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Expresiones

Diamela Eltit, transgresión fina

La narradora y ensayista chilena piensa que la literatura no cambiará al mundo, pero sí permite construir un espacio de resistencia

Virginia Bautista | 15-09-2019
Diamela Eltit, transgresión fina
La reconocida narradora y ensayista chilena Diamela Eltit habla sobre los efectos de la literatura en su vida y los temas que ha explorado.

CIUDAD DE MÉXICO.

Escribir es una fuga de la vida”, piensa la narradora chilena Diamela Eltit, para quien el espacio que le da este acto creativo no es negociable. “Nunca lo he pensado en términos de fama, ni de gloria ni de dinero, sino como un privilegio”.

A sus 72 años y después de dar vida a unos 25 títulos, entre novelas, ensayos y testimonios, la autora está convencida de que escribir es “salir”. “A veces tienes grandes problemas domésticos o cotidianos, pero escribes y éstos desaparecen. La vida no está pensada para que uno escriba, si lo haces hay un transgresión fina, no violenta, pero necesaria; si no, la vida sería muy restrictiva”.

En entrevista con Excélsior, la graduada en Letras en las universidades de Chile y Católica, quien estuvo en México en el marco del Hay Festival Querétaro, confiesa que en ocasiones se siente abrumada por su trabajo literario.

“He hecho tantos libros, pero cada uno es como el único. Mientras lo escribo desaparecen los otros. Entonces, me siento privilegiada, porque siempre he pensado que la vida es muy burocrática, repetitiva, te obliga a hacer cosas si decides vivir bajo el amparo del sistema. Por eso, siempre es necesario salir”, dice tajante.

La considerada una de las voces femeninas críticas más importantes de Latinoamérica aclara que nunca ha pensado que la literatura cambie al mundo. “Ojalá fuera así, pero no lo es. Lo literario es uno de los elementos; pero, además de literatura, necesitamos comunidad, solidaridad, romper los velos de la dominación y abrir un espacio para el futuro, para que las niñas del porvenir no sean más discriminadas, maltratadas o asesinadas”.

Quien publicó en 1980 su primer libro de ensayos, Una milla de cruces sobre el pavimento, y tres años después su novela Lumpérica, sigue pensando que es urgente construir desde la literatura un espacio de resistencia.

“Sin eso estamos jodidos, porque se necesita una comunidad fuerte, especialmente de mujeres; porque las mujeres no han conseguido aún la igualdad, a pesar de ser la mitad del mundo, ¿por qué? En parte, creo que porque la mujer sigue colonizada mentalmente por la masculinidad. La gran tarea es con las mujeres, hay que reconfigurar una comunidad femenina sólida y buscar juntas la igualdad”, agrega.

La catedrática desde hace 12 años de la Universidad de Nueva York, donde imparte Escritura Creativa, tras hurgar desde hace casi cuatro décadas en temas como la desigualdad, la pobreza, la violencia, el cuerpo femenino y la censura, destaca que ella cree en la justicia, no en la reconciliación.

“La reconciliación es un término religioso. Me parece bien que la gente que es religiosa lo considere, pero no es mi tema. Sólo creo firmemente en la justicia. No es posible que en la injusticia haya un acto de reconciliación”, añade.

La ganadora del Premio Iberoamericano de Narrativa José Donoso 2010 entregó el año pasado la novela Sumar, inspirada en “la gran marcha” de los vendedores ambulantes chilenos hacia la casa de gobierno de La Moneda. “Se me ocurren cosas medio locas, pero me pregunto por qué no ocuparme de ellas. Yo no me considero una escritora profesional, no tengo ninguna obligación de escribir. Incluso, ahora me gustaría tomarme un descanso”, comenta mientras sonríe.

Dice que sólo vive medio año en Estados Unidos y el resto del tiempo le gusta viajar por Latinoamérica. “Viví en México de 1991 a 1994, cuando fui agregada cultural de la Embajada de mi país. Estar aquí para mí es algo terapéutico. Me siento como en mi casa”, señala quien fue esposa del poeta Raúl Zurita, de 1979 a 1990.

Una avalancha del cuerpo

Diamela Eltit afirma que el cuerpo, uno de los temas en los que más ha hurgado, “es una región inacabable, que no se agota en rigor nunca; porque si bien no es lo único que tenemos, constituye la mayor parte de ello, para bien y para mal. Entonces, el cuerpo es un material, incluso para el propio sujeto que lo posee, inabarcable y generalmente está escrito por las instituciones; sobre todo el cuerpo de las mujeres, ha sido históricamente escrito, reescrito y sobre escrito”.

Quien ha sido profesora visitante en las universidades de Berkeley, Columbia, Stanford, Johns Hopkins, Virginia y Pittsburgh asegura que hay otro tema fundamental: la ausencia del cuerpo, por ejemplo, los desaparecidos.

“En Chile conocemos muy bien esa categoría, que desgraciadamente se instaló en 1973 y duró hasta 1989. En todas las culturas existe la ceremonia de despedir a sus muertos. Entonces, el que desaparezca alguien nos produce un vacío.

“La realidad actual está teñida por una avalancha del cuerpo: los cuerpos de los migrantes, que viajan, son objetos con historia y marcas. La medicina, las estéticas y los laboratorios se han apropiado del cuerpo de las mujeres, con sustancias peligrosas buscan llegar a una perfección que no existe. No hay momento que el cuerpo no haya lidereado un espacio social de envergadura”, señala la autora.

Tras lograr que la mayor parte de su obra haya sido reeditada en 2012 y traducida al inglés, francés, italiano, griego y finés, Eltit admite que no tiene grandes obsesiones con la autoría y que en lo que escribe “hay una parte importante de dominio público, que debería estar abierta a cualquier experiencia”.

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