Logo de Excélsior                                                        
Comunidad

Premio de Literatura Sor Juana Inés de la Cruz, 20 años de abrir puertas a mujeres

El galardón, que este mes lanzó su convocatoria, ha servido para darle mayor difusión a la obra de las autoras premiadas

Virginia Bautista | 26-01-2013

CIUDAD DE MÉXICO, 26 de enero.- “Cada vez hay más mujeres que escriben, pero esto no quiere decir que sea mejor la literatura que hacen. Cada vez hay más mujeres que escriben mejor, pero también más que escriben peor. Hay mujeres que se doblegan ante el mercado y escriben lo que el mercado quiere. Y hay mujeres que siguen escribiendo como piensan que deben hacerlo y son magníficas”.

Así observa la escritora mexicana Margo Glantz (1930) el panorama actual de la literatura femenina escrita en español, manifestación que el Premio de Literatura Sor Juana Inés de la Cruz ha buscado reconocer y estimular desde hace 20 años y que, según algunas de sus ganadoras, el espacio que se le da ha mejorado, pero aún es desigual en comparación al apoyo que recibe el trabajo literario masculino.

“Hay muchas mujeres que antes no eran muy reconocidas y que por ser mujeres su obra quedó bastante sepultada”, afirma en entrevista la novelista y ensayista que ganó el Sor Juana hace diez años, en 2003, por su novela El rastro.

“En 30 años ha habido una ampliación de ese espacio, pero todavía es desigual. Hay más espacio para escrituras de mujeres más mediáticas, es decir, las reivindicadas por el mercado y por lo tanto insoslayables, que para escrituras más complejas que compiten de un modo más definitivo con los autores del canon masculino”, agrega la chilena Lina Meruane (1970), la más reciente ganadora del galardón mencionado, en 2012, por su obra Sangre en el ojo.

La argentina Claudia Piñeiro (1960), que se hizo merecedora del Sor Juana en 2010, por Las grietas de Jara, agrega: “El camino de la mujer en la literatura se ha ido zanjando en las últimas décadas. Las mujeres ganamos un lugar en muchos espacios por talento, esfuerzo, pero también por pelear por ese lugar. Falta por hacer; pero estamos francamente mejor que pocos años atrás”.

Y la también argentina Tununa Mercado (1939), premiada en 2007 por Yo nunca te prometí la eternidad, añade que “en la línea más evidente, que suele ser la que tiene éxito editorial, persiste una narrativa de corte realista, confesional, que no arriesga en la escritura”.

Concebido y bautizado por la escritora nicaragüense Milagros Palma, el Sor Juana fue instituido en 1993, año en que lo obtuvo la mexicana Angelina Muñiz-Huberman (1936), por la novela Dulcinea encantada. Se ideó para ser entregado en el IV Simposium Internacional de Crítica Literaria y Escritura de Mujeres de América Latina, realizado en el marco de la Feria Internacional del Libro (FIL) de Guadalajara; y, después de esa primera entrega, se quedó integrado a las actividades de este encuentro librero y ha sido otorgado cada año, con excepción de 2000, cuando se declaró desierto.

Abre puertas

El Premio de Literatura Sor Juana Inés de la Cruz –que al principio fue un reconocimiento simbólico, fue dotado en 2004 con un monto de 100 mil pesos, y a partir de 2005 con diez mil dólares– ha significado para sus ganadoras prestigio, honor, luz sobre su novela pero, sobre todo, la apertura de puertas en las editoriales de América Latina y la posibilidad de llegar a más lectores.

“Ahora es un premio de gran importancia. Me da gusto haberlo ganado en medio. Es reconocido, te da prestigio”, reconoce Margo Glantz.

Cuenta que gracias al galardón, su novela El rastro se publicó en inglés, estímulo que en la actualidad ya no está contemplado. “Fue una traducción muy bella; pero circuló poco, porque fue una editorial pequeña que ya quebró. El libro se quedó un poco enterrado, pero la traducción valió la pena. La novela se sigue leyendo en pequeños círculos. Ahora realizarán una adaptación teatral en Argentina. Ya vi el boceto de la obra, será un monólogo y estoy contenta”.

Tununa Mercado evoca este premio. “Sor Juana en el fondo, tutelar; con un jurado exigente y, sobre todo, en el marco de la FIL en México, fue íntimamente una afirmación personal. Yo nunca te prometí la eternidad había obtenido una beca Guggenheim y el Sor Juana vino a iluminarla. En Buenos Aires, la edición estaba en las mesas de saldos a precio vil. Y en la FIL de Guadalajara se agotaron los ejemplares”.

