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Expresiones

'Creo que los padres están más locos': Héctor Manjarrez

Héctor Manjarrez charla sobre su más reciente libro de relatos, escritos en los últimos 30 años

Virginia Bautista | 27-01-2017
Foto: Mateo Reyes

CIUDAD DE MÉXICO.

Una madre enloquecida porque su hija no la obedece, un abuelo salvaje y racista que ataca a un indígena que se pasea por la ciudad con sus guajolotes y una mujer que golpeaba a sus hijos, pero que, al pasar el tiempo, niega estos episodios, pues no los recuerda. Pero también una niña rica que le muestra sus senos desnudos a sus compañeros de escuela, un adolescente que siente culpa por su despertar sexual y chicos que no conocieron a sus padres.

A través de los personajes de los 13 cuentos reunidos en Los niños están locos (Ediciones Era), el escritor Héctor Manjarrez parece preguntarse quiénes están más locos: si los menores de edad o los adultos. “Creo que los padres están más locos”, afirma en entrevista.

En su libro más reciente, el también novelista y poeta hurga en el misterioso y pantanoso territorio de la infancia, en el momento en que ésta se desdibuja y da paso a la adolescencia, esa “etapa de transición donde somos al mismo tiempo que estamos dejando de ser lo que somos”.

Escritos a lo largo de los últimos 30 años, estos relatos dan cuenta de un tema que siempre ha interesado al narrador de 70 años: qué anhelan y temen los niños, cómo los moldean los adultos y cómo se relacionan entre ellos mismos, cómo son sus complicidades.

El mundo de los varones, en particular, es el mundo de la patraña y la fanfarronada, la ignorancia y la jactancia, la violencia y el encubrimiento”, agrega. El Premio Xavier Villaurrutia 1983, por No todos los hombres son románticos, confiesa que se inspira en la vida cotidiana y en la realidad mexicana para escribir sus historias.

El cuento ¿Qué estás haciendo ahora?, por ejemplo, se me ocurrió cuando estaba sentado en una banca y escuché a una madre regañando a su hija. Nunca vi a la niña, sólo escuchaba que corría, se movía, hacía ruidos, iba y regresaba. Ha de haber tenido como ocho años. Pero la madre estaba realmente enloquecida porque su hija no la obedecía”, añade.

La mayoría de las historias del también ensayista se desarrolla durante las décadas de los 50 y 60 del siglo pasado, aunque algunas no se sabe cuándo suceden. “Escribo lo que siento que necesito escribir, quiero escribir o deseo escribir; no sé cuál de los verbos es el que funciona mejor, o todos funcionan”.

Yo no controlo lo que escribo. Si de repente hay un tema o algún personaje que quiere aparecer, pues escribo sobre él. Estos cuentos abordan tanto lo que me gusta como lo que no me gusta de la infancia. No recuerdo si hay algún niño feliz en este libro”.

El autor del poemario Canciones para los que se han separado aclara que algunos de esos textos son autobiográficos y otros no. “Y aun los autobiográficos lo son y no lo son, porque son literatura. Los recuerdos son también literatura, tú te acuerdas de algo como te puedes o quieres acordar”.

Independientemente de la época a la que aluden los relatos o en la que fueron escritos, Manjarrez destaca que las situaciones que recrea se siguen dando hoy en día.

Los niños siguen siendo golpeados por sus padres, los encubrimientos continúan existiendo. Es más, hoy nos enteramos de cosas que antes no sabíamos, como violaciones de menores por parte de familiares. El despertar sexual siempre nos agarra por sorpresa a los hijos y a los padres. Claro, ahora está internet y sucede de otra manera”, admite.

Piensa que durante la infancia y la adolescencia hay más libertad ahora de la que había entonces. “Pero también existe mucha violencia. Los chicos viven en un claustro protector, pero asfixiante. Ahora los jóvenes de 20 años siguen viviendo con sus padres. En esto influye el miedo en el que vivimos todos, porque no hay futuro”.

El pecado y la culpa

El pecado y la culpa son tópicos que también atraviesan estos cuentos de Manjarrez. “Yo no crecí como católico, mi concepto del mundo era juarista. Aunque México, comparado con América Latina, no es un país católico. Ni los curas ni los arzobispos ni los cardenales tienen la influencia y la importancia que tienen en Sudamérica, por ejemplo.

Pero en aquellos años sí pesaba más la religión: había hojitas parroquiales, si los miércoles de ceniza no traías la cruz en la frente te veían feo los vecinos, decían que te protegieras del pecado del cine, que debías cuidar la moral de las mujeres. Eso quise reflejar”.

El autor de los libros de relatos Ya casi no tengo rostro y Anoche dormí en la montaña desconoce qué escribirá ahora que ha terminado este volumen. “De repente tengo ideas para cuentos de niños, pero digo que ya no. Sólo las apunto y hago su tarjeta correspondiente. Tal vez retome este tema y lo enmarque en la actualidad. Me interesa el bullying, por ejemplo, es algo que estoy investigando”.

Quien ha vivido en Belgrado, Madrid, Ankara, París y Londres confiesa que desde hace tiempo intenta hacer una novela sobre la capital inglesa, pero que no le sale.

Tengo un tarjetero lleno de personajes, situaciones y posibilidades. Busco en internet, encuentro fotos viejas de Londres, busco los lugares donde viví; pero no me inspiro. Es una no novela sobre Londres, como La región más transparente, de Carlos Fuentes, sobre la Ciudad de México. La imagino como una feria de personajes que van y vienen y se encuentran en ciertas esquinas. No es una historia que transcurre linealmente”, adelanta.

Que las musas no aterricen no preocupa tanto a Manjarrez como antes. “Todos mis libros se hacen así. No tengo idea de cuándo saldrá el próximo, no en menos de dos años. Yo no me presiono, pero sí tengo quien lo haga”, dice entre risas.

El escritor asegura que siempre se identificó más con autores como Octavio Paz y Carlos Fuentes que, aunque mayores de edad que él, eran sus amigos. “Viví bastantes años fuera del país. Regresé a principios de los 70. A ellos los traté más en Europa. Hasta que volví leí las obras de mis compañeros de generación. Siempre sentí cariño hacia ellos. Mi generación nunca buscó el poder, no eran caciques ni mafiosos. Había una competencia entre iguales. Ahora se han ido muriendo. Siento un poco de frío en la nuca”.

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