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Comunidad

La Decena Trágica: Madero pierde su casa

Un incendio terminó con la residencia del Presidente; el general Aureliano Blanquet se suma a las tropas traidoras y, por si fuera poco, el gobierno de EU amenaza con intervenir si no se garantiza la seguridad de sus ciudadanos

Sonia Ávila | 14-02-2013

CIUDAD DE MÉXICO, 14 de febrero.- Apenas amaneció y el  tiroteo entre los sublevados y los maderistas comenzó en los alrededores de La Ciudadela.  Las tropas de Oaxaca llegaron a la capital y el batallón de Aureliano Blanquet, que venía de Toluca, se apostó en la periferia de la Ciudad de México.

“Hoy en la mañana, a las 5:45 horas, los rebeldes volvieron a iniciar la lucha. Cinco manzanas cercanas al Palacio Nacional fueron destruidas por el fuego de artillería de los sublevados; algunos de sus habitantes resultaron muertos. Una granada destruyó el convento situado detrás del Palacio Nacional. Madero nuevamente envió un ultimátum a Félix Díaz, éste contestó con una lluvia de proyectiles”, narra una crónica periodística de la época.

Era el sexto día de enfrentamientos y en el campo parecía no haber ganador todavía, pero en la cúpula política cada vez era más débil el gobierno de Madero, quien era presionado por los gobiernos extranjeros para garantizar la vida de sus ciudadanos y, a la vez, por senadores y diputados del país que exigían su renuncia.

Notas periodísticas de esa mañana reportaban los edificios de las delegaciones cubana y belga destruidos, y el consulado francés tuvo que trasladar sus oficinas a otro edificio. Incluso este mismo día el gobierno de Cuba solicitó autorización de México para alquilar trenes especiales que llevarían a los cubanos a Veracruz, donde podrían continuar el viaje a la isla en barco.

Pero la presión principal era de Estados Unidos. Aunque el presidente Wiliam Taft cumplía sus últimas horas como jefe del Ejecutivo, mantuvo comunicación telegráfica con Madero, a quien le pidió seguridad para sus habitantes o de lo contrario ya tenía dispuestos buques con militares que llegarían por Veracruz.

De inmediato Madero respondió a Taft que no era necesario enviar tropas de su país e insistió en que la situación estaba controlada.

“Si bien estaba muy preocupado por el rumbo de México y le preocupaban los intereses de las compañías norteamericanas y la vida de los ciudadanos estadunideses en nuestro país, el presidente Taft tuvo una actitud muy ligera y muy cuestionable con relación a lo que sucedía en México, porque en realidad dejó hacer al embajador Henry Lane Wilson lo que quiso. Este fue el error”, explica Felipe Ávila, doctor en Historia por el Colegio de México.

Incluso, insistió Ávila, el presidente Taft ordenó al embajador Lane Wilson proteger la vida de Madero, pero por su “pasividad y tolerancia” con el diplomático no le dio importancia si éste obedeció o no.

“Henry Lane Wilson nunca obedeció las órdenes de Taft, tal vez si él le hubiera dicho a Huerta que su gobierno pedía respetar la vida de Madero, quizá no lo hubiera asesinado”, apunta el especialista.

Mientras en las oficinas de Palacio Nacional y de la embajada estadunidense se peleaba la Presidencia, en las calles el caos reinaba entre la gente, que huía  de sus casas o se escondía en sus sótanos desde la mañana.

Para las 14:20 horas, la casa de Francisco I. Madero era incendiada. “La casa de Don Pancho Madero, en la esquina de Liverpool y Berlín, está ardiendo y existe peligro de que el incendio se propague a las casas vecinas. Los rurales que están en la calle de Londres toman posiciones; corren de un lado para otro y nadie sabe por qué hacen tantos movimientos”, se narra en el libro Febrero de Caín y de metralla, de Antonio Saborit.

Ante el evidente fracaso de las fuerzas maderistas, el general Aureliano Blanquet decide en la tarde de este día sumarse al combate de Félix Díaz y con ello traicionar al gobierno.

 Al anochecer, ninguno de los dos bandos consiguió una ventaja, pero sobre las calles se miraban hombres muertos a un costado de sus caballos. Las cifras de ese día son imprecisas, sólo se dice que fueron miles de fallecidos y más mil 200 heridos.

Embajada de Japón recibe a los Madero

Con el recrudecimiento de los ataques de los felicistas, la familia del presidente Francisco I. Madero buscó protección en la sede de la embajada de Japón, ubicada en la calle de Orizaba, en la colonia Roma. Llegaron en seis vehículos, de los que descendieron Sara Pérez, esposa de Madero; sus hermanas Mercedes y Angelina; hijos y sirvientes. A su llegada fueron recibidos por Stina, esposa del embajador Kumaichi Horiguchi.

En el libro Ramo de flores blancas, del investigador japonés Shozo Ogino Fujioca, se cuenta que al enterarse de la ubicación de la familia de Madero, un grupo de soldados federales ordenó la entrega de los huéspedes, pero el ministro japonés se negó.

“En respuesta extendió la bandera nipona a la entrada, argumentando que si la pisaran, ello sería motivo para una confrontación diplomática”, narra el investigador.  A la sede diplomática, que se había convertido en una romería, constantemente llamaba por teléfono el presidente Madero, a fin de saber sobre la salud de su esposa y de sus padres, que también pidieron asilo en la embajada.

Personajes

William Taft

Para estos momentos el presidente de Estados Unidos William Taft estaba en los últimos días de su gobierno. Si bien estableció comunicación vía telégrafo con Madero, en realidad dejó al embajador Henry Lane Wilson todo la relación bilateral e incluso admitió que desconocía la situación exacta de la política en México.

Aureliano Blanquet

Luego de abandonar las tropas maderistas,  Aureliano Blanquet ascendió a general de división por nombramiento de Victoriano Huerta. Blanquet fue el encargado de aprehender a Francisco I. Madero, lo que le valió figurar en el segundo gabinete de  Huerta como secretario de Guerra y Marina, hasta julio de 1914.

Pedro Lascuráin

Sirvió como secretario de Relaciones Exteriores, pero al ver que el gobierno perdía la lucha armada y que la vida de Madero corría peligro, renunció a su cargo. Este día convocó a los senadores para planear las renuncias de Madero y Pino Suárez; acordó que a la salida de Madero él tomaría la Presidencia para entregarla a Huerta.

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