El último brillo mexicano; recuerdos de una victoria de época

Hoy se conmemoran 30 años que Luis Enrique Herrera venció en primera ronda de Wimbledon a Jimmy Connors, la última gran victoria del tenis nacional en un Grand Slam

Luis Enrique Herrera
Fotos: Archivo Excélsior / Fotoarte: Erick Zepeda

CIUDAD DE MÉXICO.

Luis Enrique Herrera se toma varios segundos en silencio para viajar entre los recovecos de los recuerdos de tres décadas, justo al 22 de junio de 1992, cuando batió en la primera ronda de Wimbledon al legendario Jimmy Connors… Dulces momentos de gloria con tonalidades amargas cuando reflexiona que a la pos­tre esa fue la última gran gesta del tenis mexicano.

La Araña Herrera dejó en­tre los registros ese triunfo con parciales de 6-2, 1-6, 7-5 y 6-3 frente a un veterano estaduni­dense, quien marcó una época en los 70 y 80 e iba de salida del circuito de la ATP, en el que dejó una estela de brillo con la conquista de ocho Grand Slam y la marca vigente de 109 títulos.

El joven tricolor de 20 años dio lustre a su propia trayecto­ria, que en noviembre de ese año disfrutó de un nuevo cenit al escalar dentro del top 50 en la clasificación mundial con su sitio 49. Peldaño que ningún otro nacional ha podido siquie­ra acercarse desde entonces… Crudos años para el deporte blanco mexicano.

¡Wow!... La verdad, cuando me lo dijiste, pensé: ¡30 años!... ¿Tan grande ya estoy?”, cuenta Herrera a través de una videolla­mada desde las instalaciones de Witt Academy en Mérida, donde desde hace unas semanas se desempeña como director de tenis. “Ya pasó mucho tiempo”.

La Araña asimiló hace 30 años que enfrentaba a una gloria en los momentos de su ocaso. Él era un buen jugador sobre césped para poder mostrar su potencial. En ese Wimbledon también dejó el registro que impera entre los mexicanos de haber llegado hasta la tercera ronda, una posición que después de él ningún otro nacional ha alcanzado en un certamen de Grand Slam en singles.

Muchas cosas hablan mucho de ese partido y para los mexi­canos fue enorme. Ahorita me pongo a pensar: ¿qué hubiera pasado con nosotros con las redes sociales?”, reflexiona. “Sí, definitivamente, esa fue la última gran victoria que un mexicano tuvo en un escenario como esos… En un torneo como un Grand Slam, definitivamente, fue el último gran partido nacional”.

La estafeta que Herrera tomó como figura del tenis en un país con una rica historia —con sobresalientes triunfos en series Copa Davis ante potentes rivales como Estados Unidos o España— no hubo quien la su­jetara con fuerza después de él y se fue diluyendo la tradición de tener mexicanos sobresaliendo en el ámbito global, como antes hicieron figuras de la talla de Rafael Pelón Osuna, Antonio Palafox, Pancho Contreras y la última gloria: Raúl Ramírez.

La Araña compartía apara­dores con tenistas más veteranos como Jorge Lozano, Leo Lavalle o Francisco Maciel, pero des­pués de ellos se opacó el tenis nacional. Alejandro Hernández fue el mejor exponente con una clasificación de singles con el 125 del mundo en febrero de 1997. Santiago González ha sido el más relevante en los últimos años, pero como especialista en dobles.

Siempre pensamos que íba­mos a estar mejor; que iban a llegar generaciones después de las nuestras a mejorar, como venía pasando conmigo. Obvia­mente lo que fue Raúl Ramírez (quien llegó a ser el cuarto mejor jugador del mundo el 11 de julio de 1976) está en otro nivel, pero sí lo que venía en una genera­ción previa a la mía creo que sí superé… Nunca hubiéramos pensado que México tardaría hasta 30 años, por lo pronto, en no tener a ningún jugador dentro de los 100 del mundo. Eso es… ¡No lo entendemos. No nos lo explicamos!”

