CIUDAD DE MÉXICO.
Eran los escombros de la Segunda Guerra Mundial y en este escenario apocalíptico, con Londres hundida en la miseria, se creyó conveniente, tres años después de la finalización de las hostilidades, retomar los Juegos.
La primera medida, fue prohibir a Alemania y Japón, causantes del conflicto, participar con sus atletas mientras que la población londinense le tomó poca importancia a esta medida, pues había problemas serios en la ciudad como la escasez de comida, hidrocarburos y materiales de construcción.
La poblacion lamentaba aún la muerte de 30 mil personas a causa de los bombardeos de la Luftwaffe, la fuerza aérea alemana, y hubiera sido un desaguisado que algún atleta de esa nación se apareciera por ahí.
Londres era una ciudad fantasmagórica, con vías del ferrocarril desechas, fábricas de ventanas rotas abandonadas, carreteras cortadas a mitad de camino y un dolor que no cicatrizaba. La mitad de los hogares tenía agua y los alimentos estaban racionados.
John Mark, velocista británico, fue el encargado de entrar al último y encender el pebetero en unos Juegos inmortales por su austeridad.
Antonio Tota Carbajal, portero de la selección mexicana, recuerda que, “nos dieron talones para las tres comidas y la gente se acercaba a pedirnos que les diéramos algo que nos sobrara. Muchas veces aprovechábamos para desayunar y comer bien para a lo mejor dar el talón de la cena. Había familias enteras a las que les tocaba un huevo a la semana”.
Estados Unidos mandó un cargamento para alimentar a sus atletas, Dinamarca 160 mil huevos e Irlanda agua en botellas, más los limones que arrimó Hungría.
El líder del partido laboral y primer ministro, Clement Attlee, que venció en las elecciones a Winston Churchill, consiguió que a los competidores se les diera más comida que a los obreros y estibadores del puerto, por lo que la población estuvo descontenta.
No se construyó una Villa Olímpica. Los atletas debían llevar sus toallas, jabones y enseres al no existir artículos de limpieza y, sin embargo, los Juegos Olímpicos avanzaron en medio de un entorno difícil y lóbrego, recordado por heridas que volvían abirse.
El gobierno inglés trató de remediar todo con austeridad. Para muchos aún no era el momento de realizar un evento de tal magnitud. Para otros, fue un relámpago de alegría en medio de una mesa vacía.
AMU
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