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Violencia intrafamiliar, un factor que empuja a mujeres al suicidio

Existen ciertas problemáticas referentes al tema de género, debido a las estructuras sociales reproducidas, que llegan a afectar la salud mental y llevan a muchas personas al suicidio

Alejandra Espinoza y Yoel Esquivel | 10-09-2021
Que una mujer salga de una situación de violencia depende de la red de ayuda a su alrededor con la participación de la familia, amigos o conocidos.
Cuartoscuro

La violencia que una mujer puede vivir en su hogar es capaz de dañar su autoestima hasta un nivel que incluso la llevaría a conductas suicidas como única salida. El maltrato continuo genera efectos psicológicos y sociales que pueden ser prevenidos para evitar muertes por suicidio, considera Bianca Pérez, coordinadora de Sorece, una asociación de psicólogas feministas. 

De los reportes de emergencia recibidos de enero a agosto en la organización de apoyo Confianza e Impulso Ciudadano, el 71% corresponde a mujeres adultas, las cuales señalan la violencia psicológica y física como los principales factores ante una crisis emocional.

Estos dos últimos factores son el gancho para destruir la autoestima de las mujeres. La violencia consiste en criticar su apariencia, quebrantar los vínculos sociales, prohibirles trabajar, impedirles salir al espacio público, volverlas en extremo dependientes económicamente, golpes, arrebatos, entre otros, asegura Pérez. 

“Así la víctima se va sintiendo más sola y con menor valor. De esta forma se comienza a construir una depresión donde los síntomas crecen hasta llegar a la desesperanza, la desesperación y la impulsividad, los elementos que definimos como factores de riesgo para la consolidación de un suicidio”, comenta.

Fátima Flores-Palacios, especialista del Centro Peninsular en Humanidades y en Ciencias Sociales de la UNAM, agrega que una mujer sometida a violencia vive con inseguridad, problemas para construir relaciones sociales, miedos encubiertos y aislamiento, síntomas que también se trasladan de lo mental hacia enfermedades físicas. 

“Estas situaciones las conducen a depresiones profundas muy complicadas de remover por completo. Toda una repercusión de síntomas y sintomatologías culturales que se vuelven patologías, malestares y enfermedades”, asegura.

Entra la ayuda

El momento de actuar debe iniciar cuando los comportamientos de violencia sutil se presentan en la o las relaciones en las que está envuelta una mujer, a fin de que el círculo de agresiones se vuelva más sencillo de romper. Para identificarlos es posible hacer caso a instrumentos, como el violentómetro, señala Ana Celia Chapa, académica de la Facultad de Psicología de la UNAM.

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“Una vez identificados estos factores se puede hacer el acercamiento e incluso la misma mujer puede saber que vive violencia.También están los signos de alarma evidentes donde la persona ya no se comunica, cambia su comportamiento, da justificaciones o se aísla”, dice.   

El primer paso de ayuda es acercarse sin juzgar a la mujer sobre su permanencia en una situación de violencia, validar la experiencia vivida y proponer la generación de redes de apoyo y acompañamiento, con el propósito de que no se sienta envuelta en un proceso en soledad.

Que la mujer salga de una situación de violencia depende de la red de ayuda a su alrededor con la participación de la familia, amigos o conocidos. Las especialistas recomiendan acercarse a organismos o colectivos que blinden a la víctima, le ofrezcan ayuda psicológica, la asesoren legalmente en caso de una posible denuncia y la acompañen en cada proceso.

Pérez destaca que si el acompañamiento se hace de la mano de un tercero no se pone en riesgo el vínculo de la red de apoyo de la víctima, pues por la manipulación o la dependencia generada por el agresor, algunas optan por poner distancia para olvidar y no sentirse presionadas de abandonar el círculo de violencia. 

“En esos casos resulta contraproducente presionarlas o tratar de recomendarlas para hacer una denuncia inmediatamente porque pueden aislarse más. Van a evitar al amigo o familiar que les recomendó eso y siempre es mejor que las acompañe un tercero neutral capaz de dar información precisa para una mejor ruta hacia su atención”, menciona.

Si la mujer aún no acude por ayuda legal con las autoridades es importante establecer un plan de seguridad para que en cualquier momento la víctima se mueva y preserve su vida. Este consiste en tener papeles importantes a la mano, mudas de ropa, medicinas, una ruta de escape y ubicar un refugio o lugar seguro.

A estos factores se añade la ayuda psicológica y psiquiátrica que le permita a la mujer atender los efectos sociales y psicológicos de lo que ha vivido.  

Sobre la mesa está la opción de remitirlas a psicoterapia con enfoque de género y con el componente feminista. Esta les permite afrontar la violencia y las desigualdades que viven por el hecho de ser mujeres, cultivar el restablecimiento de su confianza y acompañamiento ante una potencial denuncia del o los agresores.

Flores-Palacios explica que en el proceso psicológico se trabaja en erradicar la idea de la violencia como algo natural a pesar de estar ya normalizada como forma de interactuar en el contexto familiar. También sobre cuáles son las consecuencias de mantener el estado de violencia y cómo evitar la repetición de patrón en generaciones futuras cuando se asuma el rol de madre. 

