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La revolución

Yuriria Sierra

Yuriria Sierra

Nudo gordiano

Pocas veces un nombre tan apropiado. La revolución: los giros obligados que nos confrontan con aquello que existe y nos incomoda; la que nos obliga a entendernos, a aceptarnos, a reconocernos frente al otro. Revolución. Crear sobre lo establecido, reacomodar para dar espacio a todas las posibilidades. Darnos un lugar a todos, a cada uno, sin importar —o subrayando— justo las propias particularidades y necesidades. Y el arte es uno de los caminos. El arte hace revolución. Y revoluciona cuestionando. La revolución y el arte son respuestas, pero al mismo tiempo preguntas.

La revolución, ese cuadro de Fabián Cháirez expuesto hoy en el Palacio de Bellas Artes. Esa imagen que salió del marco y para transformarse en espejo, nos mostró tal cual somos: una sociedad que se regodea en la ambivalencia. Zapata interpretado a través de un artista. Zapata malinterpretado a través de los prejuicios. Un mensaje viralizado a través del odio. Si es Zapata o no el de la imagen feminizada sobre un caballo, ya no importa. Si usa tacones inspirados o no en una pieza de Chanel, menos. Porque Cháirez no imaginó que esta imagen, por años exhibida en uno de los lugares más emblemáticos del Centro de la Ciudad (y no, no hablo de Bellas Artes, sino del Marrakech Salón, por mucho tiempo guarida de figuras como Carlos Monsiváis), provocó justo eso: que nos desnudemos tal como ese macho feminizado sobre un caballo, ése que hoy identificamos como Emiliano Zapata, pero que, dice su creador, adquirió identidad a causa del imaginario colectivo.

La imagen feminizada de un hombre, enoja. La imagen feminizada de un héroe nacional, incomoda. Que se rompan los moldes, lo establecido, el deber ser, encabrona (esto es un hecho causante de varios episodios históricos, como el que las mujeres tuvieron que luchar por su derecho al voto). Así ha quedado claro los últimos días. No se trata de Zapata, menos aún de que la polémica venga de una obra presentada en una exposición auspiciada por el gobierno federal. Se trata de esa otra exposición, la de nuestras malas interpretaciones, vicios y vacíos.

México es un país ambivalente, contradictorio: es homófobo, pero celebra como pocos a Juan Gabriel; México es misógino, porque aunque lleve más de 500 años celebrando a la Virgen de Guadalupe, cuenta 10 asesinatos de mujeres cada 24 horas. México aplaude a Zapata, siempre que su imagen sea únicamente el significado de la fuerza y la lucha. México se dice tolerante y respetuoso, pero... ¡siempre esos peros! Un grupo de campesinos irrumpió en Bellas Artes hace unos días, exigían que se retirara la obra de Cháirez y respeto a la figura de su líder histórico. Momentos después se lanzaron a golpes contra activistas de la comunidad LGBT.

Esta tarde se tiene programada una nueva movilización en apoyo a la permanencia de esta pintura. Sabemos que ésta no se va de la exposición; aunque entendemos también que será suprimida de la publicidad de la muestra Zapata después de Zapata. Esto es resultado del diálogo auspiciado también por el gobierno federal. “Prohibido prohibir”, afirmó López Obrador cuando fue cuestionado al respecto. Nadie quita a la familia del caudillo su derecho a levantar la voz, eso también es parte de la libertad de expresión, como también lo es ésa otra, la de la libertad para la creación artística. Porque es justo a través de ella, también, que los debates se inician y las sociedades se transforman. ¿Cuándo habríamos imaginado tener hoy esta conversación, si no es gracias a trabajos tan provocadores como el de Cháirez?

 

ADDENDUM

Ayer se dio a conocer la más reciente encuesta de Mitofsky sobre las calificaciones de los gobernadores. El de Yucatán, Mauricio Vila, sigue a la cabeza con un 79.7% de aprobación y de los reprobados, uno de los peores calificados es Cuauhtémoc Blanco.

 

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