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El dilema de la intuición

Alonso Monroy | 16:17
https://cdn2.excelsior.com.mx/media/pictures/2018/01/30/logo_sitio.jpg Alonso Monroy

 

Siempre contaré que la parte que más me gustó de Nueva Zelanda fue la última a la que fui, y que si por algo llegué ahí, fue por pura intuición. Nadie me platicó de ella, nadie me la recomendó y no tenía mayores referencias. Para ser sincero, lo que me llamaba la atención era sólo su nombre: Kaikoura. 

Ya luego fui descubriendo que es el lugar donde se junta la cordillera y el océano, que su arena tiene la piel negra y su mar es azul turquesa, que la bahía está rodeada de picos blancos y faldas verdes, que es un santuario de albatros, gaviotas y ballenas. Ya luego fui descubriendo que es una tierra llena de historia y de naturaleza, que es uno de esos paraísos que habitan en la tierra. Ya luego fui descubriendo muchas cosas de Kaikoura, pero lo que me llevó ahí fue tan sólo mi intuición.

Aunque muchas veces hablemos vagamente de ella, la intuición ha sido tema de conversación desde que los primeros humanos empezaron a recorrer la tierra y el intento por entenderla es tan profundo como nuestra existencia. 

Su estudio va la mano de la historia del pensamiento filosófico y en su honor se han entablado fascinantes discusiones. Filósofos, psicólogos, sociólogos y científicos se han pasado la vida tratando de comprenderla, y es que después de todo, es una poderosa fuente de conocimiento. Va mucho más lejos que una corazonada o un presentimiento. Según los sabios, es el conocimiento más allá del conocimiento, es la sabiduría del alma.

Hablar de la intuición requiere una mínima investigación que le sea correspondiente. Aquí va mi esfuerzo. 

René Descartes solía decir que la intuición es el conocimiento instantáneo, el inmediato, el más puro. Cuentan del catedrático, que entre más se sumergía en su amor por la física y las matemáticas, fue teniendo más sueños de una ciencia universal, sueños en los que el espíritu le iluminaba el camino para alcanzar la verdad. 

Así, el francés reabrió el debate metafísico al afirmar que no sólo construíamos nuestra realidad a través de los sentidos, si no que había un conocimiento que habitaba en las mentes más atentas. Para él, la intuición es un conocimiento tan claro y tan distinto que no queda duda sobre lo conocido, es un conocimiento que nace “a la luz de la razón”. 

Tiempo después y en otra geografía del pensamiento, el filósofo Immanuel Kant señaló que todo conocimiento comienza por los sentidos, luego pasa al entendimiento y termina en la razón. Fue crítico con la intuición y afirmó que no alcanza para juicio, pero en su dialéctica trascendental señaló que así como aplicamos los silogismos para llegar a juicios a priori de la experiencia, también los podemos usar para llegar a conceptos, puros de la razón, que complementan lo que perciben los sentidos. 

Aunque negó que la intuición por si sola pueda producir conocimiento, Kant señaló que sin ella la experiencia se queda corta, o dicho en sus palabras, que “toda intuición sin conceptos es ciega y todo concepto sin intuición es vacío”.

Poco más de cien años después, el psicólogo suizo Carl Jung llegó a la conclusión de que la intuición es la aprehensión del mundo basada en hechos que no tienen que ser razonados y que llega a nosotros remando desde las lagunas del inconsciente. Su brillante hallazgo fue entender que la intuición presenta un contenido entero sin que podamos explicarlo o saber su origen. 

Fue Jung el que puso el dedo en la llaga de la intuición al definirla como una función psíquica irracional que puede generar un conocimiento certero, y es que para él habían muchas cosas que sabíamos que eran ciertas, pero no sabíamos cómo demostrarlas. Eran valiosos datos de dudosa procedencia. 

En mi caso, yo no sé exactamente si la intuición proviene de los sentidos, de la experiencia, del inconsciente, o si es una mezcla de todas ellas. Lo cierto es que el día que yo llegué a Kaikoura sabía que no me había equivocado, que había triunfado mi intuición. Había encontrado el lugar que más me había gustado de Nueva Zelanda y no sabía exactamente cómo lo había hecho. No entendía por qué había llegado, pero no me quería ir. 

Por eso siempre diré que Kaikoura fue mi lugar favorito de estas tierras maoríes; un pueblo escondido en la inmensidad del Pacífico, con menos de 3,000 habitantes que viven en equilibrio con su entorno y bajo millones de estrellas. Un lugar en el que algún día yo podría vivir y al que llegué por un oficio que he ido despertando a lo largo de todo este viaje, el oficio de la intuición.

Bibliografía:

http://goo.gl/R4UfS4

http://logoforo.com/la-intuicion-%C2%BFque-es/

http://www.webdianoia.com/moderna/descartes/desc_metodo.htm

 

 

Aclaración: El contenido mostrado es responsabilidad del autor y refleja su punto de vista.

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