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Expresiones

J.M. Coetzee, en resistencia contra la hegemonía del inglés

“No me gusta la arrogancia” de los angloparlantes, dijo ayer en la UNAM el Premio Nobel de Literatura 2003

Juan Carlos Talavera | 25-10-2019
Foto: Mateo Reyes
Foto: Mateo Reyes

CIUDAD DE MÉXICO.

J.M. Coetzee (Sudáfrica, 1940) es un escritor que vive en el terreno de la resistencia y la humanidad, un combatiente de la narrativa que defiende a las lenguas oprimidas y descree del capitalismo salvaje y de la cultura anglosajona.

Ayer se presentó en la sala Nezahualcóyotl de la UNAM ante casi mil estudiantes, quienes escucharon algunas de sus ideas y convicciones, en una entrevista sujeta al marasmo de un guion preestablecido, en donde habló de poesía, fotografía, sus orígenes literarios y su escepticismo por el idioma inglés.

Y adelantó que en este momento un cineasta argentino quiere hacer una serie de televisión a partir de una de sus novelas sobre Jesús, pero no se ha concretado por falta de presupuesto.

No me gusta la manera como la lengua inglesa está manejando el mundo, como empuja hacia abajo los idiomas menores que encuentra en su camino, tal como sucede en Sudáfrica. Tampoco me gustan esas pretensiones universalistas del inglés, con esa creencia de que el mundo es sólo como lo ve su mirada. No me gusta la arrogancia que esta situación crea en sus parlantes nativos y, por lo tanto, hago lo que puedo para resistir esa hegemonía del idioma inglés”, expresó el autor de Vida y época de Michael K. y Diario de un mal año.

Entonces John Maxwell Coetzee recordó las palabras del poeta estadunidense W.S. Merwin —fallecido en marzo pasado y considerado uno de los escritores más influyentes del siglo XX— cuando le cuestionaron a quién le escribe el poeta.

Él respondió que ‘a nadie, o a todos, pero, sobre todo, al idioma’. Y esa respuesta me pareció profundamente verdadera, pues un poeta desea contribuir a los recursos del idioma que él utiliza y que lo utilizan a él como su instrumento. Pero también me iluminó sobre por qué hoy no escribo poesía”, dijo el Premio Nobel de Literatura 2003, quien recordó que desde su niñez escribe en inglés y que en ese acto descubrió que se estaba liberando del punto de vista reducido de los afrikaners.

Yo caí en el encantamiento de los poetas en lengua inglesa, particularmente con algunos modernistas como Ezra Pound, y escribí poesía para imitarlos. Pero poco a poco aquel impulso de escribir poesía fue cada vez menor y, cuando empecé a escribir seriamente a los 30 años, me instalé en la escritura de prosa en inglés. Sin embargo, jamás he sentido que el inglés sea mi idioma tal como lo debió sentir William Shakespeare o quizá Thomas Hardy o Herman Melville”.

Y aunque aseguró que tiene un buen manejo del inglés, “cada vez más me siento un extranjero que maneja otra lengua. A lo mejor por eso mi inglés puede traducirse tan fácilmente. Sin embargo, he trabajado con traductores de otras lenguas (como el español) para mis libros y parece ser que sus versiones no son inferiores al original”.

Sin embargo, reconoció que hoy no podría escribir poesía en inglés. “No podría hacerlo, porque no puedo imaginar escribir para un idioma que le pertenece a alguien más”, añadió.

Y por esa razón, el novelista decidió que algunos de sus libros aparecieran primero traducidos al español antes que en su versión original en inglés. “Es el caso de Siete cuentos morales, que apareció primero en librerías de Argentina antes de llegar al mundo de habla inglesa. Pero no me importa particularmente que un libro que yo escriba aparezca primero en inglés, porque mis libros no están enraizados en ese idioma”.

 

UN GESTO POLÍTICO

 

Al comienzo de la charla, el autor nacionalizado australiano desde 2006 se disculpó porque sus respuestas no serían espontáneas: “Debo aclarar al público que estamos siguiendo un guion para esta entrevista y que he tenido la oportunidad de reflexionar sobre las preguntas de Raquel (Serur), y así pensar a fondo en mis respuestas. Por lo tanto, lo que esta entrevista puede perder en espontaneidad, espero que obtengan en claridad”.

Serur le preguntó por qué en los últimos años ha visitado asiduamente países como México, Colombia, Uruguay y Argentina, y por qué Siete cuentos morales apareció primero en español.

Coetzee aseguró que el  hecho de publicar primero en español es un gesto político. “Definitivamente es un gesto de mi parte. Yo me imagino que es un gesto político y para mí tiene una relevancia fundamental.

Y viendo mi carrera como escritor que se extiende por más de cinco décadas esto es lo que veo: a un joven hombre que nació en Sudáfrica, proveniente de una etnicidad difícil de definir. Como una primera aproximación este joven hombre parece ser un afrikaner, pero hay varias características clave de esa identidad que él no posee. Por ejemplo, él no pertenece a la iglesia calvinista”, explicó.

Sin embargo, ese joven que adquirió el inglés y publicó su primera novela en Sudáfrica, tuvo una ambición mucho mayor desde el principio: “deseaba ser publicado en el mundo real que para él significa Londres y NY”.

Recordó que a los 40 años publicó Esperando a los bárbaros, bestseller que alcanzaría Londres y NY. Pero pasaron los años y ese autor internacional se sintió cada vez más enajenado de EU, especialmente del siglo XXI y de George Bush hijo, y no le gustó la creencia complaciente de los estadunidenses, de su sistema económico, de su manera de vivir y que su cultura fuera la destinada a manejar el mundo.

Y en cuanto al Reino Unido, añadió, ese lugar en donde ha vivido y trabajado, “no hay ningún otro país en el cual me sintiera más fuera de lugar”.

Coetzee reconoció que la religión nunca ha sido algo relevante en su vida, aunque siempre le ha conmovido la vida y la muerte de Jesús. “Me afectó mucho El evangelio según San Mateo, de Pier Paolo Passolini que vi una y otra vez”. Y sobre su novela Esperando a los bárbaros, recordó que fue inspirada por el poema homónimo de Constantine Cavafis, en donde se plantea la desaparición de los bárbaros y cuestiona quiénes son los verdaderos bárbaros.

Por último, habló sobre su ensayo autobiográfico Recordando Texas, en donde recuperó sus años como estudiante (de 1965 a 1968) en la Universidad de Texas. Explicó que en sus tiempos de preparatoria quería ser matemático, hasta que trabajó en una empresa que fabricaba computadoras, pero empezó a pensar como una máquina. Entonces escribió a varias universidades estadunidenses para entregarse a algún programa literario... y así llegó a Austin.

El hecho es que la Universidad de Texas me rescató de un camino poco claro y me permitió leer libremente. Mis años en Texas fueron gracias a los contribuyentes de Estados Unidos. Y aunque cada vez más me siento ajeno a Estados Unidos, siempre estaré agradecido con los estadunidenses por su generosidad”, concluyó.

 

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