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Pederastia, crimen de Estado

Luis Manuel Arellano Delgado | 11:21
https://cdn2.excelsior.com.mx/media/pictures/2016/06/07/ladooscuro_header.jpg Luis Manuel Arellano Delgado

 

El sistemático abuso sexual de sacerdotes contra niñas, niños y adolescentes configura un singular crimen de Estado por parte del Vaticano, que ningún gobierno u organismo internacional se atreve a señalar.

Crimen de Estado porque el histórico silencio y la permisividad que la jerarquía católica ha tenido para los miles de sacerdotes pederastas solo puede comprenderse como parte de una omisión que raya en la complicidad institucional. Por eso el papa Francisco jamás resolverá esta afrenta con disculpas públicas ni con actos de constricción privados frente a los victimados.

La cárcel, ciertamente, debe ser el destino de los curas pederastas educados en la perpleja idea metafísica de Dios. Sin embargo, hay que repensar el concepto de esta deidad. Los creyentes le deben a la humanidad ese debate porque existe corresponsabilidad entre la impunidad religiosa y la fe que regaló cheques en blanco a quienes se han ostentado como representantes de la divinidad en la Tierra.

Desde el momento en que la agenda del ente supremo invade la esfera de la justicia terrenal, a más no querer, resulta urgente plantearse hasta cuándo se permitirá que una estructura vertical como el catolicismo eduque sacerdotes que abusan de menores.

Fluyen los casos documentados de este atropello que violenta derechos de la infancia y la adolescencia. El informe de casi 1,400 páginas divulgado recientemente por la Corte Suprema de Pensilvania, en Estados Unidos, resulta demoledor. En seis de las ocho diócesis católicas de Pensilvania y durante 70 años, 300 sacerdotes invadieron la integridad sexual de más de mil menores.

El año pasado también una investigación en torno al coro de la catedral de Ratisbona, en Alemania, reveló que 500 niños fueron víctimas de abusos físicos y 67 de abusos sexuales por parte del personal eclesiástico. Este escándalo se potenció debido a que entre 1964 y 1994, lapso en que se documentó el mayor número de abusos, el coro fue dirigido por Georg Ratzinger, hermano mayor del papa Benedicto XVI.

Los abusos sexuales más relevantes por parte del clero católico se han documentado, además de los Estados Unidos y Alemania, en Chile, Argentina, Brasil, México, Reino Unido, Bélgica, Austria, Italia, Malta, Suiza, España y Francia.

¿Qué tienen que ver estos delitos con Dios? Pues que se cometieron dentro de ámbitos cobijados bajo su nombre, por parte de hombres evangelizados para representarlo y predicar con sus principios. No se trata solo de una noticia, sino de un verdadero cisma moral dentro de la más poderosa institución religiosa que ha dictado los patrones de castidad, recato, decoro e integridad a casi toda la humanidad.

Por eso hay que preguntar con firmeza: ¿cómo es el Dios al que la jerarquía católica se jacta de promover? ¿Puede alguien afirmar que a ese dios estaba representando el padre Marcial Maciel Degollado? La impunidad dispensada desde El Vaticano hacia este religioso mexicano, a pesar de que el papa Benedicto XVI ordenó separarlo del ministerio, puede dimensionarse por el hecho de que tampoco se le sometió a proceso canónico dada su avanzada edad. Es decir, murió sin ser castigado. 

Si desde la basílica de San Pedro no se procura justicia, ¿qué arquetipo corresponde a la deidad que justifica su existencia? ¿No es hora ya de dimensionar al Dios católico con las maravillas tecnológicas pero también las hambrunas, con millonarios obsesionados por el poder económico y los millones de migrantes que buscan refugio, o apreciarlo entre científicos que van desclasificando las leyes universales en tanto se incrementa la violencia en todo el planeta? ¿No es hora ya de vincular a Dios con estas contradicciones?

Hace casi un siglo, Sébastien Faure se pronunció en contra de “el Dios de las religiones, el Dios Creador y Justiciero, el Dios infinitamente sabio, justo y bueno, que el clero se jacta en representar sobre la Tierra e intenta ofrecer a nuestra veneración”. El polémico pensador anarquista francés también denunció los crímenes cometidos en nombre de Dios: “¡Qué de odios, guerras, calamidades han sido furiosamente desencadenados por sus representantes!”.

Los argumentos críticos de Fauré contra los cimientos católicos de un Dios imposible fueron difundidos en 1920 y se mantienen vigentes. Pero la jerarquía católica permanece inmutable, no se conmueve aún ni dimensiona su responsabilidad ante este crimen de Estado.

Referencia

  • Faure, Sébastien. “Doce pruebas de la inexistencia de Dios”. Ed. Godot, 2008, Buenos Aires.

@LuisManuelArell

 

 

Aclaración: El contenido mostrado es responsabilidad del autor y refleja su punto de vista.

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