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Las otras emergencias

Yuriria Sierra

Yuriria Sierra

Nudo gordiano

El desabasto de medicamentos para niños con cáncer en México llegará al Tribunal Internacional de La Haya. Así me lo confirmó ayer Walter Rupprecht, papá de la pequeña Ana Lucía: “Esto se va a hacer un escándalo mundial: el gobierno de México conoce los casos y los ignora. Sólo hay que meterse unas cuantas horas a Twitter para ver cuántos niños necesitan medicamentos, cuántos necesitan quimioterapias. Y el problema tan grande no se resuelve con un avión de Francia llegando con cajas de metotrexato, esto tiene que ser continuo, tiene que haber siempre el medicamento. ¿Cómo es posible que después de que los niños, sufriendo tanto dolor, de estar tanto tiempo en los hospitales, no hagan algo?”, expresó en Imagen Noticias.

Su caso es el de tantas pequeñas y pequeños, pero también el de cientos de personas a quienes les ha afectado el desabasto de fármacos y un sistema de salud rebasado. No importa si se padece cáncer o se porta VIH. Los recortes presupuestarios, los cambios en los protocolos de compra justificada en la lucha contra la corrupción, lejos de resolver y hacer más inmediata la atención que urgen muchos pacientes, orillaron a algunos a buscar alternativas, otros quedaron en desamparo total.

“Días antes de que nosotros viajáramos, él (el Presidente) estaba enterado. Habló de nosotros, de mi esposa y de mí, diciendo que éramos una pareja de extranjeros y somos mexicanos; dijo que éramos parte de la mafia del medicamento, aunque mucho del medicamento nosotros lo compramos (…) Estamos en Suiza. Lamentablemente, mi hija tuvo una recaída, ella llegó aquí ya en remisión, regresó la leucemia. Y cómo son las cosas, aquí tienen el equipo, tienen el medicamento de primera generación, tratamientos diferentes, pero la falta de experiencia o la falta de interés de la médico tratante le provocó eso (…) Los estupendos médicos de México no tienen las herramientas para curar a nuestros niños…”, me detalló el Sr. Rupprecht en entrevista. Él, como cualquier otro padre de familia, hizo lo que creyó más conveniente para cuidar de su pequeña, para salvarle la vida. Su caso se hizo público a inicios de este año, antes de que la pandemia fuera tema global y se apoderara de la agenda en temas de salud.

Antes de la covid-19 ya hablábamos de personas a quienes su vida se puso en riesgo porque comenzó a faltar medicamento para surtir recetas, para dar tratamientos hospitalarios o porque cambió la disponibilidad o la fórmula y eso, a muchos les costó empezar de cero un régimen farmacológico que toma semanas, a veces meses, para que el organismo acepte.

El supuesto combate a la corrupción no debió ser causal para acentuar ese riesgo. Son vidas y éstas deben protegerse por encima de cualquier cosa. Alejandro Hope narró ayer en El Universal una historia personal: “Con toda probabilidad, muchas familias han realizado en estas semanas peregrinajes similares al nuestro, buscando, de hospital en hospital, dónde atender una urgencia médica, tratando de navegar en el mismo laberinto kafkiano: si el paciente no es portador del virus, no puede recibir cuidados en hospitales covid porque a) no lo aceptan y, b), puede contagiarse…”.

El asunto es que México ya vivía una emergencia sanitaria desde antes de la llegada de la pandemia. Hemos visto a padres de más pequeños con cáncer pedir audiencia y, sobre todo, medicamentos para sus hijos; también a mujeres que padecen cáncer de mamá; a portadores de VIH, quienes, además de discriminación, ven cómo sus recetas se quedan sin ser surtidas. Y sus casos se juntan hoy con quienes se contagian del SARS-Cov-2. Y todos vemos cómo no se ha contenido nada: ni la emergencia oficial ni la autoinfligida.

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