“Se trata de mostrarle que no es natural, que no debe permitirlo y que debe trabajar en la forma de asumir la realidad, a fin de generar una deconstrucción donde sea valorada como mujer, considerada como persona con derechos y con el potencial para vivir una vida libre y plena sin violencia”, dice.

Además de hacerle comprender que forma parte de un sistema inequitativo donde existe abuso de poder en el contexto familiar y que es víctima de un proceso no necesariamente relacionado con su agresor directamente, ya que este es producto de un sistema de injusticia patriarcal y misógino.

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“Es importante que la gente esté informada de los espacios de ayuda y de que las víctimas de violencia pueden tener la posibilidad de recurrir a ellos. Además de que siempre exista la puerta abierta de una amiga, un acompañante, un familiar que esté apoyando la iniciativa ante una situación de violencia”, refiere Flores-Palacios.

La importancia de la perspectiva de género y el feminismo

Los tratamientos psicológicos con el enfoque de género atienden la diferencia cultural a partir de los mandatos que estructuran la subjetividad de ser hombre o mujer y cómo repercuten en la forma de experimentar la vida cotidiana y la salud física y mental. A estos es posible integrar la postura feminista como una ética para entender las desigualdades.

“La perspectiva feminista en la psicoterapia incorpora la noción crítica dentro de su acepción original de la perspectiva de género, que es analizar desde las dimensiones de poder por qué las desigualdades se trasladan a malestares psicológicos en especial para las mujeres… Abordar los malestares emocionales desde el análisis social de las relaciones de poder, resaltando la importancia de no patologizar a la mujer como anteriormente se hacía con nuestros cuerpos y mentes”, aseveró Chapa Romero.

Este tipo de terapias hacen un análisis más amplio que sirvan para entender la vida de la persona y de las relaciones familiares. Crean la posibilidad de abordar de forma diferente los problemas que las personas llevan a terapia, no solo a nivel individual, sino en una dimensión amplia y social.

En la práctica se recuperan valores, como la sororidad, para que entre las mujeres se construyan formas de resistencia y apuesten por la colectividad, apunta Pérez. Los especialistas trabajan con el sentido de pertenencia porque cuando crean una red de apoyo se vuelve más fuerte el afrontamiento de los desafíos de la sociedad patriarcal.

“De manera que los grupos para trabajar la violencia son mucho más rápidos en comparación con los procesos individuales porque se van construyendo otras formas de resistencia y de cuidado colectivo que ayudan a las mujeres de una forma más integral. La perspectiva de género y el feminismo han construido herramientas para apoyar de forma más eficiente e integral a los casos de violencia”, puntualiza Pérez.

La masculinidad tradicional: resistencia a las terapias 

En México y en el mundo existen ciertas problemáticas referentes al tema de género, debido a las estructuras sociales reproducidas, que llegan a afectar la salud mental y llevan a muchas personas al suicidio. 

La masculinidad tradicional, conocida como machismo, es un ideal inflexible que busca diferenciarse de la feminidad. Las personas que se identifican con esta representación se comprometen a realizar acciones o hábitos que se catalogan como propias de los hombres. Incluso llegan a posicionarse en un papel de superioridad y fortaleza, tal como explica el maestro de Relaciones de Género de la Universidad de Zaragoza, David Pinilla Muñoz. 

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Este es un factor que daña a los mismos sujetos inmersos en el rol tradicional de masculinidad. Estar enclaustrados en un estereotipo les impide demostrar signos de debilidad, como el hecho de solicitar ayuda. De hecho, de cada diez pacientes adultos que buscan atención psicológica, únicamente dos son hombres, tal como lo menciona la coordinadora general de la Clínica de Atención Psicológica Integral para el Bienestar del Centro Universitario de Ciencias Sociales (CUCS), la doctora María Guadalupe Covarrubias de la Torre. 

Dicha situación se puede ver reflejada en la tasa de suicidios en México publicada por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI). En el 2020, más de 6,400 hombres se quitaron la vida, mientras que los casos en las mujeres ascendieron a un poco más de 1,500. Las cifras mantienen una asimetría similar por lo menos en los últimos tres años. 

El presidente de la Sociedad Nayaritense de Psicología y tesorero de la Asociación Mexicana de Suicidología, Rodolfo Moreno Ramírez, menciona que el género es uno de los factores de riesgo que influyen en la intención o culminación de un suicio y tratar estos casos requiere de una perspectiva de interseccionalidad. 

“Desde la terapia cognitivo-conductual, que es la terapia que yo manejo, podemos generar la perspectiva de género y la perspectiva de interseccionalidad. Es decir, elementos que se entrecruzan y crean también cierta vulnerabilidad con las personas. Por ejemplo, una hombre que es homosexual y que aparte pertenece a un grupo de personas con discapacidad y aparte, también es una persona de una comunidad indígena. En mi tratamiento no puedo perder de vista todos esos elementos que se entrecruzan con mis consultantes”, dice el especialista en temas de suicidio, Rodolfo Moreno. 

De acuerdo con los aspectos sociales, económicos, culturales, religiosos, de género, orientaciones sexuales o biológicas, las personas estarán más expuestas a problemáticas que influyen en sus vidas. Por lo tanto, se requiere de un cambio estructural y de mentalidad, así como la escucha activa y el acompañamiento a personas que probablemente se resisten a una atención psiquiátrica oportuna, con la finalidad de prevenir los suicidios.  

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