión de pésimas noticias: asesinatos de defensores de derechos humanos, México el país más peligroso para ejercer el periodismo, madres de familia convertidas en investigadoras para llevar a los asesinos de sus hijos ante los tribunales y finalmente asesinadas; pueblos arrasados y abandonados, migrantes secuestrados y masacrados, versiones absurdas de las autoridades ante los asesinatos, el Jefe Diego secuestrado y luego reaparecido en su papel de Quijote de El Bajío; un presunto narcomenudista que muere asesinado por la policía municipal luego de que la Marina lo apresara y entregara en un pueblo abandonado de la mano de Dios. Una mujer al frente de la policía municipal en otro pueblo de Chihuahua donde nadie aceptaba el cargo, alcaldes asesinados, candidato electo al gobierno de Tamaulipas, también asesinado… el rosario parece interminable.

Intelectuales con pasado digno que ponen su inteligencia al servicio del poder por muchos pesos. Y hoy son los verdaderos voceros gubernamentales que desarrollan sesudas investigaciones para decir que lo de la violencia es pura percepción y los homicidios han descendido y que no hay de qué preocuparse; porque en otros países están peor y entonces estupefactos los ciudadanos sólo atinan a responder que ellos ni siquiera conocen Brasil o Colombia y que les interesa lo que pasa en su colonia donde la violencia es cotidiana.

Y resulta que ya los medios electrónicos no están haciendo bien su chamba pues todas las encuestas muestran que más del 80% de los mexicanos piensa que la inseguridad fue mayor en 2010 que el año anterior; y la empresa Gallup difunde que sólo un tercio de los mexicanos se siente seguro en el país. Claro, la conclusión es que la TV y la radio deben desterrar las malas noticias y enfatizar sólo lo bueno; si no podemos cambiar la realidad embellezcámosla.

Y otros investigadores que maquillan las cifras a nombre de funcionarios sin escrúpulos pero con poder que requieren estudios que digan que todo va bien y que económicamente somos bien competitivos aunque la realidad se empecine en demostrar lo contrario. Porque al mismo INEGI se le ocurre mostrar que en los últimos diez años el desempleo ha crecido en 333%; y ahora tenemos un país de clase media pues a los pobres ya los subimos de categoría; es cuestión de que se la crean que para eso tenemos muchos opinadores y economistas que están hartos de tanta pobreza y que han decidido erradicarla con un buen discurso clasemediero. ¿Qué pensarán de estas sesudas soluciones las legiones de “empleados” en los miles de cruceros del país?

El presente ya lo extraviamos; la corrupción corroe las estructuras gubernamentales y la respuesta no es erradicarla sino ocultarla; lo que apenas habíamos ganado en trasparencia y rendición de cuentas a partir de 2003, se decidió “proteger”; hoy las unidades de transparencia se han convertido en tapaderas de sus jefes corruptos.

Una de las dos instituciones creadas al calor de la transición, el IFAI, se encuentra en la mira de quienes conciben el ejercicio de gobierno como botín.

¿Puede haber futuro sin presente? La respuesta parece encontrarse en una profunda reforma institucional. No saldremos de este atolladero sin una reforma del Estado; las aspirinas ya no sirven ni como placebo. De manera destacada deberá transitarse hacia un nuevo sistema de gobierno; en lo personal apuesto por el semipresidencialismo. No podemos seguir pidiéndole todo a las reformas electorales; la solución pasa por el establecimiento de  nuevas reglas del juego para impedir que la corrupción y la impunidad continúen determinando los derroteros de la vida pública. Así  ya no se puede.

        *Investigador de El Colegio de la Frontera  Norte.

            victorae@colef.mx

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