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El año de la sororidad

Yuriria Sierra

Yuriria Sierra

Nudo gordiano

Hacer daño sólo para arruinar una vida. Así definen los expertos la finalidad de un ataque con ácido, no matar, sólo demostrar odio. Al menos mil 500 agresiones de este tipo tiene registrada Acid Survivors Trust International en todo el mundo. La cifra negra de este crimen se desconoce. Las víctimas muchas veces no hablan por vergüenza o miedo. El último caso aquí en México es el de Elena, la joven saxofonista que desde hace tres meses se encuentra en tratamiento y sin señales de que su caso tendrá justicia.

Y las mujeres que han sido blanco de esta violencia, como aquellas que han sufrido alguna otra, del tipo que sea, han tenido que aprender a vivir y vivirse con las consecuencias que les dejó su agresor. Algunas otras no han tenido tanta suerte. Sin embargo, en los últimos meses se han abierto canales que han hecho que, casos como el de Elena, el de Abril Pérez o el de Lesvy, dejen de ser una estadística y se conviertan en motores potentes de lucha.

El grito más fuerte comenzó en Chile, pero hoy es de alcance global. Es el poder de las redes. Es también la urgencia de dejar claro de qué va el debate. Cuál es el tema. Cuál la causa. Y sororidad. Mucha sororidad. La palabra que definirá a una generación. A ésta de mujeres que desde temprana edad —más jóvenes de lo que, incluso, a las de mi edad nos lo permitieron— no sólo hablan de aquello que se cuestionan, sino que forman parte activa de aquello que permite mejorar nuestro entorno. Más aún si esto implica el reconocimiento a derechos tan simples e inobjetables, como el de la vida misma. Sororidad, el emblema de una generación de mujeres que, en un mundo a punto de entrar a la tercera década del tercer milenio, aún debemos explicarnos. 

Y nada nos demostró la posibilidad de este nuevo término, nada como ese canto creado por las cuatro jóvenes chilenas del colectivo LasTesis, quienes se sumaron a las protestas contra la violencia a la mujer, que no sólo en su país se convirtieron en postal rigurosa durante este 2019. El suyo, el canto vuelto un eco tan potente que se entendió en países que nos parecen tan lejanos y sonó en idiomas y lenguas que nos resultan tan extraños. 

“El patriarcado es un juez / que nos juzga por nacer / y nuestro castigo / es la violencia que no ves / Es feminicidio / Impunidad para mi asesino / Es la desaparición / Es la violación / Y la culpa no era mía / ni dónde estaba / ni cómo vestía / El violador eres tú / Son los pacos / Son los jueces / El Estado / El Presidente / El Estado opresor es un macho violador / El violador eres tú / Duerme tranquila, niña inocente / sin preocuparte del bandolero / que tu sueño dulce y sonriente / vela tu amante carabinero / el violador eres tú...”.

Un mensaje contundente. Frases todas que tienen el mismo alcance no importa el país en que se escuche, ni el idioma en que se exprese. Es un grito colectivo que ha encontrado voces en México, Francia, Alemania, Inglaterra, Estados Unidos, Argentina, Brasil, España, India, Kenia o Túnez, pero que también se ha topado con policías listos para coartar el derecho a la protesta, como ocurrió en Turquía. 

La sororidad, esta hermandad entre nosotras las mujeres, este año se convirtió en ese lazo que no conoce nacionalidades, pero que debe obligarnos a todos, hombres y mujeres, a sujetar este debate y no soltarlo nunca más.

 

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