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Prioridades... consecuencias...

Yuriria Sierra

Yuriria Sierra

Nudo gordiano

El cacerolazo de ayer en varios puntos del Valle de México no es sino consecuencia de un gobierno federal que se aferró a sus grandes proyectos de infraestructura que, ante una realidad como la pandemia, quedaron completamente rebasados, aunque no excluidos de su agenda. Si previo a la emergencia sanitaria ya había señales de la mala puntería y tacto de la administración de Andrés Manuel López Obrador para la gestión del gasto público, con la llegada del coronavirus quedó de manifiesto que lo suyo, con todo y el discurso del no al dispendio, no es la mejor de sus cualidades.

Los establecimientos que ayer optaron por desobedecer las medidas de restricción tenían sólo una opción más, permanecer con servicio a domicilio, en el mejor de los casos, con la soga puesta al cuello, sabiendo que, eventualmente, su capacidad operativa sería nula y, con ello, se ahorcaría a miles de empleados. En los casi diez meses desde que México vive esta crisis de salud sin precedentes, en Palacio Nacional no se han ocupado por ofrecer alternativas ni apoyos suficientes para los sectores afectados por el paro de tanta actividad económica. Eso sí, cuando los mexicanos iban para su tercera semana de confinamiento, en abril pasado, cuando los negocios mantenían cortinas abajo sin la certeza de cuándo volverían a su ritmo, cuando se perdían empleos y, peor aún, vidas, el gobierno de México destinó 511 millones de pesos para la compra del estadio de beisbol Héctor Espino, en Hermosillo, Sonora. En esos días, la falta de insumos médicos en clínicas y hospitales del país también era noticia. Ni la pandemia ni los sectores afectados por ella, pero México tendría un estadio de beisbol y, con él, a entusiasmo del Presidente fanático de este deporte, un espacio para el desarrollo de nuevas figuras.

Ayer, como cada lunes, el Presidente encabezó la conferencia matutina. La pregunta era una: cuándo iniciaría la vacunación a la población general, los adultos mayores, como trazaron en aquel escueto plan presentado hace unas semanas. En febrero, respondió, un día antes aseguró que sería hoy. Su atención se centró en mostrar los avances de la construcción del Aeropuerto Internacional Gral. Felipe Ángeles, en Santa Lucía; también de la refinería en Dos Bocas, del Tren Maya y del Tren Interurbano México-Toluca. El presupuesto de estos proyectos: 21 mil 314 millones de pesos para el puerto aéreo, 178 mil 949 millones para el que será, según, la salvación de Pemex; 36 mil 288 millones para la vía férrea en la península de Yucatán y 7 mil millones para la conexión de la capital mexiquense con el poniente de la CDMX.

En el hipotético de que estos proyectos se hubieran frenado, ponderando las necesidades que llegaron con la pandemia, ¿cuáles serían las condiciones del sistema de salud y de los sectores afectados por el paro de actividades?

A nadie le gusta enfrentarse a condiciones inusuales y que toman por sorpresa, pero éstas sí exigen que las soluciones que se configuren para ellas atiendan verdaderas prioridades. El gobierno de Andrés Manuel López Obrador ha visto a la pandemia sólo como un “momento” (si no es que como una oportunidad caída como anillo al dedo) para aferrarse a su agenda, aunque con ella se vaya la vida de mexicanos y de pilares importantísimos para la economía. Y como si nos faltaran ejemplos, mientras el Gobierno de la CDMX está en vilo atendiendo el incendio en el Metro y las afectaciones por el cierre de seis líneas (tres de ellas las de más alta afluencia), el presidente López Obrador afirmó que lo ocurrido no fue por falta de recursos para el mantenimiento ni responsabilidad de la CFE (ya con varios problemas encima). En la misma conferencia dedicó varios minutos a leer una carta dirigida al rey Felipe VI de España, para insistir en la disculpa que, según él, aquel país tendría que ofrecer por los crímenes en la Conquista.

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