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Colombia un oasis para los venezolanos

La diáspora que huye de la crisis económica en Venezuela encuentra refugio en Colombia, incluso tras participar en una rebelión contra el presidente Nicolás Maduro

Martha Elena Blanco / Enviada | 23-07-2018
Fotos: Reuters/Archivo

BOGOTÁ.

Martes por la mañana. El noticiario local de la cadena RCN informa que se encontraron 23 niños venezolanos en la frontera de Cúcuta, los cuales serán sometidos a revisiones médicas y trasladados a un albergue en lo que sus padres los reclaman.

En Bogotá, un venezolano que huyó de su país por problemas políticos hace poco más de un año, se prepara para trabajar en un restaurante de hamburguesas y cerveza artesanal.

Las historias son tan diversas como los más de un millón de venezolanos que se estima han cruzado la frontera en los últimos 15 meses, de los cuales 819 mil son con “vocación de permanencia”, según indicó el gerente de Frontera con Venezuela, Felipe Muñoz.

Pero los que llegan a Bogotá son los más beneficiados. Muchos de ellos tuvieron una vida acomodada en Caracas y su arribo directo a la capital les ha permitido evitar el martirio de ser discriminados en las fronteras, donde la concentración de venezolanos copa los servicios colombianos.

Pero no por eso el golpe de ser un inmigrante tratando de buscar un sitio para vivir mejor es menor. “Sentí horrible dejar mi país, mi familia. No había salido en 22 años. Pero en Venezuela estaba estancado, a veces veía que el dinero bajaba de a poquito: si antes ibas al cine dos veces al mes, luego uno y ahora nunca porque la ida te costaba lo de dos almuerzos”, recuerda Roberto con ojos llorosos, que contrastan con su imagen de hombre rudo, de 1.75 metros aproximadamente, moreno, cara larga y barba cerrada.

Roberto pidió el anonimato a Excélsior y por ello se oculta su nombre real.

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PERSEGUIDO POR MADURO

El detonante para que Roberto abandonara su patria no fue otro sino el de participar en la rebelión encabezada por el oficial del Cuerpo de Investigaciones Científicas, Penales y Criminalísticas, Óscar Alberto Pérez, quien el 27 de junio robó un helicóptero y disparó al Ministerio del
Interior.

También lanzó al menos cuatro granadas en una sesión en la Sala Constitucional, e hizo un llamado a militares, policías y civiles para una insurrección contra Maduro.

El final de su rebelión ocurrió el 15 de enero de este año, cuando el ejército oficialista lo mató a él y a su equipo en una casa en Junquito, cerca de Caracas.

“Era muy amigo mío. Yo lo apoyé en el plan que hizo. Compartía su visión de cambiar al gobierno”. Cuando Pérez dio la cara como rebelde, Roberto fue asediado por las autoridades que lo buscaban en su casa, en restaurantes, tratando de encontrar una pista que lo vinculara a Pérez. Fue así como decidió irse de su país y llegar a Colombia, donde nació su padre y, por fortuna, le dio la
nacionalidad.

Mi objetivo es irme a Estados Unidos, con mi papá y mi hermano. Y espero que el ser ciudadano colombiano pueda facilitarme las cosas”, expresó con esperanza.

APOYO VENEZOLANO

Su camino ha sido tortuoso, pues lejos de ser gerente de restaurante, actividad que realizaba en Caracas, o de contador público, su profesión, debió comenzar como cargador de mudanzas, para luego aprender albañilería y plomería y construir el restaurante del que ahora es jefe de servicios y mesero. “No vine aquí a ser mártir. Vine por una oportunidad y hay que buscarla”.

En esta ciudad cosmopolita, el amigo del primo venezolano siempre está dispuesto a ayudar a otro compatriota. A Roberto lo apoyaron Marcel y Gabrielle, empresarios caraqueños que tienen tres años en Bogotá, gracias a una red de amistad que busca siempre tender una mano cuando es posible. “Cuando llegué aquí creé un grupo grande de amigos venezolanos”.

Y no es que tenga preferencia por ellos, pero si hay oportunidad y son personas de trabajo, qué mejor poder ayudar”, explicó Marcel, quien puso un negocio que hubiera fracasado en su país porque “los grandes contratos son para quien está apalancado con el gobierno y a los pequeños negocios se los come la hiperinflación”.

Las lágrimas se asoman en los ojos de Roberto al recordar Caracas, pues lo que más le marcó en su visita en diciembre fue ver a niños y ancianos, algunos en sillas de ruedas, buscando comida en la basura.

El salario en bolívares ya no te alcanza, si quieres vivir debes tener un ingreso en dólares”, explica Marcel. Su padre recibe una pensión en dólares; el padre de Roberto manda dinero desde EU para la colegiatura de su hermana y la manutención de su mamá.

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INSEGURIDAD

En Bogotá, la recepción de inmigrantes es buena a pesar de que los delincuentes detenidos de nacionalidad venezolana hayan sido más de 350, en 2017, según la Policía Metropolitana; de ellos, 241 fueron aprehendidos por robo a personas y negocios.

Aunque las recomendaciones a turistas son que nunca tomen un taxi de la calle, no muestren su celular y no hablen con desconocidos ni den información personal, no se escuchan bogotanos que culpen a venezolanos de la inseguridad. “Hay que apoyarlos. Ellos están pasando por una situación muy difícil y si nosotros podemos recibirlos y ayudarlos a tener una mejor vida, bienvenidos”, dijo Carolina, una publicista.

Pero los estudios dicen lo contrario. El investigador del Observatorio de Venezuela de la Universidad del Rosario, Ronal Rodríguez, dijo al diario El Tiempo que uno de los estereotipos más marcados entre la gente es que los que vienen de Venezuela son pobres y que su llegada significa un gasto, más que una oportunidad de desarrollo.

A pesar de ello, el gobierno colombiano da los servicios básicos de salud, vivienda y educación al más de millón de venezolanos que han cruzado la frontera; busca legalizarlos cuanto antes para darles las mismas oportunidades de trabajo que sus ciudadanos.

Hasta el 18 de julio, el Registro Administrativo de Migrantes había censado a 442 mil 462 venezolanos, de los 870 mil 93 que inmigraron, según Christian Krüger, director de Migración Colombia.

Mientras tanto, ya entrada la tarde, Roberto toma la orden de un grupo de seis personas que se preparan para cenar. La vida en Estados Unidos aún es lejana, pero el apoyo que le ha dado la nación vecina (que indirectamente también es su patria) le da la certeza de que alcanzará su objetivo más pronto de lo que imaginó en un principio.

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