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La vergüenza

Yuriria Sierra

Yuriria Sierra

Nudo gordiano

El candidato que baila frente a una sex shop, el que se echa una maroma en el parque, el que promete un concierto de rock. También está la candidata que da consejos para no hundir la “mollera”, la que pasó de ser reina de belleza a posible gobernadora de Baja California. La pareja de famosos que buscan ver sus rostros en volantes y sus nombres en las boletas. Los que caminan entre basura, los que hacen fila en las tortillas.

Nada nuevo, en campaña, los candidatos hacen lo que pueden para asegurarse el éxito. Le pierden el miedo al ridículo con tal de adjudicarse apoyo y votos. A través de las décadas, esas han sido las campañas políticas.

Y podemos criticarlas tanto, porque en la idea de lo que tendría que ser un proceso electoral, creemos que serían las propuestas y no el grado de conexión con el electorado lo que debería afianzar el reconocimiento y garantizar un triunfo. Nos espantamos ahora con sus tiktoks, tuits y stories en Instagram. Pero, siendo honesta, prefiero ese espanto en campaña, que el coraje que generan otros personajes que, ya no candidatos, políticos en funciones, provocan.

El gobernador acusado de tortura y al que tuvieron que perseguir por más de catorce años. El exdirector de Pemex que huyó y que luego fue arrestado en el extranjero y, como él, otros personajes más cuyos nombres ya aparecieron en la nómina de secretarías y demás dependencias de gobierno; figuras que ya despacharon en los más altos círculos de poder.

El que hizo tremendas transas o el que está vinculado con grupos del crimen organizado. ¿Ha hecho cuentas de todos los exgobernadores perseguidos por desfalco al erario? ¿De los funcionarios que han sido relacionados por criminales confesos y prófugos? ¿O qué tal, más en los últimos meses, de aquellos señalados por cometer delitos de violencia doméstica y sexual?

El gober que no era nada precioso, el que quiere ser gober o, más bien, violagober; el diputado dispuesto a aprovecharse de la vulnerabilidad de un menor de edad; el candidato que manosea, pero le adjudica el “roce” a las posibilidades tecnológicas.

Desde luego, dan pena aquellos que en campaña pierden el pudor con tal de ganar votos; pero dan más pena, y coraje, aquellos que tienen un pasado, un presente y aspiran a un futuro plagado de impunidad.

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A éstos es a quienes tenemos que cerrarles la puerta. La ley tendría que ser implacable para ellos: un señalamiento que ponga en duda su honorabilidad tendría que bastar para impedir su postulación o llegada a cualquier puesto de gobierno.

Nos reímos porque el personaje de showbiz y sin experiencia en la función pública se postula para alguna diputación, pero olvidamos, por ejemplo, que Andrés Granier, exgobernador y exconvicto, quiere ser de nuevo un político activo, ahora como alcalde en Tabasco.

También depende de nosotros cerrar el paso a todos estos impresentables. Lo peor de la política y quienes se aferran para no irse nunca.

 

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