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Adiós a un hombre sabio y generoso, Ernesto de la Peña

Ayer falleció a la edad de 84 años el traductor, ensayista y académico mexicano, quien hoy será honrado en el Palacio de Bellas Artes

Virginia Bautista | 11-09-2012

CIUDAD DE MÉXICO, 11 de septiembre.- Don Ernesto de la Peña tenía mucho miedo de morir, confesó a Excélsior María Luis Tavernier, su esposa durante 29 años. “En la mañana le pregunté si necesitaba algo y me dijo ‘ya quiero estar inerte’. Es la única vez que me comentó algo así. Es que ya no podía, estaba muy cansado de luchar por vivir un poco más”.

La mujer que animó al erudito mexicano a escribir de tiempo completo, tras la pérdida de su casa en 1985 a causa del terremoto que azotó a la Ciudad de México, a quien le dedicó el jueves pasado la última conferencia magistral que pronunció al recibir el XXVI Premio Internacional Menéndez Pelayo, comentó que lo que más amaba el poeta era la vida.

“No sólo nos casamos, sino que éramos una pareja muy unida, casi nos separábamos sólo para ir a trabajar. Teníamos muchos puntos de contacto. Me hará mucha falta”, afirmó quien estuvo a su lado ayer, a las 5:15 de la madrugada, cuando la muerte lo sorprendió en su casa.

“Ya tenía problemas respiratorios y de insuficiencia renal desde hace tiempo. Los últimos dos días le pregunté qué quería y me dijo ‘sólo estar contigo’. Y platicamos cosas muy íntimas y personales; pero ya era tanta su deficiencia renal, por el exceso de agua, que deseaba descansar”, agregó.

El sabio de las lenguas (dominaba 33), traductor, ensayista y académico fue velado anoche en la funeraria del Panteón Francés, en compañía de sus familiares y amigos, y hoy el Conaculta le rendirá un homenaje nacional de cuerpo presente en el Palacio de Bellas Artes, donde estará de 12 a 14 horas.

Para el escritor y crítico literario Adolfo Castañón, el miembro de número de la Academia Mexicana de la Lengua, a la que ingresó en 1993 para ocupar la silla XI, es “un milagro” de la cultura mexicana e hispanoamericana contemporánea.

“La palabra milagro es a lo mejor un poco florida o con apariencias retóricas; pero creo que es una forma llana de tratar de describir la admiración ante alguien que se columpiaba entre lenguas como el arameo, el griego, el ruso, el alemán, el árabe, con una gran fluidez, sencillez y destreza”, añadió en entrevista.

El secretario de la Comisión de Consultas de la academia, a la que también pertenecía De la Peña, destacó que éste “nos deja una herencia muy significativa: la de sus traducciones de Los Evangelios cristianos directas del griego y un conocimiento bien documentado y no dogmático de los aspectos teológicos”.

Por su parte, el escritor y editor Felipe Garrido señaló que la muerte del egresado de Letras Clásicas de la UNAM es “una pérdida terrible” para la cultura mexicana y para el país. “Primero, por el gran amigo que fue; y, en segundo lugar, porque un sabio como él necesita no solamente muchos años de trabajo para formarse, sino también algunas dotes congénitas, naturales. Don Ernesto era erudito con una treintena de lenguajes. Un verdadero humanista”.

El director adjunto de la Academia Mexicana de la Lengua evocó que todos los jueves, casi sin falta, el autor de Las estratagemas de Dios (Premio Xavier Villaurrutia 1988) iba a responder las dudas que los ciudadanos hacían llegar a la citada Comisión de Consultas. “Era un placer escucharlo hablar de lo que fuera, pues convertía cualquier tema en un fascinante tratado”.

El poeta Eduardo Lizalde destacó otras facetas de don Ernesto: la de maestro, promotor cultural y apasionado de la ópera. “Durante décadas dio magistrales lecciones de filosofía, historia, de la cultura del conocimiento, de sabiduría antigua, a través de la radio y la televisión, y lo siguió haciendo hasta el último momento de su vida”.

Detalló que compartieron una gran amistad durante más de cuatro décadas. “Soy de las personas que más lamentan su desaparición. Debemos recordarlo como un sabio, como un intelectual con una capacidad impresionante. Ernesto era año y medio mayor que yo, era de la misma generación de Carlos Fuentes. Así que empezamos a ver con tristeza que la gente grande está desapareciendo”.

El ganador de los premios Nacional de Ciencias y Artes en 2003 y el Alfonso Reyes en 2008 anunció el jueves pasado, después de la ceremonia en la que recibió el Menéndez Pelayo en El Colegio de México, que pronto publicaría un ensayo muy largo sobre François Rabelais, el autor de Gargantúa y Pantagruel, a quien definió como “un humorista sabio, genial, divertido, pornográfico a veces, sagaz, extraordinario”.

Al respecto, su viuda comentó que este volumen “estaba pactado con el FCE, pero todo esto lo veré después. Por lo pronto, le puedo decir que dejó su material muy ordenado”.

Última conferencia magistral

Las realidades en el Quijote se tituló la última conferencia magistral que dictó Ernesto de la Peña (1927-2012) el jueves pasado en El Colegio de México, en el acto en el que recibió de manera virtual desde Santander, España, el Premio Internacional Menéndez Pelayo.

“Se trata de mis modestas aproximaciones a la obra emblemática de la literatura española, El ingenioso hidalgo don Quijote de la mancha, cuyo planteamiento inicial nos ofrece dos realidades, o dos aspectos de una sola, que se enfrentan, que no concuerdan entre sí”, apuntó.

Ante un auditorio lleno, el lingüista y ensayista explicó que esta novela pone de manifiesto la relatividad del conocimiento, la elusividad del mundo real. “Lo que ve el caballero no es lo que percibe su escudero. Dos Quijote y Sancho son dos miradas, dos percepciones que asintóticamente viajan siempre unidas sin cruzarse jamás”.

En El Quijote, destacó, la imaginación tiene prelacía sobre la realidad común. “El mundo está sometido a la fantasía; la realidad es una especie de máscara que compete al caballero arrancar para descubrir su verdad intrínseca, poética. Don Quijote es la culminación y acabamiento de esta idea heroica, mística y mágica del mundo natural. Su osadía… consiste en renunciar a una vida muelle y sin problemas en pro de lo incierto y azaroso de lo caballeresco”.

De la Peña dedicó esta ponencia a su esposa María Luisa Tavernier, quien ayer dijo que se sentía muy orgullosa y feliz por este detalle. “La conferencia fue regia, magistral, brillante”.

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