Ganarle una medalla al exceso de confianza

Agustín Zaragoza Reyna recuerda cómo fue el proceso para llegara a Juegos Olímpicos de México ’68 y ganar la medalla

CIUDAD DE MÉXICO.

Debido a su exceso de confianza, de sentirse el mejor en la división de los welters y minimizar a sus contrincantes, Agustín Zaragoza Reyna, quien obtuvo medalla de bronce en boxeo, estuvo a punto de no participar en los Juegos Olímpicos de México ‘68, pero su firme convicción de representar a nuestro país lo hizo mantenerse en el camino.

El originario de San Luis Potosí, que nació el 18 de agosto de 1941, reconoce que el haber sido el mejor peleador en el ciclo olímpico (ganó los campeonatos nacionales, los guantes de oro y a los mejores de su división), provocó que subestimara a su rival y perdió la batalla importante del selectivo ante el sinaloense José Cebreros, al cual ya había derrotado en tres ocasiones anteriores. 

“Mi confianza me venció, pero lo que nunca me venció fue el orgullo, yo quería representar a México en los juegos Olímpicos, estaba confundido después del encuentro con Cebreros, nadie lo podía creer, el que yo estuviera eliminado y por consiguiente fuera de los juegos Olímpicos, era mi máxima, ilusión, me había preparado para eso, cuatro años antes, me pasó lo mismo, en el selectivo perdí y perdí también la oportunidad de asistir a Tokio 1964, ahí se justificaba por ser un novato, pero ahora no, ya que había demostrado ser el mejor peleador mexicano en el peso welter”, indicó.

Pero en esta ocasión, la buena fortuna lo acompañó pese a perder el selectivo, no estaba conforme con su pésima actuación en la pelea de su vida, la cual, por sentirse superior a su rival, a punto estaba de ver esfumado su sueño, de representar a nuestro país en la justa veraniega.

México no tenía buenos peleadores en peso medio y me invitaron a tomar parte en esta división, el doctor Eduardo Hay y Josué Sáenz, quienes eran miembros del Comité Organizador de los Juegos, al igual que los entrenadores polacos de la preselección Enrique Nowara y Casimiro Masek, ellos me dieron una segunda oportunidad a pesar de que mi peso era de 66 kilos y tenía que subir nueve para estar en la división de los pesos medios, pese a un régimen alimenticio muy riguroso sólo pude llegar a los 72 kilos y medio”, comentó.

El potosino se preparó a conciencia, y a pesar de tener menor peso que sus contrincantes, ganó todos sus combates del selectivo para alcanzar en esta categoría su boleto a los Juegos Olímpicos de México ‘68.

Emocionado y teniendo como testigo el majestuoso escenario de la Arena México, en donde se consagró, Agustín Zaragoza no oculta su felicidad, estar en este recinto en donde hace 50 años obtuvo para nuestro país una de las nueve preseas que se ganaron y que hasta el momento has sido la mejor actuación que una delegación nacional ha logrado en una justa veraniega.

Arriba de los encordados realiza combinaciones, dice como conectaba con el gancho al hígado a sus contrincantes, se regodea una y otra vez, está feliz, señala que es muy afortunado al ser de los pocos hombres en la tierra de conquistar una presea olímpica, aún tiene gran agilidad, a pesar de sus 77 años Agustín no lo olvida.

El 17 de octubre debuté ante el jamaicano Dinsdale Wright, lo vencí 5-0 aquí, en esta que fue mi casa, la Arena México. Luego vino un triunfo de escándalo ante el checoslovaco, Jan Heiduk, el cual media un metro y 91 centímetros y pesaba casi diez kilos más que yo, era campeón europeo”, recuerda.

Zaragoza Reyna le peleó en corto para alejarlo de su distancia, lo cual le funcionó y salió con el brazo en alto tras dar los jueces un claro 4-1 y así asegurar una medalla para nuestro país.

“Fue un combate muy difícil, desgastador, ahí deje todo, me conectaba y se me movía todo el esqueleto, pero yo salí a pelearle en corto, era la única manera de poder derrotarlo, su corpulencia y fortaleza no estaban a discusión, era más alto y pesaba más que un servidor, en el segundo asalto sonó la campaña y literalmente el me sonó, cuando ya el asalto había terminado, fue un duro golpe y me sentó en la lona, el referí me dijo que me parará y no contó la caída, ese golpe fue demoledor, me recupere en el minuto de descanso para boxearlo y ganarle el combate”, recuerda.

Por unos instantes, una y otra vez ve la lona, sus ojos están fijos en ella, después va hacia una esquina y comenta, “ aquí fue en donde llegaba con los entrenadores polacos a recibir sus instrucciones, hicieron un gran trabajo con el boxeo mexicano en los juegos Olímpicos de México 68, se conquistaron cuatro medallas, dos de oro y dos de bronce, una de estas últimas la conquiste yo, y estoy orgulloso de haberlo logrado aunque quería la de oro, no se pudo, a pesar de que hice mi mejor esfuerzo, no es pretexto pero todos mis contrincantes pesaban mucho más que yo”, reconoció.

El medallista olímpico, se enfrentó el 24 de octubre a un zurdo complicado, el soviético Alexei Kiselev, quien lo derrotó en el primer episodio. Un potente zurdazo envío a la lona a Zaragoza, por lo cual sus entrenadores polacos Nowara y Masek arrojaron la toalla, con lo que terminó el sueño para uno de uno de los grandes atletas de México. 

“La pelea anterior con el checoslovaco fue un desgaste físico y mental del cual no me pude recuperar, era el campeón europeo, yo salí delante de este compromiso, me llevaba muchos kilos de peso, el soviético era un tipo muy fuerte, pero no tenía mucha técnica, en este combate mis piernas y mis brazos ya no reaccionaban, me sentía muy cansado, el ruso perdió la final con un británico, el cual lo boxeó y fue una decisión unánime, dicen que el hubiera no existe con mucha razón, pero si yo hubiese llegado al cien por ciento, estaríamos hablando de otra medalla, estoy conforme con lo que logré hace ya casi 50 años, la medalla de bronce, la cual conquisté con tan sólo cinco meses de preparación, en una categoría que no era la mía y en donde los peleadores, mínimo me llevaban cinco o seis kilos de mas”, recalcó. 

Agustín Zaragoza logró ganar una medalla con gran tesón, con agallas, con enjundia, pasión y sobre todo, con convicción de querer trascender y darle a nuestro país, una presa en los Juegos Olímpicos de México 68.

fdr

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