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Expresiones

Alfonso Reyes y Carlos Pellicer, un vínculo leal

Una investigación ahonda en la relación amistosa entre el polígrafo regiomontano y el vate tabasqueño

Virginia Bautista | 17-05-2019
Fotos: Archivo Excélsior
Fotos: Archivo Excélsior

CIUDAD DE MÉXICO.

Si con los ojos la palabra hechiza/ y sonríe al mirar, su voz maciza/ de pájaro barítono clarea./ ¡Ay, Alfonso, qué hermoso haber estado/ contigo tantas veces! Lisonjea/ toda una vida haberte siempre amado”, reza el poema Tres notas para un retrato de Alfonso Reyes que Carlos Pellicer escribió en junio de 1960.

Esta obra, que el poeta tabasqueño dedicó al prosista regiomontano un año después de la muerte de este último, termina con los versos: “si habitar el idioma fue su silla/ y comprender, el drama de su juego,/ Alfonso Reyes, hombre y maravilla/ tuvo del sol la luz y el amor ciego”.

Por su parte, Reyes escribió a Pellicer en 1956, agradeciendo que le dedicara su libro Práctica de vuelo, publicado ese año: “Tus sonetos me arrebatan”. Este era el tono, la calidez y la pasión que utilizaban en sus comunicaciones estos dos grandes de las letras mexicanas.

Lealtad, solidaridad y compromiso” son las palabras con las que la poeta y crítica literaria Minerva Margarita Villarreal (1957) define la relación entre Reyes (1889-1959) y Pellicer (1897-1977), que inspira el libro que prepara al respecto.

En entrevista con Excélsior, explica que para documentar este vínculo afectivo sólo quedan tres o cuatro cartas, una treintena de recados o tarjetas, algunas dedicatorias y contadas referencias; material que actualmente revisa.

Añade que hay dos poemas que expresamente Pellicer dedicó a Reyes: Variaciones sobre un tema de viaje, aparecido en Hora y 20 (1927), y el mencionado Tres notas para un retrato de Alfonso Reyes, publicado en Poemas no coleccionados (1922-1976).

A partir de este análisis, la regiomontana de 62 años ha impartido en diversos foros la conferencia Érase una vez un amor…, que recientemente dictó en la 22 Feria Internacional del Libro Coahuila, en la que parte de la premisa que existió entre ambos “un amor total”, dice.

No se trató de una relación homoerótica, como puede sugerir el título de la charla, sino de un amor total, sin que esté de por medio ninguna clasificación. En ella estuvieron en juego la lealtad, la fidelidad, el compromiso político y personal, y hasta situaciones de riesgo”, comenta.

La también editora detalla que puso ese título a su plática porque se sintió conmovida con las circunstancias y los hechos que fue descubriendo a través de los libros de Reyes y Pellicer, y de los trabajos que hicieron previamente distintos investigadores, entre ellos Serge I. Zaïtzeff, Samuel Gordon y Alberto Enríquez Perea.

Agrega que éste último le adelantó en formato digital, generosamente, las cartas entre ambos escritores, cuya edición completa Perea está preparando.

Ha sido un descubrimiento de situaciones, en las cuales se demuestra, tanto de uno como del otro, el gran amor que se tenían y que se demostraron en momentos álgidos de sus vidas”, indica. Por ejemplo, prosigue, cuando la estancia de Pellicer en Europa, a donde lo invitó el poeta argentino José Ingenieros, estaba a punto de naufragar, Reyes intervino y consiguió que el gobierno mexicano lo siguiera apoyando.

De hecho, fue en París donde el tabasqueño entró en contacto directo con Reyes, quien estuvo de 1913 a 1924 en España, y en 1925 fue nombrado ministro en Francia. “Le manda postales, donde primero le habla de usted y luego pasan al tuteo”, señala Villarreal. Y, tras el regreso de Pellicer a México para unirse a la campaña de José Vasconcelos, en 1929 fue detenido por este motivo. Pero las gestiones de su familia y amigos, entre ellos Reyes, consiguen su libertad en breve tiempo.

 

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UN VANGUARDISTA

 

En el fondo, la pasión por la poesía, género que ambos exploraron, fue la que unió al autor de Visión de Anáhuac y al de Hora de junio. “Reyes es un poeta interesante, cuidadoso, de alguna manera precavido, templado, contenido. Mientras que Pellicer es un poeta desbordado. Yo me guío por una frase de Pablo Neruda que dice que un poeta es desesperado o no es poeta. Pellicer era un desesperado total”, considera Minerva Margarita.

Pellicer es desde su primer libro, Colores en el mar y otros poemas (1921), un vanguardista sin proponérselo y sin entrar en ningún panfleto o manifiesto. Sorprende con la imagen libre, la que no tiene un referente inmediato, y con lo fragmentario. Se adelantó a Vicente Huidobro, a la Generación del 27, a Gerardo Diego y a los ultraístas”, indica.

La maestra en Letras Españolas detalla que, desde muy joven, Pellicer llegó a ser un poeta renombrado en América Latina. “El 1918 fue enviado a Colombia para representar a la Federación Mexicana de Estudiantes. Tiempo después acompañó a José Vasconcelos en sus viajes por Sudamérica y se hizo muy popular y muy querido.

No es fácil para un joven entrar en contacto con un grande. Él tuvo la virtud de tener gracia, arrojo e ímpetu para vincularse; les escribía, les mandaba trabajos, se exponía. Así se acercó a Reyes y a José Juan Tablada”, cuenta.

En opinión de la estudiosa de la obra reyista, falta revalorar el legado completo de Pellicer, no sólo como poeta, sino como museógrafo. “Cuando regresa de Europa, él transforma a México con sus propuestas museísticas. El Museo Parque de la Venta al aire libre no existiría sin él, o la casa de Frida Kahlo, de quien era muy amigo.

Es uno de nuestros más grandes poetas y su obra prácticamente no circula. Para mí, eso es un drama nacional. Lo tienen escondido en las editoriales”, agrega.

Villarreal dice que empezó a estudiar la relación Reyes-Pellicer desde finales de 2018. “A Reyes lo he trabajado mucho, pero Pellicer ha sido un verdadero y absoluto descubrimiento”, confiesa.

 

cva

 

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