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Expresiones

Centenario del nacimiento de Gabriel Vargas; creador de la Familia Burrón

Tras detectar desinterés por la obra del “cronista gráfico del siglo XX”, su esposa, decidió donar la totalidad del acervo del historietista, con los derechos de autor, a la editorial que se comprometió a difundir su obra

Jesús Monje | 05-02-2015

CIUDAD DE MÉXICO, 5 de febrero.- El caricaturista Gabriel Vargas Bernal (1915-2010), el famoso creador de La familia Burrón, historieta que fue leída por más de dos millones de personas semanalmente, llega al centenario de su natalicio, que se conmemora hoy, olvidado por las autoridades culturales; pero con el reconocimiento de sus colegas, quienes revaloran su legado.

El dibujante, quien nació en Tulancingo, Hidalgo, el 5 de febrero de 1915, es considerado el mejor cronista gráfico del siglo XX y su trabajo ha sido muy querido, pues en La familia Burrón recrea a través de sus míticos personajes la vida cotidiana del mexicano a partir de una vecindad ubicada en el Callejón del Cuajo.

Sin embargo, comenta en entrevista su viuda Guadalupe Appendini, la trayectoria del creador de Borola Tacuche y de Don Jilemón Metralla, los protagonistas de La familia Burrón, no es suficiente para las autoridades culturales, que no se han interesado por su acervo, por lo que ha decidido donar todo su legado, con sus respectivos derechos, a la editorial Porrúa.

Solamente Henoc de Santiago, el director del Museo del Estanquillo, le hizo un gran homenaje en junio de 2013, al que acudieron amigos y lectores recordando a Gabriel con mucho cariño”, recuerda la escritora. Hoy, el segundo piso del museo lleva el nombre de Gabriel Vargas, a petición del cronista Carlos Monsiváis, quien reconoció el gran valor de este dibujante.

La periodista explica que con la donación a Porrúa busca que “el legado de La familia Burrón siga vigente, ya que es el único organismo que hasta el momento ha demostrado interés en preservar toda la obra y confío plenamente que esta labor permitirá que siempre se hable de él y de su gran trabajo”.

Confiesa con tristeza que no sabe qué tiene que hacer “un gran artista como lo fue el maestro para que sea reconocido por las autoridades culturales de este país, ya que éstas lo han olvidado absolutamente”.

Detalla, por ejemplo, que el Gobierno del Distrito Federal, a cargo de Miguel Ángel Mancera, no ha hecho nada para recordar a Gabriel Vargas. “Aunque espero que sepa de su existencia, por ser un personaje reconocido no sólo en la capital, sino en todo el país, donde la revista La familia Burrón se publicó durante más de 70 años. Quisiera, por lo menos, que accedan a que la calle Plaza Carlos Finlay, ubicada en la colonia Cuauhtémoc, donde vivió Gabriel durante 40 años, pueda llevar su nombre”.

Agrega que el historietista también ha sido olvidado en su natal Tulancingo. “Hasta el momento no se ha hecho nada por parte de las autoridades culturales. Sin embargo, Federico y Fernando Serrano Vargas, sobrinos del maestro, siguen insistiendo y han solicitado a la Asamblea Municipal que la calle de Echavarrí, donde nació Gabriel, lleve su nombre”.

Se espera que hoy se lleve a cabo una exposición de su trabajo en el Jardín La Floresta, de este municipio.

Appendini añade que también acudió al Conaculta para ofrecer el legado de don Gabriel Vargas y solicitó una cita con su titular, Rafael Tovar y de Teresa, pero que, a la fecha, no ha habido respuesta, lo que la hace pensar que tampoco les interesó.

Dice que es una lástima que lo que las autoridades de México desprecian, otros países lo quieran. Ejemplo de ello, indica, son las ofertas de dos empresas estadunidenses que querían comprar la obra de Vargas, lo que ella rechazó rotundamente, ya que don Gabriel no simpatizaba con los americanos.

“Al ver que a nadie le interesó el trabajo de mi esposo, decidí otorgarle a Porrúa el legado completo, ya que José Antonio Pérez Porrúa siempre ha sido un gran amigo y apoyo en todos sentidos, qué mejor que quede en México en esta empresa, para que se siga hablando de la obra”, concluye.

Quien fue compañera de vida del Premio Nacional de Ciencias y Artes adelanta que la editorial Porrúa le está organizando varios homenajes. Hoy, a las 12:00 horas, en la estación del Metro Salto del Agua se inaugurará una exposición con su obra. Y el 11 de febrero, a las 18:00 horas, se abrirá otra muestra en su honor en la sede de Porrúa (República de Argentina 15, Centro Histórico).

Además, la XXXVI Feria Internacional del Libro del Palacio de Minería, que se realizará del 18 de febrero al 2 de marzo, ha programado conferencias-homenaje para recordarlo.

Sigue vivo

Olvidar a este gran caricaturista es como olvidar a un México fiestero, valiente y sentimental. Los mejores y únicos juguetes del niño Gabriel Vargas eran el lápiz y el papel, con los que sentía alegría y lo expresaba a través de sus dibujos.

Sólo terminó la educación básica. Apenas entró al primer año y lo pasaron al tercer grado. Era un niño lector que devoraba libros, gracias a que su mamá le inculcó ese amor por las letras. Antes de los diez años ya había leído El Quijote y muchos clásicos más.

“Los autores se mueren cuando dejan de tener lectores, en la medida que Gabriel Vargas siga teniendo lectores seguirá vivo y seguirá impactando en la sociedad”, opina el historiador de la caricatura Agustín Sánchez.

