Con el corazón descubierto: Tota donó su suéter 5 copas a víctimas de San Juanico

El suéter café de los cinco mundiales lo donó a las víctimas del incendio de 1984 en San Juanico.

Antonio Tota Carbajal, tras su último partido en el Mundial del 66.
Antonio Carbajal con el mítico suéter con el que jugó su último mundial en Inglaterra 66. Fotos: Especial.

Al acabar su último partido con la Selección Mexicana en 1966, que significó su quinto Mundial, Antonio Tota Carbajal, roto en sentimiento, se miró los dedos torcidos por los balonazos recibidos. De puro macho se aguantó el llanto justo cuando comenzaba a llover y dijo para sus adentros, “es el fin, hasta Diosito lloró por mí”.

No le restó más que tomar fuerza de sus cansadas piernas para dar la vuelta de despedida. Alguien le quitó el suéter café porque el directivo Guillermo Cañedo lo quería de recuerdo y anduvo algunos metros con el pecho desnudo hasta que su compañero Pepe Ruvalcaba le prestó una gabardina.

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Años después, mientras leía el periódico en León, supo de la tragedia en San Juan Ixhuatepec, el infierno de San Juanico en Tlalnepantla, donde por la explosión de las plantas de almacenamiento de gas licuado de Petróleos Mexicanos, murieron alrededor de 600 personas en noviembre de 1984.

Entonces saqué el suéter con el que había cumplido mis cinco mundiales, el que había recuperado cuando se lo pedí a Cañedo en una cena, el viejo café de tela suave, el que con la lluvia pesaba como ancla y lo mandé a México para que fuera subastado. Supe que un hombre pagó mucho dinero, pero nunca supe quién fue”.

Debajo del suéter llevaba siempre una cábala, “es que yo era muy supersticioso. En aquellos tiempos se decía que un jugador era supersticioso o maricón y pues prefería lo primero. Por eso siempre usaba la misma camiseta verde del León. Mi mujer ya estaba cansada de remendarla”.

Tota, a la salida del estadio de Wembley, como un histórico y sin su mítico suéter.

*Tota, a la salida del estadio de Wembley, como un histórico y sin su mítico suéter.

Por Carbajal en la portería de México pasaron casi 20 años. Arrancó en Brasil 1950 y para Inglaterra 1966 llegó como suplente de Nacho Calderón.

Ignacio Trelles siempre fue muy claro. Me dijo que pararía el último partido ante Uruguay. Me gustó porque podría despedirme ante un campeón del mundo. Los uruguayos le pegaban muy duro. Domingo Pérez disparó y del impacto, las costuras del balón se me quedaron marcadas en el pecho. Me despedí sin recibir gol”.

Carlos Mosiváis refirió sobre San Juanico: “A las 5:40 de la mañana el cielo se incendió de golpe. En muchas casas, los habitantes mueren al instante, familias enteras abrazadas o dormidas. La lengua de fuego alcanza hasta 80 metros”.

Un gran resplandor hizo que amaneciera más rápido entre el olor a calcinado y muerte.

La Tota Carbajal había conservado el suéter por muchos años tras recuperarlo. En esa tela iba su vida entera en una portería. Permaneció en su ropero hasta que supo que ninguna derrota en el futbol es tan triste como los accidentes que impone la vida. Por eso, jamás dudó en entregarlo, siempre fue así, alguien que daba más de lo que había recibido.

 

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*mcam
 

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