“Ahora a los boxeadores les tiran golpes y se tapan la cara”: Choláin Rivero

En Mérida, entre los guantes y las lecturas. Rivero toma el teléfono, ofrece una panorámica de la política y recuerdos de sus días como mánager

Fotos: Archivo Excélsior y Cortesía Diario de Yucatán
Fotos: Archivo Excélsior y Cortesía Diario de Yucatán

CIUDAD DE MÉXICO.

Circula el video en YouTube. La cámara del celular apunta a Óscar de la Hoya durante una animada sobremesa: “Don Choláin Rivero, usted ha sido el mejor entrenador que yo he tenido, pero lo único que no me gustó de usted es que era ateo”. El ahora promotor de box ríe y la imagen cierra con ovaciones.

Del otro lado de la línea, a sus 90 años, recluido por el covid-19 en su casa en Mérida, a Jesús Choláin Rivero le caen los recuerdos como en manantial. Ya no habla con De la Hoya, quien de vez en cuando lo manda saludar. 

En una ocasión, después de la pelea de Chávez, De la Hoya vino a verme. Alquiló un jetcito de esos para 12 pasajeros y vino con su papá, con su apoderado, su hermano y un amigo. Nos vimos dos, tres días. Lo llevé a Uxmal, ahí dormimos, nos bañamos en la piscina, fuimos a las ruinas, vimos luz y sonido en Uxmal. Luego le organicé una comida en Ticul y le llevé trovadores para que escuchara la trova yucateca. Me pidió que lo acompañara a Durango, porque quería comprarle a su papá una finca en millón y medio de dólares. Se lo agradezco, porque no todos lo hacen, y le costó un pico, porque alquilar un avión con piloto y todo, pues eso cuesta”, refiere Rivero, una de las autoridades latentes que tiene el boxeo mexicano y un viejo lobo de Marx para el que, simplemente, Dios no existe.

Yo nunca traté de convencer a Óscar, nomás le decía: ‘Cuando reces, hay que ver cuánto rezas, porque tu enemigo también reza, así que Dios está en un problema. Si el otro da 20 padres nuestros y tu sólo 10, va a llegar el otro cabrón mejor’. Claro, yo le decía: ‘No vas a ganar porque reces, vas a ganar porque técnicamente debes ser superior al otro. Dios no te va a ayudar en nada’. Así los chingaba a todos. A la Chiquita, al Archi Solís, a Miguel Canto, pero sabían que yo era ateo”.  

Choláin Rivero es un caso único en el boxeo. Estudió Derecho en Mascarones, carrera de la que desertó, y se metió a la carrera de Historia, donde lo invitaron al Partido Comunista, del que salió expulsado.

Eran días convulsos para el mundo. Como los de ahora. Sin embargo, el encierro actual le ha sido útil. Revisa viejos papeles y acomoda los muebles de la cabeza en concordancia a los tiempos que corren.

 

DEJÓ LAS LEYES. En su día, Choláin Rivero se cambió de la Facultad de Derecho a la de Filosofía y Letras. Abajo, con El Archi Solís.

 

Estoy leyendo varias cosas y vuelvo a repensar algo de hace dos o tres años sobre el problema del socialismo. Estamos viviendo una época en que el sistema capitalista ha entrado en un declive en su etapa neoliberal. Porque se habla del neoliberalismo como si fuese distinto del capitalismo. Lo que está en crisis no es el neoliberalismo, es el capitalismo el que está en total crisis por sus desigualdades. Y deme la oportunidad para dejar en claro que la Unión Soviética nunca fue un país socialista, porque no puede haber socialismo en un país donde hay trabajo asalariado, y en la Unión Soviética nunca lograron abolir el trabajo asalariado”, expresa Rivero. Y se libera.

Marx lo dijo antes de El Capital en un pequeño trabajo que se llama Trabajo asalariado y capital, un folleto en el que señala que el trabajo asalariado es complemento del capital. Pero eso no lo tuvieron en cuenta los soviéticos, que al subir los salarios fomentaban el desarrollo de la economía mercantil. La gente con el dinero soluciona su existencia”.

Cargada la charla a la siniestra, se le demanda su punto de vista del gobierno de México, el poder que llegó tras una larga y contradictoria lucha iniciada con la fractura tras las elecciones de 1988.

López Obrador se dice de izquierda, pero es la izquierda que piensa en el desarrollo de Estado con una fuerte inversión. Por eso él piensa que el control de Pemex fortalece la intervención del Estado en economía. Él no es ningún socialista, claro, simpatiza con el general Cárdenas porque en esas épocas se pensaba en una economía mixta en la que el Estado tiene una fuerte intervención en la economía, pero sin negar la privada”.

Usted estudió Derecho en Mascarones, ¿por qué cambió a Historia?

