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Recuperan historia de mural destruido de Diego Rivera

A 80 años del suceso, El hombre en la encrucijada. El mural de Diego Rivera en el Centro Rockefeller, recoge la polémica

Sonia Ávila | 14-05-2013

CIUDAD DE MÉXICO 14 de mayo.- La destrucción del mural El hombre en la encrucijada, hecho por Diego Rivera en el Centro Rockefeller en Nueva York en 1933, no sólo se debió a diferencias de ideales políticos entre el muralista y John D. Rockefeller Jr.; también pudo ser por inconformidades personales.

Aunque no hay evidencias precisas, se sabe que Rivera dibujó en el mural al propio Rockefeller Jr. en crítica a la burguesía, mientras al otro costado hizo una representación de Lenin; la versión oficial dice que la familia Rockefeller mandó a destruir el fresco por la presencia del
líder comunista.

“Realmente no hay evidencia de que Rivera pintara a John D. Jr., lo que sí es que en el mural que hizo para Bellas Artes semejante al de Nueva York, ahí sí lo pone en la escena de los ricos”, explicó Susana Pliego, doctora en Historia del Arte, quien realizó la investigación para el libro El hombre en la encrucijada. El mural de Diego Rivera en el Centro Rockefeller, que recupera la historia de esta obra. 

Sin embargo, en 2011, cuando el Museo de Arte Moderno de Nueva York (MoMA) presentó la exposición Diego Rivera: murales para el Museo de Arte Moderno, David Rockefeller, único hijo vivo de John D. Rockefeller Jr., afirmó en entrevista con la curadora del museo, que su padre sí aparecía en el mural.

Pliego precisó que la polémica fue por el rostro de un hombre que apenas se veía en la obra y se parecía al magnate neoyorquino, aunque no existe registro de él ni en los bocetos originales ni en las cartas entre el muralista y la familia Rockefeller.

De lo que sí se tiene certeza es de que Rivera alteró en varias ocasiones la idea original de la obra. En el boceto, el mural se planeaba para realizarse en tela y en blanco y negro; no consideraba a Lenin ni a personas de color negro.

“Después de firmar el contrato, Diego decide cambiar la tela por el fresco y luego meterle color en lugar de blanco y negro. Entonces la familia Rockefeller le discute pero lo acepta y Rivera empieza a trabajar en la preparación de los frescos.

“Luego aparece Lenin en una de las esquinas, entonces la familia decide suspender el contrato y mandan al hijo, Nelson, un joven de 24 años, a negociar con Rivera”, cuenta Pablo Ortiz Monasterio, quien colaboró en el libro que también reúne bocetos originales y notas periodísticas de la época, en un intento por entender el fenómeno de este mural a 80 años de su destrucción.

A decir de Monasterio, Rivera provocó esta polémica con objetivos muy precisos: hacer propaganda política y crearse fama en el extranjero, pues si bien el artista mexicano ya tenía una trayectoria consolidada, aún no obtenía el reconocimiento internacional que hoy goza.

“Mi teoría es que Diego buscaba la polémica, la propaganda y la verdad, creo que él provoca esa fama, y aunque estaba entusiasmado con lo que había pasado le pesa la destrucción del mural y años después pinta uno parecido en el Palacio de Bellas Artes”, añade.

Javier Aranda, quien analizó la reacción en la prensa internacional, coincide en que Rivera se construyó como un mito del arte a partir de la década de los 30 un poco por las “ondas expansivas” de la destrucción del mural.

Restauran bocetos originales.

Como parte de la investigación para el libro, se restauraron los cinco bocetos originales del mural que se exhiben en el Museo Diego Rivera-Anahuacalli. Daniela Acevedo, encargada de la restauración, detalló que se hizo una intervención mínima para no afectar las piezas.

Se repararon las fracturas con injertos de papel especial, se le dio color en las zonas opacas y se limpiaron áreas dañadas, explicó del trabajo apoyado por el programa de conservación de arte de Bank of America.

 

 

gmf

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