Al saber que hoy celebra el 30 aniversario de esa victoria ante Connors, Luis Enrique Herrera reservó una cerveza para brindar por esos primeros 30 años de la que desea que no sea la última gran victoria mexicana ante un rival de gran renombre en el torneo de Grand Slam.

 

Herrera superó en una de las canchas alternas a Connors; esa pista ya no existe. Fotos: Especial

 

DURO TRAYECTO PARA DESTACAR

El camino para que un tenista alcance la esfera pro­fesional y disfrute de una exitosa trayectoria está colmada de desafíos. Desde las etapas formativas co­mienza un largo trayecto en el que el carácter del de­portista (y el de sus familiares) serán puestos a prueba constantemente.

A tres décadas que Luis Enrique Herrera avanzó hasta la tercera ronda de Wimbledon —el mejor resul­tado de cualquier mexicano en un Grand Slam des­de entonces— cuenta sobre el duro camino a esa cima personal, uno que arrancó desde de niñez.

Tiene que haber muchos factores alineados pa­ra que se siga el crecimiento y el desarrollo. Es un pro­ceso largo… Cuesta dinero. Uno pensaría que cuando uno comienza es más económico, pero es al revés”, re­cuerda Herrera, el menor de cuatro hijos de una familia que le inculcó la práctica del tenis desde la más tier­na infancia.

Herrera recibió una beca para continuar su prepa­ración como tenista en Estados Unidos cuando tenía 14 años. Pulió sus habilidades y siguió su formación aca­démica con el objetivo de ser un tenista profesional. De las autoridades mexicanas, en ese entonces, también tuvo un respaldo importante.

El presidente de la Federación Mexicana de Tenis, Jesús Topete, le brindó a él y a otros tenistas el res­paldo para cubrir parte de los costos de sus viajes u hospedajes para que participaran en torneos en esos comienzos en los que no generaban los ingresos sufi­cientes para cubrir sus necesidades.

Herrera mostró aptitudes para destacar y hubo más personas en el país que lo respaldaron económicamen­te para cubrir los traslados, sus estancias y el pago de sus entrenadores y grupos multidisciplinarios.

El ahora director de tenis de Witt Academy, en Mé­rida, Yucatán, tiene especial agradecimiento al empre­sario León Hamui, quien le brindó un gran respaldo en esos primeros años que se aventuró como profesio­nal. Esa ayuda fue fundamental para que se dieran lo­gros como el vencer a Jimmy Connors en un juego de Wimbledon.

 

EL TENIS TRICOLOR, EN UN ABISMO

Cuando Rodrigo Pacheco alcanzó hace unas semanas las semifinales de Roland Garros en el certamen juvenil, una nueva velita de esperanza se prendió entre los seguidores del tenis mexicano, esperando la llegada de esa generación que vuelva a figurar en el ámbito global. Luis Enrique Herrera sabe en carne propia que la ausencia de figuras que siquiera estén luchando por estar entre los 100 mejores del mundo tiene muchas ex­plicaciones, pero la principal es que muchas administraciones de este deporte dejaron de impulsar la formación de tenistas.

Nos podríamos pasar aquí todo el día discutiendo y debatiendo, pero creo que principalmente han pasado muy malas ad­ministraciones, no ha habido planeación, no ha habido estructura, no ha habido ningún plan para salir de eso”, reflexiona La Araña Herrera, asombrado de que un país como Argentina haya contado con más de una veintena de tenistas en el draw del pasado Roland Garros.

La infraestructura no es el problema, México debe ser uno de los países con me­jores instalaciones y clubes del mundo… Realmente es inexplicable por qué no pode­mos comenzar a producir jugadores de otro nivel”, dice Herrera, quien desea emular lo que ha pasado en España, donde muchos de sus exjugadores se han involucrado en la detección y desarrollo de tenistas, como hizo el retirado Juan Carlos Ferrero con la joven sensación Carlos Alcaraz, a quien da seguimiento desde categorías infantiles.

Ahora han hecho un gran trabajo con Rodrigo Pacheco, creo que ya es una pro­mesa real encaminada a ese objetivo y creo que puede ser el primero que pueda lograr romper esto de lo que estamos hablando”.

 

 

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