Arturo Xicoténcatl

Arturo Xicoténcatl
El espejo de tinta

Cada vez más lentos

28 de Agosto de 2018

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Con el relativismo de las expresiones hay quienes abusan de la hipérbole. El domingo anterior, al ir recorriendo canales en la televisión, observo, por unos instantes, un partido de la Champion League, en el que no participan el Manchester City, el Manchester United ni el Liverpool, sino dos equipos de la media tabla hacia abajo, de la cuarta jornada, que un locutor expresa: el portero le ha robado la gloria a perengano de tal. Es una de las tantas atajadas o desvíos que se ven cada fin de semana. Gloria, en el deporte olímpico o en alguna otra actividad, posee un sentido muy diferente a algo sin mayor trascendencia. Para darle sabor al caldo, en los micrófonos, la exageración exagerada es el pan nuestro de cada día.

Un maratón es proteico. Se entiende el esfuerzo de los organizadores del maratón de la Ciudad de México, pero a veces este esfuerzo y el de la mayoría de las actividades deportivas se disuelve cuando no sabemos apreciarlas. Una competencia deportiva proyecta imagen de paz y armonía social al mundo, que la reunión de miles de competidores en una megalópolis en forma independiente de la violencia, es posible. Ciudades fronterizas como Tijuana o Ciudad Juárez, en momentos duros, cobijaron torneos de caminata y de clavados con los que el país seguramente demostró que había estabilidad. El maratón es la oportunidad preciosa de alcanzar diversos objetivos, marcas, salud, superación individual, el ensayo, comprobación y bondades de un entrenamiento o el empleo de una adecuada estrategia con el fin de vencer a un adversario. Correr la distancia por el placer de hacerlo. El maratón debe protegerse porque alienta beneficios deportivos, sociales.

A veces no ocurre así. Es necesario un mayor esfuerzo social, del gobierno y los medios de comunicación, para divulgar el esfuerzo de muchísimos protagonistas que son los olvidados de siempre. En el deporte olímpico, la realidad es cruda: para que un atleta sea motivo de atención, por lo general, hay tres formas: ganar la medalla de oro olímpica, un título mundial o muriéndose y, a veces, ni así.

No se desea ver el rostro de la cultura deportiva con beneficios globales. La población ha perdido interés por la competencia deportiva, este fenómeno debiera ser analizado con mayor profundidad, porque toca al propio deporte.

En forma independiente de lo relativo a lo anterior, sorprende el crono del keniano Titus Ekiru, vencedor en el XXXVI Maratón de la Ciudad de México, que, con paralelismo, sirvió para conmemorar los 50 años del maratón de los JO de México 68: 2:10.37 o 2:10.38. Se habla de un nuevo récord.

Por diversas razones, modificaciones de vías en nuestra megalópolis, no se ajustó en su totalidad al recorrido del 68. Se han visto tantos cambios conforme pasan los sexenios políticos, con salidas en el Zócalo, en la Ciudad Deportiva, llegadas en Ciudad Universitaria, en el Monumento a la Revolución, en la misma Cd. Deportiva, al cambiar la trayectoria se altera la topografía. Cambios que no se dan en maratones como los de Nueva York, Boston, Berlín, Londres, Fukuoka.

No obstante, el 2:10.37, en los 2,240 m de altura snm de la Cd. de México, significa que, potencialmente, Titus Ekiru es un atleta que, en un maratón de elite, podría correr los 42,195 metros alrededor de las 2 horas con cinco minutos.

El sexto lugar de Joel Pacheco, de Coahuila, es lo que menos importa. Marcó 2:18.20. Cada vez los maratonistas son más lentos. Ni atletas ni entrenadores se esfuerzan para sí mismos. Los maratonistas mexicanos se aproximan al 2:20 del Mamo Wolde del 68. Patético.

 

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