Logo de Excélsior                                                        

Navidad 2020

Yuriria Sierra

Yuriria Sierra

Nudo gordiano

Qué Navidad tan distinta. O tal vez como lo ha sido todos los años, pero también, tal vez, éste es el primero en que muchos nos enfrentamos a condiciones, todas tan legítimas, que no habríamos pensado nunca. Para algunos habrá sido una Navidad rodeados de quienes los aman, sin ninguna novedad. Para otros habrá sido también una Navidad en familia, pero obligados a ella, confinados. Algunos más habrán pasado una Navidad lejos, habrán extrañado tanto a sus seres queridos, pero también habrán agradecido que tienen vías para comunicarse y la seguridad de que están ahí; sabiendo que, cuando todo esto pase, volverán a verse y disfrutarse. Otros habrán pasado por primera vez una Navidad sin ella, porque este año diseminó a tantas familias por igual. Y también están a quienes no les importó nada y no quisieron sacrificar una celebración como apuesta para tener otras más.

Ésta es una Navidad en la que nos vimos obligados a reflexionar. Sí o sí, los últimos meses nos arrastraron frente al espejo y nos hicieron reconocer nuestros aciertos, pero también, y sobre todo, nuestras fallas. O al menos ése es el ideal de cuando, de manera sorpresiva, momentos extraordinarios, como una pandemia, ponen al planeta entero a prueba.

¿Qué queremos que sean los próximos meses? ¿Hacia dónde queremos ir de manera individual? ¿Hacia dónde de manera colectiva? ¿De cuántos amigos cercanos nos decepcionamos? ¿Con cuántos nos reconciliamos? ¿De cuáles líderes vimos su verdadero rostro? ¿Cuántos conceptos cambiamos? ¿Cuánto reconocimos que atesoramos de manera equivocada? ¿Qué cosas vimos en su real dimensión? ¿Cuántas cosas parecían anquilosadas, un día de pronto desaparecieron y agradecimos que ya no están? ¿Cuánto descubrimos de nosotros mismos? ¿Cuánta empatía y generosidad fuimos capaces de demostrar? Hay actos aparentemente tan sencillos, pero que tanto cuestan, como quedarse en casa con la certeza de que, haciéndolo, minimizamos los riesgos de contagio a personas que ni siquiera conocemos. Aunque algunos ni así.

¿Cuánto hemos prometido que haremos cuando todo esto pase? ¿Cuánto hemos dicho que no serán destinos a los que regresaremos cuando todo esto pase? Aún tenemos tiempo para pensarlo, para afianzarlo, para estar seguros de que lo ocurrido este año tuvo efectos tan personales que el beneficio se siente colectivo.

¿Qué nos gustaría hacer en un año? ¿De quiénes nos gustaría estar rodeados? Pocos años, tal vez ningún otro, nos han retado tanto como el 2020. Aún nos queda un largo tramo, la distribución de las vacunas comienza lento, su aplicación lo será aún más. Es por eso que no debemos bajar la guardia en ninguno de los frentes que tenemos en el camino ni en el cumplimiento de las medidas sanitarias o en la oportunidad de reflexión para encauzar mejor nuestras vidas. Es lo único que podemos hacer por ahora, que es tanto, para que en la próxima Navidad estemos en mejores condiciones y, ahora sí, podamos hacer lo que hoy tanto extrañamos: abrazarnos.

Comparte en Redes Sociales