Juan Carlos Veraza

Juan Carlos Veraza
El deporte por nota

Resiliencia

06 de Marzo de 2024

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Hace dos semanas escribí acerca de los grandes eventos deportivos que se estarían celebrando en nuestro país y que, cuando se hacen bien, con esfuerzo y dedicación, es posible realizarlos al nivel de los mejores del orbe. Los torneos realizados en México fueron un éxito, mostrando el rostro que nos gustaría que se vea más allá de las fronteras.

Pero uno en particular se llevó los reflectores: el Abierto Mexicano de Tenis. El ATP 500 celebrado en Acapulco tuvo un sabor especial. En esta ocasión, los organizadores remaron a contracorriente, como no lo habían tenido que hacer en los ahora 31 años que el torneo se ha llevado a cabo.

En esta ocasión, no sólo se trató de armar un cuadro de jugadores del más alto nivel, de ofrecerles todas las facilidades para que pudieran brillar en las canchas, tampoco de únicamente brindarles a los espectadores y a la prensa los mejores servicios para que los primeros pudieran disfrutar de una gran semana de tenis y, a los segundos, lo necesario para que pudieran realizar su trabajo. En esta ocasión se trataba de algo más, de poder realizar el evento bajo condiciones nunca vistas para el comité organizador de Mextenis.

El paso del huracán Otis fue devastador, dejando una estela de destrucción, transformando las vidas de miles de mexicanos y despertando dudas acerca de la realización del abierto. Pero los organizadores, junto con un grupo de patrocinadores, nunca dieron un paso atrás y unos días después del terrible acontecimiento salieron a anunciar que el torneo se llevaría a cabo, que, obviamente, no sería una empresa sencilla, pero que no le darían la espalda a Acapulco. Tengo que reconocer mi escepticismo inicial, a pesar de conocer perfectamente a quienes están al frente de Mextenis y de saber de su capacidad para brindar grandes torneos, pero en esta ocasión las circunstancias eran muy diferentes a cualquier otra, aunque el paso del tiempo fue haciendo crecer mi creencia en que era posible, y cuando varios de los mejores jugadores del mundo se comprometieron a venir y echar una mano con su presencia, las dudas se disiparon.

Aunque las condiciones en el puerto todavía están lejos de ser las mejores, el esfuerzo de todos los que de alguna manera colaboraron para que el torneo se realizara sirvieron para lograrlo, Acapulco vivió una semana de espectacular tenis, con partidos memorables y con un entusiasta público, que, aunque esta vez no llenó las tribunas, sí fue el alma del certamen. Sin decir que el triunfo de Álex de Miñaur quedará como simple anécdota, sí me atrevo a pensar que quedará en un segundo plano ante el hecho de que solamente unos meses después de la enorme tragedia que golpeó a Acapulco se pudo realizar un torneo que tanto significa para ese emblemático lugar de nuestro país, y sirvió como muestra de la resiliencia característica de los mexicanos.

 

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