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Patrón Pablo Escobar; imperio de terror cayó hace 25 años

El capo, líder del cártel de Medellín, murió a los 44 años a manos del mayor de la Policía Hugo Aguilar, quien le disparó directo al corazón el 2 de diciembre de 1993

DPA | 02-12-2018
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MEDELLÍN.

Buena parte de la historia violenta de Colombia se cerró hace 25 años en el tejado de una casa de un barrio de clase media de Medellín. Allí, tendido terminó Pablo Escobar.

Los policías que lo mataron aquel 2 de diciembre de 1993 se tomaron fotos con enormes sonrisas cerca del cuerpo de quien fuera el principal narcotraficante del mundo. Varios hicieron con los dedos la “V” de la victoria y en el país se vivió, entonces, un ambiente de fiesta.

Pero en una parte de Medellín, principalmente en los barrios marginales en los que El Patrón demostraba el porqué era llamado con ese apodo, lo lloraron. Su sepelio fue multitudinario y con muestras de dolor de quienes lo admiraban.

La muerte de Pablo Emilio Escobar Gaviria, considerado, sin vacilar por los organismos de seguridad, como “el enemigo público número uno de Colombia”, puso punto final a una ola de ataques terroristas ejecutados por el cártel de Medellín desde comienzos de los años 80.

Escobar, quien nació el 1 de diciembre de 1949 en Rionegro, un municipio próximo a Medellín, empezó su vida delictiva en los años 60 como contrabandista y en los 80 incursionó en el mundo del narcotráfico, que a la postre se convirtió en un delito que financia en buena parte el conflicto armado colombiano.

Con un espíritu empresarial, Escobar vio una oportunidad de ganar dinero enviando cocaína a Estados Unidos y para eso buscó contactos para comprar la materia prima, la pasta de coca, en Bolivia y Perú.

Pero el crecimiento de sus ganancias tenía que ser justificado de alguna forma y entonces buscó poder político, para lo cual se incorporó al Partido Liberal, a nombre del cual alcanzó a ocupar un escaño en la Cámara de Representantes.

Dueño de un discurso anti-imperialista y hasta con cierto tinte izquierdista, aunque su banda financió a grupos paramilitares ultraderechistas, Escobar fue desenmascarado en el Congreso por el entonces ministro de Justicia, Rodrigo Lara, que militaba en un sector político que enarbolaba la lucha contra la corrupción.

Las acusaciones de Lara marcaron un antes y un después de Escobar, quien salió del Congreso y pasó abiertamente a la clandestinidad como jefe del cártel de Medellín y líder de centenares de jóvenes pistoleros amantes del dinero fácil.

Su primer desafío contra el  Estado fue en abril de 1984, cuando el ministro Lara fue acribillado en Bogotá. Para Colombia fue el inicio de una época marcada por el terrorismo con innumerables coches bomba en grandes ciudades.

El cartel de Medellín destruyó la sede del servicio de inteligencia y la edificación del diario El Espectador, cuyo director, Guillermo Cano, también murió por los disparos de la mafia. Su osadía no tenía límites y hasta llegó a derribar un avión comercial en pleno vuelo.

Uno de los magnicidios que más conmoción provocó fue el de Luis Carlos Galán, cometido en agosto de 1989, cuando era el favorito para ganar las presidenciales de 1990.

Escobar se entregó durante el gobierno de César Gaviria (1990-1994) tras el ofrecimiento de beneficios judiciales, como el de no ser extraditado a Estados Unidos. Pero se fugó en 1992 después de pasar un corto tiempo en La Catedral, una prisión que permitieron acondicionar a los propios narcotraficantes con grandes comodidades en unos terrenos que pertenecían al propio Escobar.

Ingenioso para burlar la persecución de un grupo de élite policial y militar que lo buscó por años, llamado Bloque de Búsqueda, Escobar cayó por un error que cometió aquel 2 de diciembre de 1993, cuando una charla telefónica con su hijo le proporcionó a las autoridades su ubicación exacta en una casa de Medellín.

El hombre más buscado del país trató de huir por el tejado, pero los relatos oficiales dicen que uno de los comandantes del Bloque de Búsqueda, el entonces mayor de la policía Hugo Aguilar, fue quien le dio un disparo certero que le atravesó el corazón.

 

CAPOS DE TV ATRAEN A TURISTAS

Medellín está considerada como una de las ciudades más innovadoras del mundo y es la cuna de exitosos artistas, como el pintor Fernando Botero, el director de orquesta Andrés Orozco-Estrada o los cantantes Maluma y J Balvin.

Pero eso no ha sido suficiente para que la segunda ciudad más grande de Colombia haya dejado atrás el estigma que dejó la guerra contra el narcotráfico de los años 80 y 90 y tampoco ha evitado que siga siendo un destino ligado a Pablo Escobar.

El emporio construido por el líder del cártel de Medellín dejó en la ciudad sitios que hoy en día son una atracción para los turistas, en especial extranjeros, que llegan impulsados por el puñado de series de televisión, libros y películas que se han hecho de la vida de este criminal.

Los turistas han ido cambiando por épocas. Cuando salió la serie (colombiana) El patrón del mal, los que más venían eran mexicanos, argentinos, chilenos y peruanos.

Después, cuando empezó Narcos, de Netflix, empezaron a venir brasileños y estadunidenses, estos últimos son los que hoy en día más van al tour”, explica Óscar Cantor, vocero de una de las agencias que ofrecen un recorrido por los lugares que Escobar marcó en la cálida ciudad.

A la alegría de la gente, su famosa amabilidad y ese acento cantado de los “paisas” se suman visitas a la Hacienda Nápoles, donde Escobar construyó un zoológico con fauna africana o la llamada Catedral, una cárcel donde el capo vivía con todo tipo de comodidades y que hoy es un asilo.

Estos recorridos van desde los 50 hasta los 800 dólares.

—DPA

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