Fieles dejan de ir a la Basílica por el coronavirus; solo hay visitas a La Virgen

“No habrá misas con participación de fieles, sólo visitas a la Virgen”, dicen las mantas. Foto: Arturo Páramo

CIUDAD DE MÉXICO.

El santuario mariano más visitado del mundo está desolado.

Entre lágrimas, hijos y nietos reciben a abuelito que venció al coronavirus

La pandemia de coronavirus ha logrado lo que a la fecha no ha conseguido ningún otro fenómeno.

En la enorme explanada de La Villa, en torno a la Basílica, la cantidad de personas no llega a cien.

La cifra es ínfima si se considera que este templo recibe al año a más de 20 millones de personas, o a los 10 millones que se reciben en la semana de festividades de La Virgen, o a los miles que acuden un sábado o domingo a las misas de mediodía o a las que se realizaban cada hora, habría gente esperando turno en los confesionarios, las capillas alternas tendrían a fieles orando en silencio ante el Santísimo, los nichos para colocar veladoras y flores estarían rebosantes, habría una larga fila para subir a la banda que pasa bajo la imagen de la Virgen de Guadalupe, las ventanillas para pagar misas no pararían de facturar saludos y peticiones, y las tiendas de recuerdos estarían llenas de visitantes.

Pero este sábado a mediodía por la histórica Calzada de Guadalupe la cantidad de gente que camina es escasa.

Los pocos que peregrinan a la Basílica encuentra en las rejas de entrada del santuario pancartas que advierten que el culto está interrumpido: “No habrá misas con participación de fieles, sólo visitas a la Virgen”.

La incredulidad es notable para los pocos que utilizaron su día para llegar hasta esta enorme iglesia y, en un hecho inusitado, encontrar vallas metálicas en cada acceso.

Ahí, frente a las vallas metálicas rezan, hace peticiones, se hincan, imploran, lloran y son auxiliados por sus acompañantes para ponerse de nuevo en pie.

Los fieles se acercan a las rejas provisionales, se persignan, oran, observan a la distancia la imagen en el marco dorado que para muchos es su razón de vida.

Hoy tampoco están en la plaza los grupos de turistas que llegan en autobuses para conocer de primera mano las razones del culto a la Virgen de Guadalupe que profesa una parte importante de la población mexicana.

Foto: Arturo Páramo

Dentro de la Basílica solo deambulan los elementos de seguridad privada y las empleadas de limpieza que pasan sus trapeadores por todo el piso para retirar polvo.

Por uno de los costados de la Basílica, el acceso está abierto para que los fieles puedan bajar a la banda que pasa debajo de la imagen de la guadalupana.

Por lo general, hay que hacer fila para subir a la banda. Ahora no hay fieles en esta especie de basamento del edificio.

Sólo una persona reza, se santigua y hace oración en voz alta. Su soledad en este, el punto central de todo el conjunto arquitectónico, revela que poco a poco la pandemia logró que sólo los fieles más aguerridos se acerquen a este santuario.

Esos fieles terminan su fugaz visita al desolado santuario mariano en una capilla pequeña, casi ignorada en un día cualquiera, y que hoy es el único punto en que un sacerdote hace una oración y rocía con agua bendita a los feligreses que llegan a cuentagotas.

De manera muy especial te pedimos por intercesión de María Santísima de Guadalupe que los protejas de la pandemia del coronavirus”, dice el sacerdote cada que se reúne un nuevo grupo de personas que buscan la protección divina ante la epidemia que ha mandado a guarecerse a millones de mexicanos, y a cientos de millones en el mundo, y rocía a los feligreses con abundante agua bendita.