En mi tercer año de Derecho me tocó el cambio a Ciudad Universitaria, donde me pasé a la Facultad de Filosofía y Letras a estudiar Historia. El derecho no me interesaba, lo que me interesaba era tener cultura. Y cuando vi los programas, dije: “Aquí es donde voy a obtener mis conocimientos”, porque en Historia se estudia economía, música, literatura, filosofía, todo. Tomé consciencia de mi ignorancia. Cuando uno empieza a leer se le abre el horizonte en diversos campos.

En esa época, Filosofía y Letras tenía muy buenos maestros, muchos del exilio español...

Me dieron clases Edmundo O’Gorman, Juan Ortega y Medina, José Gaos, Eduardo Nicol. Justino Fernández daba arte. Estudiando historia tenía derecho a tomar clases en filosofía. Mi maestro estrella fue Wenceslao Roces, el gran traductor del Fondo de Cultura Económica que vino con el grupo de españoles que huyeron de la Guerra Civil, porque él era subministro de Educación cuando vino el golpe franquista. Roces sabía ruso, había estado en el Partido Comunista Español. Tradujo a Hegel, a Marx, a Engels y a Lenin. Terminé la carrera y estaba haciendo mi tesis, cuando Enrique Semo me dijo: “Quédate en mi casa”. Semo fue secretario de Cultura (en la administración de López Obrador como Jefe de Gobierno del DF) y hace tres años estuvo aquí, en la Feria del Libro de Yucatán... pero ya no hablamos de box, ¿ya ve? 

Nada más platíqueme sobre el Partido Comunista y una figura importante de entonces, Juan Brom...

Juanito Brom fue mi compañero, el que me convenció para leer a Marx y a Engels. Nos juntábamos en la cafetería y como vio que yo tenía ideas de ese tipo un día me invitó a entrar al Partido Comunista, él me reclutó. Murió siendo maestro emérito de la UNAM. Yo lo paseé por Yucatán cuando vino recién casado.

¿Y el Partido?

En el Partido había un grupo de la Facultad de Filosofía y otro grupo de intelectuales en la célula Carlos Marx, entre los que estaban Eduardo Lizalde, Enrique González Rojo y José Revueltas, y yo estaba en la célula Engels con Brom y Guillermo Rousset Banda, entre otros. Nos juntábamos en casa de Revueltas para escuchar y analizar el informe presidencial. La base del Partido en el Distrito Federal quería cambiar la dirección, entonces nos salimos del Partido porque nos amenazaron. Había otro grupo, reconocido por la Unión Soviética, que era el Partido Obrero Campesino, que tenía mucha relación con Demetrio Vallejo, entonces Revueltas y Lizalde entraron a ese grupo, pero después se salieron y formaron la Liga Leninista Espartaco. Me invitaron, pero yo ya estaba en el Grupo del Frente Obrero de Juan Ortega Arenas, en la época de Díaz Ordaz contra los ferrocarrileros.

¿Por qué no se quiso ir con Revueltas y Lizalde?

Porque iba a ser lo mismo. Eran discusiones de intelectuales. En cambio, el Frente Obrero tenía línea directa con los trabajadores. Ortega Arenas era abogado sindicalista, pues quería que los trabajadores tuvieran un mayor nivel ideológico. Me asignaron a un grupo de obreros de una fábrica de Azcapotzalco.

 

Choláin Rivero y Miguel Canto, una dupla histórica del boxeo.

 

DE VUELTA AL BOXEO

Hacia mediados de los 90, el promotor Bob Arum tenía un diamante en bruto: Óscar de la Hoya, el carismático campeón olímpico de los pesos ligeros de Barcelona 1992, californiano de nacimiento y mexicano de sangre. Pero la carrera de De la Hoya tenía un problema ineludible: Julio César Chávez.

Arum pensó en Choláin Rivero.

Chávez era la gran figura, entonces querían ganarle para hacer a Óscar ídolo de California. Pero les dije: ‘Necesito un año con dos o tres peleas para dejarlo listo para Chávez’. Después de dos peleas, Óscar declaró a la prensa que había aprendido más conmigo en esos meses que en todo el resto de su vida”, refiere Rivero.

Y llegó la noche. El 7 de junio de 1996, en el Caesars Palace de Las Vegas, De la Hoya venció en cuatro rounds al Gran Campeón Mexicano. La estrategia de Choláin Rivero fue el movimiento.

Yo le decía a Óscar: ‘Acércate, lo agarras del hombro derecho, no se va a mover. Y cuando se mueve, retrocede. Como está mal parado, el peso de su cuerpo lo tiene sobre la pierna izquierda, no se perfila y está fuera de balance. Queda erguido. Hay que sacarlo de su pelea, porque cuando avanza, te golpea. No lo dejes avanzar, no lo dejes entrar, fíntalo’. Es como El Canelo, retrocede mal y así no pueden pegar, porque está fuera de balance”.

