El héroe de la naríz fría en Inglaterra 1966

En Londres se robaron la Copa cuando faltaban cuatro meses para el Mundial. En un golpe de suerte, un perrito Collier de pelaje blanco con negro llamado Pickles, la encontró entre un jardín y la llanta de un auto estacionado

Pickles la halló. La mascota de David Corbett, un perro Collier fue quien encontró a 14 kilómetros de distancia de donde había sido robada, la Copa del Mundo de la FIFA. Foto: Especial.

A las 11 de la mañana se robaron la Copa del Mundo. Estaba exhibida en el Methodist Central Hall de Westminster, en Londres, una iglesia a 200 metros del Parlamento.

Se montó una exhibición de filatelia y el ladrón despreció planillas exóticas que valían hasta 4 millones de dólares, en cambio, se embolsó la Copa.

Ese domingo se efectuaba un servicio religioso en la planta baja. El asaltante merodeó por el parque frontal, dio la vuelta por la iglesia, echó a andar por la calle Matthew Parker para finalmente forzar la puerta trasera y entrar sigiloso.

El drama en Inglaterra a cuatro meses del mundial era auténtico, a tal grado que la FIFA pensó en cancelar el evento.

Deambuló la noticia de que a Scotland Yard llegó una carta amenazante. Se pedía en ella 15 mil libras para devolver la Copa. Un retrato hablado de un tipo alto, delgado, encarnado de mejillas, escrupulosamente peinado con gomina y una cicatriz a un lado de la boca, era todo lo que se tenía como pista. Muchos pensaron que el robo era una farsa y que esto se trataba cada vez más de una ficción a lo Sherlock Holmes.

La realidad fue que la Copa no estaba. El asaltante citaba que para él, no era más que chatarra y si en dos días no tenía la recompensa, la fundiría.

El rescate se pactó en Battersea Park. La policía aceptó pagar las 15 mil libras, pero en realidad el maletín llevaba 500 y lo demás era papel periódico. En el sitio sólo estaba un sujeto sentado en una banca visiblemente nervioso, que intentó escapar corriendo. Su nombre era Edward Betchley quien fue detenido y pasó dos años en la cárcel, a pesar de que se descubrió que sólo fue un intermediario. Nunca se supó quién planeó el golpe.

A 14 kilómetros de distancia de donde fue robada la Copa, David Corbett, un ingeniero de South Noorwod salió con su mascota Pickles, un perro collier de pelaje blanco y negro. Ese día su hermano estaba por ser padre, así que decidió caminar hasta una caseta telefónica. Cruzó la calle llevado más por la fuerza de Pickles que por su voluntad y de pronto, el perro olfateó algo entre un jardín y la llanta de un auto estacionado.

“Ahí estaba, envuelto en papel periódico y atado con una cuerda. Pensé que era una bomba, porque el IRA, el ejército republicano irlandés, estaba cerca. Pero de pronto empecé a leer la placa: Uruguay, Italia, Brasil... Éra la Copa de la que hablaban los diarios”, dijo Corbett.

Decidió ir a la comisaría en la que se la arrebataron apenas entró hasta detenerlo como el principal sospechoso. Fue interrogado varios días, le retuvieron sus papeles personales y se investigó a su familia. Nada, estaba limpio.

Entonces fue cuando vino la fama. Pickles fue elevado al rango de héroe nacional. Junto a su dueño estuvo invitado al banquete de los campeones en el Palacio de Buckingham. La recompensa fue de 6 mil libras e incontables programas de televisión y radio, fotografías, pasarelas, invitaciones y aplausos. Pickles, con esa carita cándida de perro, era el animal más conocido del Reino Unido a tal punto que estelarizó una película a finales de 1966 titulada, El espía de la nariz fría.

Sin embargo, al año siguiente, mientras estaba amarrado en el jardín de la casa de Corbett quien había salido a trabajar, se enredó con la correa al perseguir a un gato. Fue enterrado ahí mismo y se colocó una placa con su nombre.

Corbett tiene 82 años y conserva aún su collar. Para él más que el héroe que recuperó la copa,  Pickles fue su gran amigo.

 

 

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