Para Claudia Piñeiro, este reconocimiento es un honor. “Su trayectoria, las ganadoras anteriores, los jurados, lo han puesto en un lugar muy alto. Me ha abierto puertas, principalmente, en otros países latinoamericanos, además de por supuesto en México. La circulación transversal de la literatura en Latinoamérica no es fácil. Por eso, la difusión gracias a premios literarios te permite llegar a lectores que no sabían de tu existencia”.

Y Lina Meruane dice que ha sido un importante reconocimiento latinoamericano a su trabajo, no sólo a la novela premiada. “Una novela es siempre parte de un recorrido muy largo con la escritura. El Sor Juana ha permitido dar a conocer mi trabajo, que había circulado por espacios minoritarios, casi de manera secreta y solamente en Chile. La novela ha recibido más atención que sin el premio”.

Un mayor monto

Por la importancia del nombre que lleva y por ser uno de los pocos que estimula el trabajo literario femenino en Iberoamérica, el Sor Juana Inés de la Cruz debería aumentar su monto y ser homologado con otros de igual prestigio, coinciden en señalar Glantz y Mercado.

“A mí no me dieron ni un centavo (en 2003 aún era simbólico). Me dieron una comida. Me llevaron a un lugar donde hicieron como una especie de monumento perecedero. Hubo tres comidas, una edecán que me siguió por todas partes y eso fue
todo.

“Si se dan 150 mil dólares por el FIL de Literatura, pues deberían aumentar el Sor Juana. Ahora parece que el coto reservado a las mujeres es un poco menor que el coto reservado a los grandes escritores. Incluso, ojalá tuvieran una reacción retrospectiva y me den los diez mil dólares”, considera Glantz.

Por su parte, Mercado asegura que sería justo que se homologara con otros galardones. “No sé por qué un premio con el nombre de Sor Juana tiene que ser más magro que otros. Pero eso ya es góndola de mercado y no literatura. Sí sería importante que el premio acompañara al libro para ser traducido a otras lenguas. En el texto de mi premiación había una promesa o una velada certeza de que sería traducido en Estados Unidos. Pero nunca nadie dio cuenta de ese posible recurso”.

Y Piñeiro recuerda que cuando le tocó recibir el premio compartió una cena con Laura Restrepo. “Ella se sorprendió del monto de diez mil dólares y me contó que en su época el premio era una estatua de Sor Juana tan grande que era muy difícil de transportar en el avión de regreso a casa. Sin desmerecer la estatua, las dos convinimos que los diez mil dólares sonaban mucho más tentadores”.

El fallo del Sor Juana, cuya convocatoria para 2013 se acaba de abrir, se dará a conocer el próximo 4 de noviembre; y el 4 de diciembre se entregará en la FIL de Guadalajara.

 

Novelas ganadoras

En 20 ediciones se ha premiado a 19 autoras de habla hispana:

1993. Dulcinea encantada, de Angelina Muñiz-Huberman (México).

1994. Nosotras que nos queremos tanto, de Marcela Serrano (Chile).

1995. Asalto al paraíso, de Tatiana Lobo (Chile).

1996. Busca mi esquela, de Elena Garro (México), póstumo.

1997. Dulce compañía, de Laura Restrepo (Colombia).

1998. El amor que me juraste, de Silvia Molina (México).

1999. La tierra del fuego, de Silvia Iparraguirre (Argentina).

2000. Se declaró desierto.

2001. Nadie me verá llorar, de Cristina Rivera Garza (México).

2002. Cielo de tambores, de Ana Gloria Moya (Argentina).

2003. El rastro, de Margo Glantz (México).

2004. Ya no pisa la tierra tu rey, de Cristina Sánchez-Andrade (España).

2005. Agosto y fuga, de Paloma Villegas (México).

2006. Desde las cenizas, de Claudia Amengual (Uruguay).

2007. Yo nunca te prometí la eternidad, de Tununa Mercado (Argentina).

2008. El infinito en la palma de la mano, de Gioconda Belli (Nicaragua).

2009. La muerte me da, de Cristina Rivera Garza (México).

2010. Las grietas de Jara, de Claudia Piñeiro (Argentina).

2011. Inés y la alegría, de Almudena Grandes (España).

2012. Sangre en el ojo, de Lina Meruane (Chile).

Te recomendamos

Comparte en Redes Sociales