Arturo Xicoténcatl

Arturo Xicoténcatl
El espejo de tinta

En el agua, señor…

25 de Noviembre de 2022

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Los últimos acontecimientos de la natación, en las distancias largas de Juegos Olímpicos, evocan un desfile de pasajes, míticos, reales, legendarios. La travesía de Lord Byron en el estrecho de los Dardanelos, el legendario Helesponto, que une Europa con Asia, de Abydos a Sestos, en un mar de ondas color de vino y ópalo, con el propósito de demostrar que era posible el mito, de amor, tragedia y muerte, del nacimiento de la natación, en la encendida pasión de Leandro y la sacerdotisa Hero. El poeta inglés y héroe, que dio su vida por la libertad de Grecia, nadó junto con su amigo Ekenhead; necesitó hora y media en realizar el cruce, aquel 3 de mayo de 1810. Una acción que acaso influyó en otro inglés, el capitán Matthew Webb, el primer hombre en cruzar el Canal de la Mancha. Nadó de Dover a Calais, entre el 24 y 25 de agosto de 1875, en 21 horas con 45 minutos, después de luchar casi 5 horas interminables cerca de las costas de Francia, cuando una fuerte corriente de agua helada le impedía aproximarse. ¿Cómo se preparaban aquellos hombres en semejantes aventuras? El húngaro Alfred Hajos fue el primer campeón olímpico en 100 y 1,200 m nado libre. La competencia fue en mar abierto, en la bahía de Zea, cerca del puerto El Pireo. Nueve competidores fueron transportados mar adentro y regresaron dos. El resto fue rescatado por lanchas por lo helado del agua. El mar estaba picado, con olas de casi 3 m, y la temperatura era de 55° Fahrenheit, poco menos de 13° Celsius, ¡brrr! Hajos refirió que, abandonado por las barcazas, llegó a la costa más por el impulso de sobrevivir que por el deseo de victoria. Mientras braceaba hacia una multitud de 20,000 espectadores, recordó que el cuerpo de su padre se le había resbalado de sus brazos antes de hundirse y ahogarse en el río Danubio, en Budapest. Al recibir Hajos la medalla de oro, el rey de Grecia lo elogio y le dijo: “¡Qué bien nada! ¿Dónde aprendió a nadar?”. El magyar, con una sonrisa, le respondió: “¡En el agua, señor! En el agua…”. La evolución de la natación es maravillosa. Los legendarios Damián Pizá, el primer mexicano en cruzar el Canal de la Mancha, y Tonatiuh Gutiérrez, vencedor de la Capri-Nápoles, empleaban unos gruesos anteojos de color amarillo que frenaban su desplazamiento. Entrenaban con polainas de plomo en los tobillos y se ataban de la pared de la alberca con un fuerte elástico de la cintura y braceaban incansablemente como parte de su preparación de larga distancia. Entrenar con Tonatiuh era una lucha rabiosa diaria a muerte. Jaime Lomelín Gavaldón, quien en unas semanas más va a ser entronizado en el Salón de la Fama de nadadores de larga distancia, en Nueva York, con el propósito de cruzar el Canal de la Mancha llenaba de hielo la bañera de su casa y se sumergía durante seis u ocho horas para adaptar su cuerpo a lo helado y no sufrir problemas de hipotermia. Hugo Rodríguez Barroso, de no haberse ejercitado por igual, no habría salvado su vida en el vivac que hizo, ¡a más de 8 mil m de altura!, en el Everest.

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