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Chava Flores, el poeta del relajo

Fue el autor de divertidas estampas musicales sobre la vida en la Ciudad de México y en el país. María Eugenia habla de su padre a 25 años de su fallecimiento

Gerardo Jiménez | 05-08-2012

CIUDAD DE MÉXICO, 5 de agosto.- Su mayor gloria fue haber nacido en los tiempos en que el ser pobre en la Ciudad de México no era una tragedia.

Alguna vez dijo que si volviera a nacer “sería el mismo, pero nadas más que rico, nomás para ver qué se siente”.

Ésa era la actitud antisolemne de Salvador Flores Rivera, mejor conocido como Chava Flores.

Escritores como Pável Granados lo definen como el único cronista musical del Distrito Federal para el mundo. Otros más lo ubican como el “compositor festivo de México” o “el compositor del barrio”.

A un cuarto de siglo de su muerte, su obra sigue vigente, aunque poco reconocida. Fue el cantautor que diseccionó los detalles, costumbres y descripciones de los personajes de una época de la capital mexicana.

Su hija María Eugenia Flores Durán aseguró que la gran movilidad que tuvo durante su infancia y juventud por la ciudad influyó en esa sensibilidad para contar historias cotidianas de una forma muy peculiar.

Su nacimiento, el 14 de enero de 1920, estuvo marcado en la calle de la Soledad, en el antiguo barrio de La Merced. Creció en Tacuba, en la Roma y Santa María la Ribera, aunque también se le ubica en Azcapotzalco y la Unidad Cuitláhuac, lugar en donde vivió hasta 1986, cuando se mudó a Morelia, Michoacán.

De acuerdo con su biografía oficial, desde que murió su padre en 1933, tuvo que comenzar a trabajar para contribuir al sostenimiento de su familia.

Chava Flores tuvo infinidad de empleos desde su infancia: fue costurero, encargado de almacén, cobrador, vendedor de puerta en puerta, administrador de una ferretería, propietario de una camisería y de una salchichonería, y hasta impresor.

Fue esencialmente un trabajador incansable. Cuando las cosas no funcionaban bien en su empleo, inmediatamente buscaba una alternativa que le permitiera continuar trabajando. Ése fue el caso del año 1946, cuando desafortunadamente tuvo que cerrar su camisería, y con ello comenzar una racha de empleos breves y mal remunerados.

En la gran mayoría de estos empleos fracasó, incluso uno de estos tropiezos lo llevó a ser encarcelado por quien fuera su compadre.

“Afortunadamente para México fue mal negociante; si no, no hubiéramos tenido a Chava Flores”, dice orgullosa su hija María Eugenia.

Pável Granados lo define como cronista musical, porque desde que inició con su primera canción: Dos horas de balazos, lo tomó como un programa de vida, lo hizo de una manera genial, porque prácticamente tomó desde el nacimiento del mexicano hasta su muerte: con el nacimiento, el bautizo, la primera comunión, los 15 años, las bodas, todo hasta llegar a la muerte. Su legado fueron más de 200 canciones.

“Lo hizo con un estilo que es al mismo tiempo cómico y nostálgico; no era un hombre hecho para el chiste, porque le tocó conocer de niño las vecindades de México y también, la verdad, es que le tocó ese desgaste que se dio en los años 40, cuando se congelaron las rentas a raíz de la Segunda Guerra Mundial y se empezaron a desgastar todas las vecindades.

“Le tocó describir a ese México, ver esas vecindades perdidas; esos barrios del Centro Histórico, que tenía cada uno su personalidad, que algo tuvieron que tener de idílicos”, argumentó  Granados.

Todas sus Marías

Fue también un hombre de dualidades. En el seno familiar lo recuerdan dulce, tierno. Primero con sus seis hijas, todas bautizadas con el nombre de María: María Luisa, María Eugenia, María Elena, María Teresa, María Alejandra y María Gabriela.

También está marcado por la nostalgia y el amor, ya que la canción La Bartola tiene como inspiración y dedicatoria a su primera esposa, María Luisa Durán, con quien vivió en una época marcada de carencias.

También hay un Chava Flores antes y después de ser encarcelado por más de un año, acusado de abuso de confianza. Él aceptó su culpa con la “frente en alto”, cuenta su hija, pero esa mala experiencia le dejó una huella que expresó en crítica social.

Es de destacar su ironía, sobre todo en el periodo de Ernesto Uruchurtu Peralta (1952-1966) al frente del Departamento del DF. Fue su personaje favorito en chistes y canciones, porque decía que contribuyó a construir una ciudad un poco bonita, civilizada, con gladiolas sobre los camellones, pero también fue el destructor de la vida nocturna de la Ciudad y de México, en ese entonces nacieron los cinturones de miseria.

Chava Flores se fijó mucho en eso, planteó una ciudad un poco de chiste, pero con crítica hacia esa modernidad que barniza los problemas.

