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Pensar más allá del cuerpo

Luis Manuel Arellano Delgado | 11:29
https://cdn2.excelsior.com.mx/media/pictures/2016/06/07/ladooscuro_header.jpg Luis Manuel Arellano Delgado

 

El salto evolutivo de la población homínida al homo sapiens lo dio el cerebro. El aumento de su volumen, una mayor irrigación, así como la reorganización en su estructura de tejidos y circuitos determinaron el desarrollo cognitivo.

La masa encefálica, no obstante, sigue adelante en proceso de transformación. Varios investigadores han observado cómo la singular evolución del cerebro se acentúa en la medida que la cultura se expande, diversifica y nutre. El aprendizaje, las nuevas habilidades incluso los emergentes enfoques filosóficos, revelan la plasticidad neuronal y con ello el potencial de conexiones que derivan en nuevas aptitudes.

Al revisar los procesos que permiten al cerebro completar sus capacidades contactándose con las redes culturales de mecanismos extrasomáticos, el antropólogo mexicano Roger Bartra lo advierte pues el misterio de esta conexión radica en que “el circuito neuronal es sensible al hecho de que es incompleto y de que necesita de un suplemento externo”. Y plantea una pregunta crucial: “¿qué podemos esperar de un entorno de prótesis tan altamente sofisticadas e inteligentes como el que se está desarrollando hoy tan rápidamente?

El cuestionamiento de Bartra alcanza un lindero visualizado en la literatura y el cine de ciencia ficción: el siguiente paso evolutivo se está conformando afuera del cuerpo. Dinámica observada infinidad de procesos tecnológicos y científicos pues se ha logrado trasladar las bases operativas de este maravilloso órgano a interfaces neuronales que la imitan. De hecho, la inteligencia artificial ya compite con la inteligencia humana.

Las anotaciones de Bartra se completan por el hecho, subraya, de que la conciencia y el libre albedrío solo pueden comprenderse mediante “las redes que unen los circuitos cerebrales con los tejidos socioculturales”. Éstos últimos configuran lo que el investigador ha llamado “exocerebro”, es decir, “un sistema simbólico de sustitución de circuitos cerebrales incapaces por sí mismos de completar las funciones propias del comportamiento mental de los humanos”.

Las innovaciones tecnológicas de los dispositivos móviles que contienen programas capaces de conversar con nosotros o de escucharnos y resolver dudas, buscar contactos o guiar el automóvil para llegar a direcciones, constituyen quizá la mayor expresión de los cambios observados. Lo irónico es que también marcan una nueva diferencia social, porque no todos están en condiciones de acceder dichos aditamentos de inteligencia artificial.

Si se pone atención, en las tareas cotidianas de mucha gente los “asistentes personales” superan -e incluso lo hacen con gracia- bastantes requerimientos de comunicación que otras personas no pueden ofrecernos (es más confiable preguntarle a Google). ¿Debería sorprender que en ciertos momentos de la jornada la interfaz con máquinas supere nuestra relación con humanos?

La tendencia, en contextos de desarrollo y acceso a las nuevas tecnologías, es esta. Las prótesis que estamos usando no son solo mecánicas sino también espejos y evolución de nuestro cerebro. “El ejemplo paradigmático de la expansión actual del cerebro es el poderío de Silicon Valley” ha dicho Bartra, refiriéndose a las empresas que desarrollan y concentran las más sofisticadas tecnologías digitales y tienen en la Bahía de San Francisco, California, la sede de sus emporios.

En su imprescindible investigación, Roger Bartra plantea los escenarios futuros donde las prótesis modernas (“cada vez más veloces, inteligentes y racionales”) puedan desarrollar la capacidad de autoconciencia. No hace referencia al robot Sophia, humanoide diseñado para adaptarse al comportamiento humano y aprender, pero lo cierto es que ya estamos viviendo esta experiencia.

Si se quiere imaginar el escenario de independencia de las máquinas cibernéticas con relación a los humanos (como en la secuela de Terminator o el “David” en las películas Prometheus y Covenant de Ridley Scott), antes es necesario reflexionar, dice Bartra, sobre “las condiciones que a nosotros nos permiten ser libres”.

¿Y cómo ser libres? Constituye la obligada pregunta, sobre todo cuando el mismo Bartra ha centrado el problema “en el hecho de que una parte de las prótesis que extienden nuestra conciencia es apropiada por grandes empresas”.

Si una parte de nuestro exocerebro ya está privatizada, como anota el agudo intelectual mexicano, ¿qué alternativas paralelas o no digitales tenemos a la mano? ¿Lo son la tradición, la cultura y las lenguas que se extinguen?  Es pregunta (2 de 2).

 

Referencias

• Bartra, Roger. “Antropología del cerebro” (versión ampliada). Ed. FCE, 2014, México.

https://www.letraslibres.com/mexico-espana/la-conciencia-del-exocerebro

https://www.letraslibres.com/mexico-espana/exocerebro-y-capitalismo

@LuisManuelArell

 

 

Aclaración: El contenido mostrado es responsabilidad del autor y refleja su punto de vista.

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