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Expresiones

Boris Vian, músico, poeta y loco

Revaloran la obra del poeta, músico y dramaturgo francés, de cara al centenario de su nacimiento; buscan más lectores

Juan Carlos Talavera | 23-06-2019
Ilustración: Horacio Sierra
Ilustración: Horacio Sierra

CIUDAD DE MÉXICO.

Admirado por Julio Cortázar y poco conocido en México, el narrador, dramaturgo, poeta, jazzista, traductor y periodista Boris Vian (1920-1959) es recordado hoy, a 60 años de su fallecimiento, por el traductor colombiano Camilo Rodríguez y el narrador Atzin Nieto, quienes hablan sobre la potencia de su prosa, de su poesía, su protagonismo como autor de novela negra y la musicalidad y desenvoltura rítmica del jazz en su obra completa.

Nieto adelanta que el próximo año se realizará una celebración por el centenario el nacimiento del autor de La espuma de los días y El arrancacorazones.

Primero, un homenaje en colaboración con Imanol Caneyada, dentro de las jornadas de novela negra en la Feria Internacional del Libro del Palacio de Minería de 2020; y, segundo, la publicación de dos antologías, una con ensayos sobre el francés, prologado por Sébastien Rutés, y otra con cuentos.

En entrevista con Excélsior, ambos creadores afirman desconocer los motivos por los que Vian circula tan poco en México, aunque sugieren algunas ideas: la falta de nuevas ediciones y traducciones, su distanciamiento de Jean-Paul Sartre, convertirse en un autor políticamente incorrecto y su incesante uso de seudónimos o heterónimos, que lo enfrascaron en una interminable pugna con la institución fiscal en Francia.

El primero en hablar es el traductor colombiano Camilo Rodríguez, quien lo ha revisado desde la poesía. “Boris Vian era un poeta de la vida y de la creación artística que, en su corta existencia, exploró con gran fortuna, y a contrarreloj, todos los géneros y artes que estuvieron a su alcance: cine, pintura, música, fotografía y literatura”, dice.

Como poeta no fue muy prolífico, ya que sólo escribió cuatro poemarios; pero la invención poética estuvo presente en todas sus facetas creativas. Le encantaba inventar palabras por igual en conversaciones, presentaciones de libros y, por supuesto, en sus propias obras.

Además, como era ingeniero de formación, llegó al punto de inventar objetos que se originaron en la invención de una palabra, como es el caso del célebre pianoctél (pianocktail, en francés), que era básicamente un dispositivo que permitía crear cocteles a partir de las teclas melodiosas de un piano, que se combinaban para formar una bebida distinta cada vez”, apunta.

Al leer su poesía se percibe la musicalidad y la desenvoltura rítmica del jazz. Versos cortos, que nunca van más allá del endecasílabo, de rima consonante y que recuerdan los romances del primer García Lorca, el del Romancero gitano. Sus primeras publicaciones fueron sus crónicas y críticas musicales en el Jazz Hot y el Combat.

Incluso, en su prosa subyace una estructura jazzística de la improvisación, las frases largas, cadenciosas, y donde lo importante no es la caída, la reflexión final, sino la duración, el devaneo mismo del pensamiento y la melodía del lenguaje, como sucede en las piezas de jazz”, añade Camilo Rodríguez.

De hecho, la multiplicidad en los oficios y ejecuciones de Boris Vian era algo muy congruente con su credo poético: el ser humano no debía contentarse con ser un especialista en un dominio particular, sino que debía explorar todo cuanto fuera posible para desarrollar al máximo su propia potencia espiritual y su energía, pues para él ciencia y arte confluían en un mismo camino.

Sin embargo, también es pertinente señalar que su poesía, que no cesaba de refugiarse en el absurdo, siempre gozó de un espíritu crítico, una ironía y un jugueteo muy propio de su concepción artística”, indica.

Rodríguez señala que la poesía de Vian fue editada y distribuida de manera póstuma, a partir de 1960, y destaca el poemario No quisiera morir (Je ne voudrais pas crever, 1962, Fayard), “porque se aleja de los tintes herméticos, autorreferenciales –quizá demasiado lúdicos– de Compendio de Barnum (Barnum Digest, 1948) y del clasicismo inocente de Cien sonetos (Cent Sonnets, 1984).

Y destaca No quisiera morir, “en donde agrupó sus últimos poemas (cosa que también es difícil de determinar, dado que no fechaba sus manuscritos), en los que aborda, en romance o verso libre, una temática existencial y sórdida que reflexiona sobre la función de la poesía y el lenguaje literario como puentes comunicantes entre la humanidad y esperanza para aquellos que han visto la guerra y los destrozos de la tecnología”, considera.

 

LO REPUDIAN

 

Por su parte, Atzin Nieto define a Vian como un autor clave y básico de la novela negra, que irrumpió en Francia con el seudónimo de Vernon Sullivan, y que más tarde lo inscribirían en el canon de la novela negra”. Se trata de los títulos Con las mujeres no hay manera y Todos los muertos tienen la misma piel.

Estas novelas me llevaron a leer La espuma de los días –cuenta el narrador–, definida por Raymond Queneau como la más desgarradora novela de amor contemporánea que jamás se haya escrito. Es una novela en donde el jazz aparece de trasfondo.

Vian es un escritor publicado por editoriales como Alianza y Tusquets, aunque lamentablemente se ha convertido en autor de culto, porque a las buenas conciencias les da escozor y no les gusta leerlo o lo repudian. Por ejemplo, en Escupiré sobre vuestra tumba habla de un negro albino que jura tomar venganza porque han matado a su hermano, y entonces llega a un pueblo en donde viola mujeres y comete una serie de asesinatos a manera de novela negra”, explica.

Por último, Nieto sugiere dos opciones para los primeros lectores de Vian: La espuma de los días, “para quienes quieran entrar al terreno del amor con una narración llena de cadencia y ritmo donde el lector prácticamente llorará”, o Con las mujeres no hay manera, “que es una buena novela policiaca”.

Parte del trabajo de Boris Vian será de dominio público en 2029, según la ley francesa. Se espera que esto propicie una mayor difusión de su obra entre los jóvenes.

 

cva

 

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