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¿Qué onda con el reloj biológico?

Ma. del Pilar Montes de Oca Sicilia | 21:05
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por Isaura Leonardo

Comencemos por enterarnos de que no tenemos sólo un reloj biológico, sino varios. Estos relojes o ritmos biológicos son los que ayudan a nuestro organismo a trabajar, regulando el tiempo, la duración y, sobre todo, la periodicidad de ciertas funciones vitales como el sueño, la temperatura, la circulación sanguínea o la fertilidad.

Además de la biología humana, los relojes comprenden los ciclos de la vida en general: cambios estacionales, cambios climáticos y cambios horarios mayores.

Los ritmos biológicos existen por el simple hecho de que habitamos un planeta que hace una rotación completa cada 24 horas y en el que las estaciones cambian periódicamente cada 365 días, así que todo lo que vive en la Tierra ha debido adaptarse a estos ciclos fijos y repetitivos. Se ha descubierto que el cerebro humano es el encargado de sincronizar estos ritmos, a través de los sistemas nervioso y endocrino. También «se supone que los ritmos biológicos son determinados por “relojes biológicos” en núcleos neurológicos ubicados en el quiasma óptico».[1]

Los relojes biológicos se conocen como:

Reloj ultradiano —menos de un día—: es el periodo de variación de funciones que comprende desde segundos hasta menos de 20 horas. Sincroniza, por ejemplo, pulsaciones nerviosas cerebrales  electroencefalograma—, ritmo cardiaco y respiratorio, actividad bronquial, secreciones hormonales y alternancia de estados de sueño.

Reloj circadiano —cerca de un día—: el periodo de variación de funciones que comprende es de 20 a 28 horas, es decir, gracias a este ritmo adaptamos nuestro sistema a la actividad y el reposo, y regulamos nuestras funciones con los cambios de día y noche.

Reloj infradiano o circalunar —más allá del día—: abarca periodos que varían desde días hasta años, como los 28 días del ciclo menstrual en las mujeres o, en especies como los osos, los periodos de hibernación. De este reloj dependen las adaptaciones al invierno o al verano, que acarrean importantes consecuencias económicas, laborales y psicoemocionales.

Cabe señalar que las interrupciones de estos ciclos, de forma individual y colectiva, alteran de modo importante la salud.

Por ejemplo, si se altera el reloj circadiano del sueño, nos sentiremos adormilados a horas en las que debemos estar alertas, o sentiremos fatiga inexplicable y quizá tengamos malestares como baja o alta presión arterial. Las personas que trabajan durante la noche y la madrugada, y duermen durante el día, cambian sustancialmente las funciones de su organismo. Las crudas, el jet lag[2] y la sensación física que acompaña una desvelada, también son consecuencia de alterar o interrumpir nuestro reloj biológico.

 

@algarabia



[1] Rolando Collado-Ardón, et. al., «El cambio de horario y la salud», Revista de la Facultad de Medicina 44, núm. 5, septiembre-octubre, México: UNAM, 2001.

[2] v. «¿Por qué... nos da jet lag?», en El libro de los ¿porqués y qué onda con?, México: Editorial Lectorum y Editorial Otras Inquisiciones, 2011; p. 25.

 

 

Aclaración: El contenido mostrado es responsabilidad del autor y refleja su punto de vista.

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