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Las plantas perciben agresiones, no dolor

Ulises Rosas, especialista del Instituto de Biología de la UNAM, aclaró que no pueden sentir dolor debido a que para hacerlo tendrían que contar con un sistema nervioso central y cerebro

UNAM global | 05-10-2018
Las plantas perciben agresiones, no dolor
Las plantas perciben agresiones, no dolor. Foto: Pixabay

CIUDAD DE MÉXICO. 

Las plantas no pueden sentir dolor debido a que para hacerlo tendrían que contar con un sistema nervioso central y cerebro, sin embargo, sí son capaces de percibir lesiones, como cuando han sido mordidas o pisadas, de saber si un insecto camina sobre sus hojas o de determinar si éste es amigable o un depredador en potencia, entre otras cosas, aseveró el doctor Ulises Rosas, del Instituto de Biología de la UNAM.

Esto se sabe desde hace años, pero lo que se acaba de descubrir y resulta sorprendente es que en estos procesos está involucrado el glutamato, un aminoácido que en los animales funciona como neurotransmisor y que les permite, por ejemplo, reaccionar y protegerse cuando se lastiman, mientras que en las plantas tiene que ver con el envío de alertas rápidas ante posibles amenazas”, detalló.

Tal hallazgo se publicó en la revista Science  y fue ampliamente retomado por los medios, quienes difundieron la noticia afirmando que las plantas sentían dolor, sin explicar que esto es tan sólo una metáfora y algo jamás sugerido en el artículo original.

El dolor es complejo y se experimenta sensorial y emocionalmente. Existe, pero no es atribuible a un solo factor y, para experimentarlo, antes el cerebro debe recibir una serie de señales vía el sistema nervioso central. Aunque las plantas carecen de masa encefálica o de nervios, lo que sí tienen es un mecanismo para transmitir información basado en el glutamato, una molécula que en los animales posibilita la comunicación entre neuronas y que en los vegetales participa de otra forma, a través de canales de calcio”, explicó.

A esto se le llama evolución convergente y es lo asombroso de este hecho, ya que nos muestra que los procesos evolutivos, incluso si van por líneas diametralmente opuestas, a veces usan las mismas herramientas, agrega el académico. “Algo así se aprecia en el vuelo de los murciélagos y de las aves, pues las alas de cada uno tienen orígenes evolutivos diferentes, pero los resultados son parecidos. De manera similar, si comparamos cómo plantas y animales usan el glutamato para transmitir señales con rapidez de un órgano a otro, bien podría decirse que estamos ante sistemas análogos”.

Transmitir señales rápidas ante una lesión permite prepararse contra daños mayores; por ejemplo, es factible que al recibir la mordida de un insecto otros órganos de la planta comiencen a sintetizar glucosinolatos, moléculas que provocan un regusto amargo en las hojas, a fin de serle poco apetitosa a su agresor, u hormonas de estrés como los jasmonatos que, por ser compuestos volátiles pueden alertar a otros vegetales sobre peligros cercanos.

Es por esto que la capacidad de percibir, “que no es igual a sentir”, es esencial para la supervivencia de las plantas y para determinar su respuesta ante distintas contingencias, acota el investigador. “Éstas pueden ser rápidas y hasta perceptibles para nosotros, como cuando una planta carnívora atrapamoscas cierra sus hojas para apresar a un insecto, o muy lentas, como cuando un árbol que no recibe suficiente luz se elonga y crece a fin de sobrepasar los follajes vecinos y asomarse un poco hacia el Sol”.

Plantas estresadas

 

El doctor Ulises Rosas es el encargado del Laboratorio de Biología de Raíces del Jardín Botánico de la UNAM y uno de los temas que estudia es el estrés, concepto que, como el de dolor, suele verse limitado cuando se traslada al campo de biología experimental.

Las especies que tengo aquí están casi en un spa: crecen en condiciones homogéneas, en un medio rico en nutrientes y con temperatura y luz constantes. Si alteramos alguna variable podemos estudiar el efecto de ello y resulta tentador creer que lo observado se debe al estrés que provoca todo cambio abrupto, pero nosotros, al igual que las plantas, vivimos expuestos a modificaciones ambientales y no por eso nos decimos estresados”.

Hay muchos procesos lentos, pero igual de cruciales para mantener con vida a estos organismos. “Por ejemplo, las raíces pueden detectar parches de suelo con pocos nutrientes y dejan de crecer en esas zonas; esto se debe a que al verse en escenarios adversos las plantas expresan ciertas estrategias de desarrollo para responder al estrés y ello, generalmente, se lleva su tiempo”.  

El poder de las palabras

 

En cuanto a las publicaciones que tomaron la metáfora de la revista Science como algo literal, el doctor Rosas opinó que al comunicar la ciencia se vale usar metáforas, aunque siempre hay que advertir sobre sus alcances y la intención con que se usarán. “Hay una parte en la raíz de las plantas llamada meristemo que rige el desarrollo y da origen a los tejidos del órgano. Me gusta decir a mis alumnos que esta partecita —que funge como director de orquesta— es el cerebro de la raíz, pero ello no significa que haya vegetales con masa encefálica”.

Tras dedicar gran parte de su vida profesional a entender cómo perciben las plantas, el doctor Rosas se confiesa aún sorprendido de la complejidad de ello. “Estamos ante organismos capaces de sintetizar moléculas para ahuyentar depredadores, expresar ciertos genes para sobrevivir a las sequías o de comunicarse con bacterias a través de sus raíces. Soy un convencido de que las plantas son seres muy inteligentes, eso sí, metafóricamente hablando”.

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