Cantó y contó su experiencia cuando se inauguró el Sistema de Transporte Colectivo Metro:

“Voy en el Metro, que grandote, rapidote, que limpiote

Qué diferencia del camión de mi compadre Gilemón que va al panteón

Aquí no admiten guajolotes, ni tamarindos, tecolotes

Ni guacales con elotes ni costales con carbón…

Adiós, mi linda Tacuba, ya pasamos por Cuitláhuac

Ya pasamos por Popotla y al Colegio Militar

Ya me estoy arrepintiendo no haber hecho de las aguas

Si me sigue esta nostalgia yo me bajo en la Normal.”

Se identifica también a un Chava Flores amo del lenguaje y el doble sentido en composiciones como Tango, que “donde andar de disoluta, otra vez andas de… puerca”.

Y qué decir del Chico temido de la vecindad:

“Yo soy el chico temido de la vecindad

soy el pelón encajoso que te hace llorar

Me llamo José Boquitas de la Corona y del Real

yo soy del barrio el carita, las chicas,

los chicos, me dan mi lugar.

Siempre me verás vistiendo mi saco café

tiene sus ojales blancos y atrás de piqué

si tú me cuentas los pliegues verás que siempre uso tres

te hecho de menos pelona

con tus medias rosas, tu falda ye-yé…”

“Los que conocen de albur dicen que lo manejó fabulosamente, parece difícil que el albur sea elegante. Nunca dijo una mala palabra en sus presentaciones, pero sí contestaba un albur”, dice María Eugenia.

La capital del país encuentra su himno en: Sábado Distrito Federal:

“Desde las diez ya no hay donde parar el coche

ni un ruletero que lo quiera a uno llevar

llegar al Centro atravesarlo es un desmoche

un hormiguero no tiene tanto animal.

Los almacenes y las tiendas son alarde

de multitudes que así llegan a comprar

al puro fiado porque está la cosa que arde

al banco llegan nada más para sacar…”

Las frases las convierte en poesía, en hallazgos literarios, una poesía sutil y simpática de la ciudad muy irónica que narran mucho de lo que es el mexicano y un ejemplo de ello es El gato viudo, según Granados.

 Chava Flores floreció en una época en que se hacía filosofía de lo mexicano, cuando se escribió la Fenomenología del relajo, de Jorge Portilla, un libro que le sirvió a Carlos Fuentes o Emilio Uranga en sus escritos; era el tiempo en que los filósofos se dedicaban a tratar de explicar qué era lo mexicano.

“Es un retrato de lo que somos los mexicanos, es un icono que nos retrata tal cual somos. El humor de Chava Flores es muy especial, muy fino, aparenta ser como mucha gente lo toma, como si contara chistes, la verdad es que está contando historia de México”, precisa María Eugenia Flores.

Se hizo autor por la admiración que tenía de los otros compositores de esa época.

“Mi amor por las canciones de México y sus compositores fluyó en mi mente. Me sabía miles de ellas aunque no conociera personalmente a ningún autor, y de mi mente desesperada por el infortunio surgió el álbum de oro de la canción. Una revista quincenal que desahogara mis ansias guardadas por ese hermoso arte que tanto amé y que nunca fue mío”, declaró el cantautor en una entrevista.

Era amigo de los amigos, su círculo era variado, pero los principales fueron José Alfredo Jiménez, Mauricio Garcés, Miguel Aceves Mejía, Cuco Sánchez, Pedro Infante, Lola Beltrán y Rosita Quintana, entre otros.

También fue muy cercano del caricaturista Gabriel Vargas y de otro glorioso compositor como Vicente Garrido.

Ahora es uno de los muy pocos compositores mexicanos que ha sobrevivido a la llamada tragedia cultural, que ha sido el olvido de la música mexicana, es uno de los pocos compositores realmente conocidos, uno de los autores que la gente se sabe; porque, ¿quién puede olvidar Ingrata pérfida o Peso sobre peso?

“Es uno de los pocos autores reconocidos y de los más admirados. Chava Flores debería aparecer en los libros de texto gratuito”, recomienda Pável Granados.

Su hija María Eugenia sostiene que lo que más debe admirarse del cronista musical es la autenticidad de su obra. “Nunca quiso parecerse a nadie, nunca trató de imitar a nadie; fue original y único.”

En 1986 se mudó a Morelia, Michoacán, donde tenía un programa de televisión. Al año siguiente fue trasladado a la Ciudad de México por una urgencia médica que lo llevó a la muerte el 5 de agosto de 1987.

Cancionero

Algunos de los títulos más representativos del repertorio de Chava Flores:

Sábado Distrito Federal.

Manuela.

¿A qué le tiras cuando sueñas mexicano?

Ahí viene el tren.

Amor de lejos.

Apolonia la bonita.

Ayer me contaron.

Cachito de retrato.

Calendario de amor.

Cerró sus ojitos Cleto.

Cuando me busquen tus ojos.

Dos horas de balazos.

El apartamento.

El bautizo de Cheto.

El chico temido de la vecindad.

El gato viudo.

El retrato de Manuela.

El tololoche.

En México.

En tu estuche de recuerdos.

Ingrata pérfida.

La boda de la vecindad.

La casa de Lupe.

La Chilindrina.

La esquina de mi barrio.

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