Maestro de maestros, Rivero formó con Miguel Canto, apodado a su vez El Maestro, una de las parejas mánager-peleador más recordadas.

Técnicamente, Miguel era muy rápido, pero como no pegaba fuerte, pues había que desarrollar sus facultades. No lo iba a hacer un fajador, porque iba a fracasar. Entonces perfeccionamos la defensiva y el contragolpe, los movimientos de cintura, saber manejar las cuerdas, saberse quitar todos los golpes con la mano, los distintos sistemas defensivos que no usan ahora; ahora les tiran golpes y se tapan la cara. Nunca se quitan, nunca bloquean, nunca resbalan un golpe ni por fuera ni por dentro. Los jabs no se los quitan, se tapan la cara con los guantes y avanzan”.

Usted es famoso como forjador de boxeadores, pero ¿quién le enseñó a usted?

Bueno, yo fui campeón de boxeo amateur en Yucatán. En México iba al Gimnasio Avenida, donde estaba Pancho Rosales. Iban el Ratón Macías, Baby Vásquez, Kid Campeche y ahí me encontré con Julio César Jiménez, que era yucateco. Veía las películas de campeonato mundial, las de Willie Pep, Joe Louis y Sugar Robinson. Veía cómo movían las piernas, cómo se paraban, y practicaba.

Ahora las peleas son de 30 millones de dólares…

No hay un boxeador que valga 30 millones de dólares, ¡hombre! Todo se infla. En el futbol también pasa. Va a haber una sacudida económica. No lo valen. Es la tele, la propaganda. Tal vez después del coronavirus se haga una revalorización de las cosas. 

En el ámbito del box hace tiempo no se sabe de usted.

Yo ya no entreno a nadie, ya estoy grande. Ya tengo 90 años, pero me siento muy bien, no me duele nada, estoy ágil. Ahorita, nomás preocupado con el coronavirus y la puta madre. Estoy solo en mi casa, me viene a ver mi hija. Vamos a esperar a ver cuándo pasa esta madre, pero como yo leo, no me aburro nunca.

 

 

LOS LIBROS EN EL RING

Como lector, Choláin Rivero se abrió camino entre grandes aventuras que llevó al boxeo con sabiduría.

Gene Tunney, que venció a Dempsey, conocía toda la obra de Shakespeare. Hay casos. Antes de entrenar, le leía poemas a La Chiquita González. A Óscar de la Hoya le di las obras de Shakespeare, porque quería ser actor. ‘No, me gusta que usted me lo explique’, me decía. Les hablaba de historia, de economía, cualquier noticia que salía en el periódico yo les hacía mi comentario. Al Archi Solís, en Guadalajara, le di a leer a Rulfo. Trataba de que tuvieran otra cultura. Lo que pasa es que ellos están rodeados de muchas distracciones”.

¿Qué poetas les leía?

A Bécquer, a José Asunción Silva, cosas sencillas, porque es la edad de ellos, son jóvenes. Los Veinte poemas de amor y una canción desesperada, de Neruda. Están en la edad de tener novia y todo eso.

¿Y para cuándo un libro suyo?

Ayer empecé a revisar unos escritos sobre las crisis económicas, la desigualdad, la miseria, sobre el 1º de mayo, el Big Bang, la Revolución Mexicana, la Metafísica de Aristóteles, algo sobre el derrumbe del viejo imperio maya, cuáles fueron sus causas sociales, en fin, una panorámica general. Las voy a revisar y si me da tiempo las juntaré y tal vez haga yo un librito de memorias, consideraciones y reflexiones de la historia. Si tengo dinero, mandaré a hacer mil ejemplares y los regalaré. Tal vez se los dé a la Feria del libro de Yucatán, que no se hizo este año. 

Este coronavirus nos tomó por sorpresa…

Sí, pero yo como estoy viejo, ya no salgo. Viene mi hija, si lo trae, no sé. Ojalá que no. Pero si me da, qué chingados, ya tengo 90 años, ¡al carajo! En cualquier momento me muero, a la chingada y listo. Si voy al cielo, está vacío. El que tiene clientela fuerte es el pinche Diablo. Es el que tiene a la gente. Dios no quiere a sus obispos ni nada, porque son una bola de hijo de putas. Nos vamos al carajo, nos vamos a la chingada, como decía Octavio Paz en El laberinto de la soledad.

No te pierdas nuestras Galerías en Excélsior

TE RECOMENDAMOS:

Encogen la alcancía para desastres; Presupuesto 2020

EU calcula 10 veces más casos

Cae vehículo a carriles laterales de periférico; un lesionado

LECQ

Temas relacionados:

COMPARTIR EN REDES SOCIALES

SÍGUENOS

Te recomendamos