El investigador advierte que quienes desconocen el legado de este “gran cronista del siglo XX” son las instituciones que lo han olvidado “por negligencia, por ignorancia, pero este personaje está claramente en la mente de millones de mexicanos”.

Sobre la noticia de que Appendini cederá el legado del dibujante a editorial Porrúa, piensa que es bueno que una institución como esta custodie la obra de Vargas. “Pero sería mucho mejor que este sello hiciera una investigación, ya que si sólo se va a comercializar no le veo más que un factor económico”.

Reitera que urgen más investigaciones sobre la obra del maestro, ya que no existen estudios importantes. “Sólo hubo un libro que publicó la Universidad del Estado de Hidalgo y que hoy es difícil de ubicar, ya que esta universidad es la peor distribuidora que hay en el mundo”, dice el autor de Una historia chipocluda, en homenaje a Vargas.

“La intención de este libro es rescatar justamente la vida de este gigante de la cultura mexicana, que merece estar en la Rotonda de las Personas Ilustres, porque es un hombre que impactó de sobre manera a la sociedad mexicana y logró un tiraje de 500 mil ejemplares de La familia Burrón; y cada ejemplar lo leían cinco personas, o sea que captó la atención de más de dos millones y medio de personas que lo leían semanalmente”.

Quien también escribió La prehistoria de la familia Burrón explica que se debe distinguir entre la burocracia cultural, “cuya ineptitud se manifiesta permanentemente”, y el recuerdo de sus lectores, “ya que Gabriel Vargas es un hombre que tuvo más de cien millones de lectores en su momento”.

El también caricaturista dice que don Gabriel Vargas es un artista cuya longevidad es para el Récord Guinness, ya que comenzó a trabajar profesionalmente a los 15 años de edad y dejó de hacerlo a los 94, “casi 80 años de trabajo que lo hace el caricaturista más longevo”.

Apunta que el mejor homenaje que se le puede hacer al dibujante es realizar una exhaustiva investigación de todo su trabajo y promover más sobre su obra. “Se deben hacer impresiones de sus imágenes y regalarlas, para que las nuevas generaciones sepan quién fue”.

Un fenómeno cultural

Gabriel Vargas, quien fue jefe del departamento de dibujo de Excélsior, no ha recibido el homenaje que se merece, comenta Rafael Barajas El Fisgón, “porque todavía la historieta no es un género digno de valía, cosa que es equivocada”, añade.

“Considero que Vargas es un fenómeno cultural muy importante y creo que es un poco el desprecio que se le tiene a la historieta, porque se le considera un género menor”, afirma.

Dice que lo recuerda como a uno de los grandes narradores de este país. “Tras las grandes campañas de alfabetización, lo que la gente consume no son los clásicos que promueve José Vasconcelos, sino las historietas, como los Pakines y Pepines, entre otras.

“Gabriel Vargas logró construir un pequeño mundo, que hizo del México urbano de su época un micro cosmos muy completo y muy redondo. Para mí, el Callejón del Cuajo es más real que muchas otras vecindades y ésta será eterna e indestructible”, señala.

Barajas añade que para que los gobiernos y las autoridades culturales recuerden y homenajeen a don Gabriel es necesario que entiendan la importancia que tuvo, cosa que no es tan fácil. “Sí hay personas entre las autoridades del mundo cultural que podrían entender la importancia de Gabriel Vargas, pero da la impresión que, como se trata de un tema de cultura popular y no de una cultura de las élites, no se le da la preeminencia cultural que tiene”.

Piensa que “no importa dónde esté la obra del maestro o quién tenga los derechos, lo que es fundamental es que se siga publicando, que no se olvide su trabajo. Que alguien republique las historietas para que las nuevas generaciones conozcan y sepan la importancia de Gabriel y el gran acervo que dejó a los mexicanos”, considera.

“El gran homenaje que debemos darle los mexicanos a este gran historietista es no olvidarlo, que se sigan leyendo sus trabajos, ya que sus personajes forman ya parte de la cultura popular. El mejor homenaje al último caballero del siglo XX es reeditar su trabajo y que se haga una selección de sus obras clásicas.

“También sería maravilloso que se lograra hacer una película o una serie de televisión de animación con los personajes de La familia Burrón, lo cual sería un éxito, sólo basta esperar que algún empresario de la cultura se anime”, concluye.

Objetos pendientes

Guadalupe Appendini, viuda de Gabriel Vargas, señala que en 2011, por un homenaje que se le iba a realizar, entregó a Marco Antonio Alfaro, entonces coordinador de Extensión de la Cultura de la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo, varios objetos, como los restiradores que él mismo diseñó, tapetes, una colección de La familia Burrón, fotografías y dibujos de don Gabriel.

Detalla que entregó copia del dibujo El día del tráfico, realizado por Vargas en 1930; una escultura en madera, de Alberto Cervantes; tres dibujos originales en acuarela, de Gabriel cuando era niño; diez cartones originales de Circo Maroma y Teatro; un dibujo a lápiz original del rostro de don Gabriel, de Alberto Beltrán; dos álbumes de recortes de revistas; una figura de Borola Tacuche en plastilina, y un libro de color rojo con el nombre de suplemento infantil de El Sol de México.

Dice que Horacio Romero, entonces director de publicaciones de la UAEH, firmó de recibido.

El último contacto que Appendini tuvo con ellos fue en 2013, con Jorge del Castillo, coordinador de la UAEH. Hoy, “existe un gran silencio” y exige que le regresen las pertenencias, ya que teme que sean extraviadas o maltratadas.

 

Del Callejón del Cuajo al Doodle de Google

 

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