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Expresiones

Jordi Soler rescata la plantación en su más reciente libro 'Usos rudimentarios de la selva'

El escritor mexicano charló con Excélsior acerca de Usos rudimentarios de la selva, su más reciente título

Mario Alberto Medrano | 18-10-2018
 Jordi Soler nació en 1963 en La Portuguesa, en Veracruz. Foto: Notimex
Jordi Soler nació en 1963 en La Portuguesa, en Veracruz. Foto: Notimex

CIUDAD DE MÉXICO.

Usos rudimentarios de la selva (Alfaguara, 2018), el más reciente libro de Jordi Soler (1963), narra la vida en la selva veracruzana, específicamente en La Portuguesa, una plantación de café. En esta docena de capítulos, que son la urdimbre de una sola novela, se teje el erotismo, la depredación, la voracidad de la atmósfera, así como la ficción y la realidad. “Aunque la mayoría de los relatos son de verdad, todos están tocados por la ficción. Mi oficio: inventar cosas”, dice.

Mediante un narrador en primera persona, que es el mismo durante toda la obra, Usos rudimentarios de la selva da cuenta, con un tono autobiográfico, de la vida rural, la violencia, la xenofobia y los placeres en esta región de México.  “El libro está escrito no como es la vida, que lleva una secuencia lógica y temporal, sino como se recuerda, jerarquizando momentos. Está escrito en doce tramos porque me pareció que era un conjunto de historias, que al final es una sola, que requerían mucho espacio alrededor. Por ejemplo, el relato El pájaro está escrito a mucha velocidad, sólo tiene comas, el único punto que tiene es el final. Después de esa historia, lo que me apetecía era cerrar el libro y volver después. No quería hilarla en el mismo capítulo, porque tiene un estándar de velocidad especial. Hay velocidades distintas en cada capítulo. Esto me llevó a la conclusión de que tenía que hacer una novela en doce cuadros”, asegura Soler.

Así como Santa María y Comala son personajes centrales en la literatura de Juan Carlos Onetti y Juan Rulfo, respectivamente, La Portuguesa lo es en la obra de Jordi. “El personaje principal es la selva, en general, y La Portuguesa, en particular. Es un espacio físico que ya había visitado en mis anteriores novelas, Los rojos de ultramar y La última hora del último día. Éste es el tercer libro que está escrito ahí.

La selva se comporta como un personaje, agrede a los otros o los alimenta, les permite esconderse. Es también la fuente de la mayoría de los peligros: bien puede salirte un salvaje con un machete o un tigrillo a morderte. Todos están continuamente defendiéndose de ella. La selva es el motor de este libro, va delineando el destino de todos los personajes”, afirma el narrador.

Usos rudimentarios de la selva no escapa al humor ni al erotismo, una constante en la narrativa de Jordi Soler. “Al ser una realidad tan dura, falta el contrapeso del humor, el cual siempre sirve de desahogo al lector y al escritor. Además, es uno de los vectores importantes de El Quijote, que es mi novela referencial. Esa condición humorística se ha conservado en la literatura latinoamericana; paradójicamente, en España se ha proscrito en la literatura, por lo que han matado a Cervantes. Y yo cada vez que echo mano del humor, que es siempre, me siento satisfecho de estar perpetrando el espíritu cervantino. No le hace falta mi ayuda, pero me hace ilusión decirlo”.

En cuanto al erotismo, Soler asegura que en un ámbito agreste la sexualidad es cotidiana. “El entorno selvático condiciona la velocidad de la vida: los niños son niños muy poco tiempo. Inmediatamente crecen, tienen acceso al sexo, que es una de las fuerzas de la selva; ven todo el tiempo copulando a las  vacas  o a los caballos. El sexo es una cosa más natural que en las ciudades. La velocidad de la vida que sucede en la plantación del café descompone todo muy rápido, toda la materia de vida se pudre, entra en un estado de putrefacción, incluso la vida de las personas”, recalca.

El globo, Una fuerza sorda que absorbía la luz, El cocodrilo, Los chinos y Los negros son algunos de los componentes de este corpus. Los últimos dos citados son para Soler una muestra de la condición actual que viven los migrantes en el mundo. “Tanto el relato Los chinos como el de Los negros se han leído en Europa como una parábola de estas migraciones muy nuevas, como la de los sirios, otras no tan nuevas, como la de los marroquíes. Mis lectores europeos ven La Portuguesa como el bastión que hay que defender  de las invasiones bárbaras”, concluye el autor.

 

cva

 

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